Los malos tratos en personas mayores son una realidad. Una realidad silente pero que la estadística confirma: en 2016 hubo cuatro víctimas mortales de más de 65 años y 8 tenían entre 51 y 64 años. La cifra de 2017 va por la misma senda, tres mujeres de más de 75 años han sido asesinadas este año. Y tres hombres de más 65 las mataron: dos de ellos tenían más de 85.

Pese a que la realidad refleja que estas víctimas no solo existen, y que año tras año suman en el apartado de mortalidad, no hay un número que recoja cuántas son y cuántas piden ayuda.

El Instituto Andaluz de la Mujer en Málaga (IAM) cuenta en sus datos del 2016 con más de mil consultas de mujeres de más de 60 años y, aunque necesariamente no todas ellas acudan al organismo para pedir ayuda por malos tratos, muchas sí se dirigen al mismo como recurso judicial, de asesoramiento o como apoyo psicológico.

La coordinadora del IAM en Málaga, Rosa del Mar Rodríguez, señala que estas víctimas son doblemente silenciosas, porque al problema de la violencia de género se suma la edad. El año pasado la institución malagueña atendió, a través de su centro provincial y de los 20 municipales a más de 500 mujeres que superaban los 60 años, lo que supone el 7,09% del total. Para Rodríguez, la violencia de género en personas mayores supone un problema crónico. «La mayoría de casos se produce desde muchos años atrás», agrega, al tiempo que señala que estas víctimas, por un lado, tienen más normalizada la situación de violencia y, por otro, tienen una dependencia desproporcionada de su agresor llegando, incluso, tras una denuncia o separación, a seguir haciéndoles de comer o cuidándoles por su avanzada edad.

«La dependencia puede ser económica o emocional, aunque es esta última la que más las ata», reconoce la coordinadora, que apunta a que tras décadas de relación de pareja sienten la violencia como parte de su día a día. «Muchas utilizan expresiones como ´esta es la cruz que me ha tocado´ para confirmar que están resignadas», señala Rodríguez, que cree que muchas de estas víctimas también normalizan la violencia de género por su educación, en la que las intimidades y la vida privada no salen del ámbito doméstico.

A juicio de la responsable del IAM en Málaga, parte de la problemática que afecta a estas víctimas de violencia de género es la situación de aislamiento a la que el agresor las somete. «Si esto se da por décadas, llega un momento en que la mujer está destrozada psicológicamente y con pocas redes sociales, con lo que nos encontramos con una mujer sin amigos o familia a la que acudir», señala.

Pero, ¿y los hijos? Los hijos resultantes de una relación basada en la violencia también son víctimas pero cuando son mayores de edad la situación no difiere mucho de la de cuando eran niños. «Normalizan la violencia y hasta que no salen del entorno no saben cómo son las relaciones», agrega Rodríguez. Aunque al salir al mundo exterior muchos interiorizan lo que ocurría en el seno de su hogar, la cifra de familiares que denuncian sigue siendo ínfima. Según datos del último informe del Consejo General del Poder Judicial, referido al primer trimestre de 2017, tan solo una denuncia de todo el país había sido presentada por familiares. En 2016, la cifra total fue de 61.

Respecto a la dependencia económica, la coordinadora del IAM en Málaga apunta a que este es un factor más porque son sumisas al agresor, que suele ser quien ha trabajado, o bien porque ella se dedicó a los hijos, o porque él la aisló también del ámbito laboral.

Rodríguez admite que la cifra de malos tratos en ancianos es la punta de un iceberg y señala que en más de una ocasión la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales ha intervenido ingresando de urgencia a la víctima en una residencia de ancianos por su elevada edad para entrar en un centro de acogida urgente. Además, recientemente, el IAM ha firmado un convenio con el teléfono del mayor para atender estos casos.