Para muchos, la sombra del controvertido Julian Assange; para otros, un destacado miembro de la sociedad civil francesa que ha dado el paso adelante en la política. Juan Branco (Estepona, 1989) tiene un currículum impresionante marcado por el cine, el compromiso, la política y la abogacía. Lo que no muchos saben es que el hijo de Paulo Branco (uno de los grandes productores cinematográficos) nació cerca de nosotros, en Estepona, y que Málaga, de alguna manera, sigue en su recuerdo y en su «construcción emocional». El intelectual responde a las preguntas formuladas vía email en un casi perfecto castellano.

¿Cómo es que nació en Málaga? ¿Fue circunstancial, o su familia se encontraba establecida aquí en aquellas fechas?

Mi madre, y toda mi familia de su lado, nacieron y han vivido en Estepona. Mi madre, después de acabar sus estudios en Granada, bajo la dictadura, decidió irse a París a completar su formación de psicoanalista, guardando siempre una relación muy fuerte con su tierra, donde se quedaron todos sus prójimos.

Su infancia se desarrolló fundamentalmente en Francia. ¿Qué recuerdos tiene de Málaga?

De la capital, de Málaga, casi ninguno, aparte de la terminal Picasso, bueno, la parte antigua, y alguna que otra procesión de Semana Santa que me marcó mucho. Pero de Estepona, muchísimos. Mi hogar, mi construcción emocional, están profundamente ligados allí. Una pequeña parte de mi escolaridad la hice allí, pero sobre todo toda mi vida familiar. Yo me desarrollé en un país en el que solo tenía como referente a mi madre, que, de hecho, siempre me habló en español, y más tarde mi hermana pequeña. Así que todo, emocionalmente, sentimentalmente, pero también culturalmente se proyectaba hacia el espacio donde estaban mis raíces. Y, al mismo tiempo, con la paradoja de no haberme desarrollado allí, esa tensión que te hace sentirte extranjero hasta en tus espacios mas íntimos.

¿Y mantiene la vinculación con Málaga todavía? ¿Guarda amigos, conocidos...?

Muy poco ya a nivel social, aunque afectivamente y a todos los otros niveles siga siendo un espacio cardinal para mí. A mis amigos, por ejemplo, les tengo más que todo un cariño basado en el recuerdo. Mi timidez y la distancia hacen que las relaciones se hayan distendido, pero a mi gran pesar. Y en cuanto a la familia, mis abuelos murieron jóvenes, y a partir de ahí, el nucleo familiar se deshizo progresivamente. Lo que tengo todavía es un espacio, alrededor de la Calle Real, donde no solamente viven todos los recuerdos sino también todos los que los hicieron vivir, de la churrera al kiosko de periódicos pasando por los bares de los alrededores, los vecinos... Caras amables y conocidas, que guardan el recuerdo de mi niñez, cuyo cariño nunca desapareció.

Dejemos Málaga y vayamos a su carrera. La política tradicional se ha nutrido de abogados con más ambición que recorrido profesional. ¿En el actual concepto de política, los políticos serán mayoritariamente, como lo es usted, tan activistas como abogados, con más calle que despacho?

Yo me hice abogado para protegerme como activista. El derecho es simplemente un utensilio al servicio de una visión de la sociedad, de sus valores, no un objetivo en sí. Busqué simplemente la vía más fácil y la más eficaz, en mi situación, para poder defender mis ideas y construir un espacio en el que tuviera la posibilidad de defenderlas. Hubo un tiempo en el que se podía ser obrero y, a través de los sindicatos, politizarse hasta volverse un importante líder político. Mientras no hayamos vuelto a ese modelo, la confianza en la política no volverá.

Se mete, como decimos aquí, en todos los fregados, o sea, en los asuntos más controvertidos: derechos de autor, piratería, Wikileaks... ¿Por qué esa hiperactividad y esas ganas de estar en asuntos tan problemáticos, a veces tan impopulares?

