Vuelve a acaparar portadas. Artículos entusiastas, vídeos en plataformas, conexiones de la tele. A veces bajo el nervio de un reclamo general que va mutando en función del público y que puede ser la Costa del Sol, Málaga o, incluso, Marbella. Pero que siempre tiene el denominador común de una imagen que dista enormemente del tópico imperante hace poco más de una década. La provincia, pese a la conmoción de la crisis, ha sabido reinventarse; y su marca, deliberadamente estilizada, al igual que todas, tiene ya otro rumbo. De la estampa monocroma del sol y del pescaíto, se ha pasado a una definición casi líquida, dinámica. Una proyección, justificada con los datos, que habla de una sociedad en crecimiento, con una economía más variada, que brilla con luz propia en su contexto.

El cartel del Spain is different, con toda su estela decadente, ha conseguido al fin un anclaje positivo. Y, además, con una interpretación de la singularidad que en Málaga se resuelve sin complejos, con la autoestima renovada. Lo dicen las cifras, que aluden a un PIB asentado sobre una noción del turismo moderna y menos encorsetada, con capacidad para transformar el resto de sectores.

Málaga es, sin duda, un destino de moda, que va a más. Y que ha sabido detener a tiempo el estancamiento y la devaluación que se avecinaba a finales de los ochenta. Ahora, la Costa del Sol, y con ella el conjunto de la provincia, cuenta con nuevos argumentos. En muchos casos, con amplio margen de exploración, como ocurre con la tecnología y la industria agroalimentaria.

Las asociaciones han cambiado. Gracias, esta vez, a una suma menos concentrada, en comunión con una nueva generación de profesionales. En apenas quince años, la provincia ha sabido rodearse de recursos que prácticamente eran inexistentes en los últimos días del siglo pasado. Entre ellos, la ciudad de Málaga, con su metamorfosis y su constelación de museos, pero también los cruceros, la gastronomía, los congresos, el golf, rutas naturales como la de Caminito del Rey. Un ejercicio de reivindicación que ha permitido rotular el nombre de la provincia en mapas poco trabajados hasta este momento, como el de la inversión extranjera y la instalación de empresas.

La economía malagueña, tanto en posibilidades como en ingresos, va poco a poco distanciándose de su entorno. La prueba más elocuente está en el turismo, que vive un periodo de ensueño, con nuevas líneas de negocio y unos recuentos de récord. Los 15 millonarios de pasajeros que pasaron el pasado año por el aeropuerto dan forma sólida a las esperanzas alentadas en todo este tiempo. Que ya son una realidad, como dan buena cuenta la estadística del INE y los índices internacionales. A pesar de sus fuertes contradicciones, de las amenazas y la tasa de paro, la provincia acelera y fortalece un campo bastante pródigo en cuanto a la irrupción de nuevas oportunidades. La carta del futuro parece asegurada. Y el reflejo llega ya a indicadores tan inapelables como el demográfico. Al contrario que el resto de provincias andaluzas, Málaga sigue ganando población. Con una reputación además que se ve ratificada por la atención que le brindan estudios como el Eurobarómetro de la Comisión Europea, que sitúa a la capital entre las diez ciudades con mayor calidad de vida del continente.

Después de un pasado marcado por un desarrollo a trompicones, casi a rebufo de los repliegues y los ciclos vertiginosos del turismo, la provincia ha logrado revestirse de una capa de modernidad que es mucho más que un simple elemento decorativo. Málaga sigue contando con el sol, con su clima y su frescura, pero el cambio de ciclo y de imagen viene por otros frentes, alentado por la madurez de sus infraestructuras (entre las que destacan el AVE o el aeropuerto) y la efervescencia de los nuevos sectores empresariales. En un siglo dominado por la necesidad de confianza y los llamados valores intangibles, la Costa del Sol ha conseguido lo más difícil y lo que más cuesta mantener de manera estable: cambiar su imagen, su sentido. Y lograr que eso cale en todos los foros profesionales. Nada, por supuesto, que sea fruto de la casualidad. Y que con el bagaje de los últimos cincuenta años debería servir de estímulo para no incurrir en errores del pasado y conservar el itinerario de progreso, apostando por la diversidad, sin dejarse guiar por tentaciones y atajos. La parte más compleja ya ha sido insinuada.Seis características de identidad

