Converger es llegar a un mismo punto desde destinos distintos sitios. Es una transición, un viaje o, como diría un literato, un paseo. Esa es la idea fundacional de la Unión Europea (UE) desde que grandes mentes políticas se sentaron en una mesa en Roma en 1957 y concluyeron que, para acabar con las matanzas periódicas en las que se metían franceses y alemanes desde principios del siglo XIX y que acababan arrastrando al resto del continente, lo mejor era vincularse en un gran espacio económico que, poco a poco, caminó hacia una unión política. Y, cada vez que un nuevo país se une, la idea es ayudarlo a converger. Eso pasó desde que España se sumó al club en 1986 y de ello, claro está, se han beneficiado tanto Andalucía como Málaga. La provincia es hoy, indudablemente, el corazón económico andaluz y uno de los polos de crecimiento del país, pero la crisis inmobiliaria y sistémica que azotó a todo el mundo, incluida la Costa del Sol, ha hecho que su convergencia en relación a los parámetros españoles y europeos sea lenta, costosa, difícil. De hecho, hasta 2008 la cosa iba bien, pero el tren descarriló en cuanto comenzaron a caer los chiringuitos financieros y promotores en todo el mundo.

Un dato lo explica bien: el PIB per cápita de la UE en 2007 fue de 27.800 euros; en Málaga era de 18.302 euros. En 2014, este indicador en la Eurozona era de 30.100 euros, mientras que en la provincia ascendía a 16.384 euros. En 2008, primer año de la crisis, el PIB per cápita de la UE era de 29.600 euros, frente a los 18.498 de la provincia. En términos relativos, el PIB per cápita de Málaga en 2008 suponía el 62,5% del de la UE; en 2014, era del 54,43%, es decir, la convergencia, debido a la crisis, había retrocedido varios puntos porcentuales y eso significa que la riqueza media, también.

No obstante, Málaga es un polo de atracción turística y económica para toda la Unión Europea, porque más allá del turismo, que ha sufrido la crisis pero sigue tirando del carro; y de la construcción, que se recupera pero nunca volverá a alcanzar los niveles de frenesí inmobiliario previos a la crisis, en la ciudad hay una importante apuesta por la economía del conocimiento y del I+D+i, lo que se concreta, por ejemplo, en el Polo Digital o el Parque Tecnológico de Andalucía (PTA), donde empresas de todo el mundo se instalan para producir aquí.

Eso sí, Málaga y Andalucía reconocen la importancia que los fondos de cohesión de la Unión Europea han tenido en su desarrollo. Ese dinero es el estímulo que necesitaba una economía exhausta en 1985, poco diversificada, basada en el ladrillo, el campo, la mar y el turismo y escasamente competitiva. El salto ha sido tal que Andalucía, muy castigada por la crisis y el paro y con desequilibrios sociales muy pronunciados, ha dejado de ser región objetivo uno de estas subvenciones a serlo en transición: ¿hacia qué? Volvemos de nuevo al concepto de convergencia, de camino, de paseo.

Desde 1986, la autonomía ha recibido 40.000 millones de dinero europeo. Parece casi nada en tanto tiempo, pero esa suma ha permitido a Andalucía superar la grave e histórica carencia de infraestructuras que impedía articular un territorio similar al de Portugal y dificultaba las conexiones con el resto de España. Se hicieron carreteras, infraestructuras hidráulicas, mejoras en los aeropuertos y muchos kilómetros de vías de tren. En el periodo 2014-2020, Andalucía recibirá de la UE 9.357 millones de euros, un 22% menos que en periodos anteriores porque ahora, volviendo al símil del camino, andamos más rápido.

Una vez que se pusieron los cimientos básicos, llegó el turno de hacer una economía andaluza competitiva, diversificando la producción, orientando nuestra capacidad financiera hacia el conocimiento, con parámetros ecológicos y sostenibles y, desde hace relativamente poco, aunque sean unos años, hacia la Investigación y el Desarrollo. Son pasos lentos, pero se dan.

Por poner un ejemplo, desde 1994 se han construido más de medio millón de kilómetros de vías de ferrocarril de ancho europeo y se ha conectado, verbigracia, Málaga con Madrid por Alta Velocidad (también con dinero estatal); otro ejemplo: desde 1994 y hasta 2009, se proyectaron 1.800 kilómetros de autovías, autopistas y carreteras, se construyeron más de 2.000 y se acondicionaron 1.300.

Málaga, por su parte, tampoco ha escapado, menos mal, de este dinero europeo. De hecho, la UE ha destinado a la ciudad casi 50 millones de euros desde 2009 invertidos en diferentes proyectos. Así las cosas, en torno a medio centenar de calles han sido reformadas, o van a serlo a medio plazo, con sumas de la UE. Se trata de buena parte de las actuaciones de peatonalización del corazón urbano, lo que tiene un impacto directo en la vida de los malagueños.

Asimismo, la capital de la Costa del Sol ha participado en diez programas europeos, la mayoría relacionados con el aumento de la calidad de vida y la sostenibilidad urbana.

Por otro lado, Málaga está entre las diez ciudades europeas con mayor calidad de vida, una exclusiva lista que encabezan Aalborg (Dinamarca), Vina (Lituania) y Belfast (Reino Unido), según el Eurobarómetro de la Comisión Europea. Este estudio recoge la percepción de los ciudadanos europeos sobre sus ciudades. También recoge la opinión sobre elementos tales como la contaminación acústica, los espacios verdes o la limpieza, tres aspectos en los que Málaga suspende, aunque la capital de la Costa del Sol sigue siendo una de las más pujantes en los últimos años gracias a la transformación de su corazón urbano.