Porque cuando uno tiene la oportunidad de cambiar el mundo para mejor, aunque sea mínima, sería irresponsable y mediocre no lanzarse. Mis padres me inculcaron una exigencia masiva, la que se impone cualquier emigrante que tiene que integrarse y construirse su vía en un país del que no proviene, y que además admira. Estar a la altura de ese coraje, y nunca olvidarme de que hubiera podido salir mal, es un profundo estimulante.

Forma parte usted de La Francia Insumisa, la formación de Mélenchon. ¿Insumisa frente a qué, contra qué?

Pues mire, siempre me lo he preguntado, me ha parecido un poco rara la elección del nombre del movimiento. Soy mucho más sensible a las iniciales, FI, que recuerdan a un grupo de Resistencia francés de la Segunda Guerra Mundial: me parece un universo mucho más evocador.

Mélenchon ha dicho: «La Francia Insumisa tendrá un grupo parlamentario coherente, disciplinado, aguerrido». ¿Formará usted parte de él? ¿Cómo será su actividad política a partir de ahora?

Desafortunadamente no fui elegido. Me presenté en una de las circunscripciones mas pobres de Francia, donde la abstención llegó al 90% en algunas partes de Clichy Sous Bois, y así fue imposible romper la dinámica nacional en favor de Macron. Lo hice sabiendo del riesgo que tomaba, convencido sobre todo de que era allí donde tenía sentido defender nuestras ideas e intentar convencer a los ciudadanos de que se podía llevar una política diferente. Siempre dije que no tenía sentido profesionalizarse en política, así que cumpliré mi promesa y a corto plazo no buscaré ser elegido otra vez. Aunque eso no me impida, con libros y como abogado, continuar defendiendo mis ideas con radicalidad, y tal vez más allá...

¿Cómo se analiza el fenómeno Podemos desde Francia? ¿Ha perdido fuelle, agotó su capacidad como revulsivo y sólo puede nadar en el mainstream?

Yo siempre tuve un cierto escepticismo hacia Podemos, y de hecho escribí un articulo sobre el tema en la revista Esprit, en el que anticipaba una cierta decepción. Para mí la política tiene que nutrirse de horizontes mucho más grandes de los que constituyen la política en sí misma. Así que cuando vi que un grupo especializado en Ciencias Políticas y que nunca había hecho otra cosa de su vida quería renovar la política, comprendí que algo, en algún momento, fallaría. La pobreza del horizonte intelectual de nuestros responsables políticos es hoy en día el problema más grave que tenemos en Europa. Y a ese problema, el núcleo duro inicial de Podemos no aportaba ninguna respuesta, por valioso que fuera su análisis de la situación y su posicionamiento ideológico. No sé si lo habéis notado, pero los líderes de Podemos a nivel nacional se pasan el tiempo hablando de política institucional, de cómo ganar y guardar el poder, bajo qué vertiente ideológica, pero poco o poquísimo de fondo, de visión de la sociedad, del mundo, o hasta de los problemas de base de los ciudadanos. Además, pasa que yo estuve bastante implicado en uno de los grupos más importantes del 15-M, que se transformaría en el Partido X, y vi cómo todo su trabajo y el de grupos afines fue recuperado por los fundadores de Podemos, que eran más bien políticos a la antigua, bajo el discurso novedoso... Dicho esto, tengo una admiración sin fin por las iniciativas que se lanzaron a nivel comunal, y especialmente la conquista de Barcelona y Madrid. Y no tengo dudas de que la llegada al poder de Podemos cambiaría inmediatamente la vida de millones de personas para mejor. Pero sin provocar una ruptura sistemática interesante a largo plazo, o una probablemente negativa.

No me puedo resistir a pedírselo: hágame un pequeño retrato de Julian Assange. ¿Qué lugares comunes y prejuicios atenazan y debilitan la imagen pública de Assange? ¿Realmente sabemos quién es Julian Assange o le hemos juzgado sin conocerle?