1. Una provincia cosmopolita

La larga experiencia como destino turístico y la pujanza económica han convertido a Málaga en una provincia multicultural, de gran riqueza en su tejido social y cosmopolita. Ciudades como Marbella, con más de 140 nacionalidades distintas, reflejan cada día un fenómeno, el de la diversidad, que poco a poco se ha ido convirtiendo en el santo y seña de la identidad de la provincia. Con penetración, incluso, en los municipios del interior, donde no sólo destaca la llegada de inmigrantes, sino también la existencia de colonias consolidadas. La más numerosa, la británica, aunque con comunidades permanentes como la de los alemanes en Torrox o los finlandeses en Fuengirola.

2. Dinámica y emprendedora

La capacidad de reactivación de la provincia se observa también en la frecuencia y vivacidad de sus proyectos empresariales. La estadística, en esta ocasión, sirve como discurso irrefutable: Málaga sigue liderando en Andalucía la cifra de creación de empresas, con una media de 16 nuevos negocios al día, lo que habla muy a las claras del dinamismo de su tejido social. Además, se ha reducido el nivel de mortalidad durante los primeros meses. A la iniciativa local se suma asimismo el número creciente de compañías, algunas de gran predicamento en el mercado, que han puesto sus ojos en la Costa del Sol, cada vez más del gusto de multinacionales e inversores. Y, además, en un abanico de sectores que no se limita en exclusiva a la hostelería y el turismo.

3. Calidad de vida

La calidad de vida de Málaga, últimamente ponderada por varios estudios, se apoya en una indudable ventaja: la generosidad del clima, casi sin paralelo en comparación con el resto de Europa. Con una temperatura media cercana a los 18 grados y más de 2.800 horas del sol al año, la provincia se yergue en un auténtico paraíso para los habitantes procedentes de países menos templados. Así lo reconoce, por ejemplo, el Eurobarómetro de la Comisión Europea, que incluye a la capital entre las ciudades en la que mejor se vive del continente. A la admiración contribuye también la diversidad ambiental y las comunicaciones, que permiten acceder con comodidad a propuestas diferentes.

4. Liderazgo turístico

El turismo se ha enriquecido enormemente en los últimos años con la renovación de los destinos más veteranos y la entrada en escena de nuevos referentes como la ciudad de Málaga, que ha pasado de no contar para el sector -apenas el 3 por ciento de los viajeros que llegaban al aeropuerto se decidía a visitarla- a ser la sensación en cuanto a los destinos de escapada para puentes y fines de semana. Las cifras generales de la provincia apuntan no sólo al liderazgo, sino de un estado de permanente crecimiento, con un nuevo récord histórico para cada temporada. Las perspectivas para este curso apuntan a una nueva subida, con más de 12 millones de turistas.

5. Málaga es solidaria

La labor de Pablo Ráez, auténtico referente en la lucha contra la leucemia, no representa un caso aislado. La solidaridad y el asociacionismo forman parte por derecho propio de la cultura social de Málaga, donde existen más de 15.000 personas que colaboran a diario con organizaciones humanitarias. El volumen de las donaciones y el compromiso con entidades dedicadas a ayudar a los más desfavorecidos acredita el espíritu de la provincia, que ha sido sometido en los últimos años a una auditoría implacable: la respuesta a los estragos causados por la crisis. El comportamiento, en este sentido, ha sido ejemplar, con la aparición, incluso, de nuevas agrupaciones dedicadas al reparto de alimentos y a brindar apoyo directo a las personas más golpeadas.

6. Innovadora y moderna

El Parque Tecnológico de Andalucía (PTA) ha dejado de ser una isla en la economía de Málaga. La receta de la innovación se ha implantado con fuerza en otros sectores, con reformas y adaptaciones que van desde la flota hotelera hasta la manera de vender activos como la gastronomía o los espectáculos. En lo que respecta a la comunicación interna, la provincia también ha dado un salto de calidad con piedras de toque como la inauguración del metro en la capital, que, pese al retraso histórico, vivirá nuevos capítulos en los próximos años. Otra actividad muy a tener en cuenta es la industria agroalimentaria, que emplea ya a casi 10.000 personas y que se antoja igualmente con mucha capacidad de crecimiento por delante.