Pese a que se hacen esfuerzos, la calle Ferrocarril del Puerto se ha convertido en tradicional reducto del botellón en el que, de forma periódica, afloran depósitos de basuras variadas, con evidente abundancia de botellas enteras o rotas, además de restos que evidencian que también se emplea de servicio al aire libre. La acertada presencia de las plantas aminora la sensación de estar ante un estercolero cíclico. Si algún día se soterran las dichosas vías, es posible que la calle Ferrocarril del Puerto se tope con un futuro mejor. No es complicado.