He tenido la suerte de frecuentar a personajes que han jugado, por una razón o otra, un rol fundamental a escala mundial. Y no me había cruzado con nadie antes que tuviera la inteligencia de Assange. Tiene defectos, en particular el hecho de dejarse llevar por una ultrarracionalización, clásica en mentes similares, o de apenas saber quién es Jean Luc Godard (cosas de australianos), pero me quedo con esa cualidad fundamental, que ha aliado a un gran coraje, y que explica que, partiendo de la nada, ocupe hoy en día su lugar en la escena del mundo. Como todas las personas demasiado inteligentes, es alguien que puede ser muy irritante y que puede encerrarse en sistemas de prejuicios. Pero, sobre todo, estando alejado del modo de ser que prevalece, provoca una sorda detestación entre las personas más conformistas, que tienen potentes aliados entre los dominantes, dado que son los mejores defensores del status quo y de sus injusticias crónicas. Así van las cosas...

Es usted hijo del gran productor Paulo Branco. ¿Cuál es su película de juicios y abogados favorita? ¿Y política? Era un cine muy cultivado en los años 60 y 70 pero que actualmente parece, como los westerns, reliquia de la historia.

No me parece mal que el cine directamente político no sea dominante hoy en día, dado el numero de películas malísimas que ha producido: para una La Chinoise de Godard, ¿cuántas películas americanas, o europeas, sin interés sobre el sistema político o jurídico, sus injusticias? Por ejemplo, la ultima película de Oliver Stone, Snowden, es una catástrofe... Las grandes películas políticas, como Apocalypse Now, no se detienen en la superficialidad de los juegos de poder: van directamente al efecto que tiene una situación o una decisión política sobre el alma humana, o un grupo, una sociedad, etc. Dicho esto, hay maravillosos contraejemplos, como Mr Smith goes to Washington. Pero para ello se necesitaba un Capra...

¿Qué es ahora mismo Europa y qué le gustaría que fuera? Estos días acaba de ser designada por los Premios Princesa de Asturias con el Premio de la Concordia.

Pues vaya contratiempo... Europa es lo que me ha permitido existir: un padre portugués que se escapa de las guerras coloniales, una madre andaluza que quiere ejercer libremente, lejos de los prejuicios de la España franquista, y una capital, París, que los acoge y les hace encontrarse, y hace que yo pueda nacer y desarrollarme en Francia como uno más. Pero mi padre fue expulsado de Francia, y Europa no tenía ninguna homogeneidad política o económica en ese momento. Me quedo con la palabra de Godard, otra vez: «La Union Europea nació con carbón y hierro, y cincuenta años después, ya no tenemos ni hierro ni carbón. Así que menos mal que no se le ocurrió a ninguno en Bruselas hacer una Europa de la cultura...».

Ha colaborado, entrevistado y trabajado junto a muchos grandes intelectuales y pensadores, líderes en sus respectivos campos de acción... ¿Quién le ha impresionado más?

Baltasar Garzón, por su coraje y su humanidad; Dominique de Villepin, por su visión como estadista; Assange, por su inteligencia; Jean Luc Godard, por su genio, su obra, su persistencia frente a la mediocridad... Entre todos, evidentemente, Godard, mil veces Godard.

Todo el mundo destaca al hablar de usted su precocidad, su impresionante currículum a pesar de su corta edad. ¿Le cansa que se resalte tanto su juventud o lo tiene asumido?

La relación con el personaje que uno encarna cuando entra en la esfera pública es muy paradójica. Un articulo malo puede ser extremadamente destructivo, pero lo positivo en general pasa por lo que es: un utensilio, una ficción al servicio de lo que se está haciendo, que potencialmente abrirá puertas pero que no dice nada de la verdad de uno mismo: en el mejor de los casos, de lo que uno ha hecho. Pero lo cierto es que va pasando el tiempo y poco a poco se me va considerando más allá de mi edad, como un adulto como cualquier otro, sin excusas, y eso está bien. Ahora la idea es mantenerse a la altura de las expectativas.