Paradojas en la vida de un grande del periodismo. A la seis de la tarde de este viernes, la hora en la que nos reunía para elaborar la portada del periódico, Mijas lloró tinta en la despedida de Joaquín Marín Alarcón, su Hijo Predilecto, y se le impuso la Medalla de Oro de la ciudad durante una emotiva capilla ardiente instalada en el salón de plenos del Ayuntamiento para que todos los mijeños pudieran acercarse y firmar en el libro de condolencias. Fueron apenas diez minutos para honrar la memoria de uno de los mijeños más ilustres de los últimas décadas. Diez minutos intensos, en silencio, de los de verdad, para escuchar atentamente como el alcalde de Mijas, Juan Carlos Maldonado, trazaba una semblanza de Joaquín Marín Alarcón, exdirector de La Opinión de Málaga, y una de las referencias del periodismo en Andalucía y en Málaga en los últimos cuarenta años y que falleció la noche del jueves víctima de un tumor cerebral.

Mijas estaba triste. Había día de luto y las banderas ondeaban a media asta en todos los edificios municipales; pero Mijas estará huérfana en los días, semanas, meses y años venidores por que se ha ido una de las personas que más contribuyó a que este bello pueblo de la Costa del?Sol fuera aún más reconocido fuera de la provincia de Málaga.

A la capilla ardiente, además de un buen número de vecinos, asistieron el director general de gestión de Prensa Ibérica, Juan Antonio López Ruiz de Zuazo, en representación del grupo al que pertenece La Opinión de Málaga; casi toda la corporación mijeña; el exalcalde Antonio Maldonado; o el exgerente de La Opinión de Málaga, Aurelio Romero, que quisieron acompañar a los hijos de Joaquín, Pablo, Marta y Joaquín, como a su mujer Lola Pino, en la despedida de un amigo y un excelente director de periódicos.

Se le rindió tributo como se merecía y a escasos metros de la calle Málaga en la que nació un 28 de noviembre de 1947. El alcalde, Juan Carlos Maldonado, acompañado de casi toda la corporación municipal, recordó el día en que descubrió la placa instalada en su honor en su casa natal. "Decía que estaba enamorado de Mijas. Nosotros también de ti, Joaquín. Ese amor por tu tierra que has sabido inculcar a tus hijos y esa rápida respuesta cada vez que tus vecinos te llamaban para cualquier cosa, no ha hecho nada más que alimentar durante años ese respeto y devoción mutuos. Por eso, esta tarde sentimos una enorme tristeza y un vacío inmenso en nuestra ciudad".

Maldonado leyó también unos versos que emocionaron a todos los presentes: "En El Compás, bajo el manto de la Virgen de la Peña, se escucha el teclado de la redacción mijeña que canta los titulares del día: Mijas se despide con cariño de su Hijo Predilecto; Mijas rinde homenaje a uno de los grandes de la prensa; Mijas llora por el adiós a un enamorado de su tierra. Y la portada, Joaquín, será mañana y siempre: Mijas guarda en su corazón al periodista que hizo de este pueblo de callejuelas blancas un referente andaluz".

Pero si emotivo fue la capilla ardiente, más sentido fue el velatorio en Parcemasa y la misa funeral por la mañana, donde su hijo mayor, Joaquín Marín Domínguez hizo lectura de un texto de San Agustín ("La muerte no es el final"), que en su día entregara Jorge Guillén a su padre hablando sobre la muerte y la vida.

Comentaba un veterano periodista, con razón, que si todos a los que Joaquín Marín ha ayudado en su vida estuvieran presentes en el funeral, Parcemesa se quedaría pequeño. Aún así, fueron numerosas las personas que dieron ayer su último adiós y condolencias a la familia del periodista mijeño. Casi toda la profesión se acercó durante todo el día para saludar a unos de sus maestros y todos coincidieron en lo más importante: Joaquín era una buena persona.