El sector servicios mantiene un año más su hegemonía dentro del tejido económico y productivo de Málaga mientras que la construcción gana algo de peso y la industria y la agricultura, aunque con aportaciones valiosas, siguen bastante arrinconadas, según los datos recogidos en el último informe anual del mercado de trabajo elaborado por el Servicio Estatal Público de Empleo (SEPE). La foto fija de la economía malagueña indica que los servicios aglutinan el 85,4% del total de los 570.100 ocupados registrados en la provincia por la EPA a cierre de 2016. El porcentaje sobre el empleo total es ligeramente inferior al del anterior ejercicio (86,7%) pero ratifica el poderío del segmento terciario en Málaga, que engloba al turismo, el comercio, el transporte o los servicios a empresas.

El informe apunta, además, a partir de los últimos datos disponibles del Instituto Nacional de Estadística (INE), que el sector servicios reúne casi el 84% del PIB provincial excluyendo impuestos netos (lo que se conoce como Valor Añadido Bruto). Hace algunos años esa tasa no llegaba al 80% pero ha ido subiendo, constatando que la riqueza de Málaga se escora cada vez más hacia el sector terciario. En España, el peso de los servicios es del 74,2%, casi diez puntos por debajo de la provincia malagueña.

La construcción sigue siendo el sector más castigado por la recesión pero los datos parecen confirmar que su momento más bajo ya ha quedado atrás. En los años de la burbuja inmobiliaria, su peso en la riqueza de la provincia fue de casi el 20%, un porcentaje que con la crisis bajó hasta el 7% y que, según las últimas cifras del INE, ha remontado ligeramente al 7,3%. La caída en su contribución al empleo es también significativa. Hasta 2007, Málaga llegó a emplear más de 100.000 trabajadores en sus tajos de obra, tanto para la edificación de viviendas como para la ejecución de obras de infraestructuras. A cierre de 2016, la cifra de ocupados es de 39.400 personas, una cifra que sólo representa el 7% de los ocupados de la provincia pero que mejora los casi 35.000 del año anterior.

La radiografía económica se completa con las aportaciones de la industria y la agricultura a la riqueza de la provincia, segmentos con una representatividad limitada y que se mueven desde hace años en porcentajes de algo más del 6% y el 2% respectivamente. El empleo del sector industrial, eso sí, ha mejorado pasando de los 22.700 de cierre de 2015 a los 32.300 de 2016, aunque esta cifra sólo supone el 5,6% del total de ocupados. En el caso de la agricultura, el empleo cerró 2016 con 11.600 ocupados en Málaga, por debajo del año anterior.

El enorme peso del sector servicios en la economía malagueña es objeto de debate desde hace años. Muchas voces reclaman una apuesta por la diversificación del modelo productivo provincial. Los sindicatos CCOO y UGT, por ejemplo, creen que este protagonismo de los servicios se traduce en un modelo de empleo marcado primordialmente por la precariedad (al estar muy vinculado a la estacionalidad del turismo) y por los bajos salarios. Las centrales vienen reclamando a las administraciones una estrategia de inversiones productivas centradas en la innovación y las nuevas tecnologías.

Los empresarios, por su parte, sostienen que la hegemonía de los servicios es lógica en una provincia como Málaga, de clara vocación turística, pero reconocen que haría falta un mayor peso industrial, en línea con las consignas europeas del Horizonte 2020. La Confederación de Empresarios de Málaga (CEM) ha destacado la necesidad de recuperar plenamente al sector constructor y seguir impulsando segmentos como el agroalimentario y las industrias culturales.

Además, insisten en que uno de los retos, a nivel general del tejido productivo, es aumentar el tamaño de las empresas locales (la gran mayoría, micropymes), algo que también podría ir ligado a un mayor desarrollo de la industria.