­La amenaza de la sequía se va convirtiendo cada vez más en una realidad a medida que avanza el verano. Los meses que van de junio a septiembre son el periodo de mayor demanda de consumo de agua en de Málaga, especialmente en las zonas de litoral que multiplican su población por la llegada de turistas, y ello se deja notar en las ya de por sí diezmadas reservas de la provincia.

Al arranque de junio, los embalses malagueños contaban con poco más del 51% de su capacidad embalsada y, de mantenerse la tónica habitual de demanda de suministro, llegarán a finales de septiembre con las reservas más bajas de la última década, debido a un descenso del caudal que se ha ido certificando año tras año desde 2013. A fecha de ayer, los pantanos se situaban ya al 43% del total, con una caída en los hectómetros acumulados de casi 48 hectómetros cúbicos del 1 de junio al 31 de julio.

El verano pasado, el consumo de la provincia de junio a septiembre fue de más de 94 hectómetros, es decir, en esa línea Málaga llegaría al arranque del nuevo año hidrológico con apenas el 36% de su capacidad cubierta en sus pantanos (unos 220 hectómetros).

La parte positiva de lo que llevamos de temporada estival es que hasta finales de julio el consumo ha sido dos hectómetros menor que el ejercicio pasado. La parte mala y preocupante es que ya hay un embalse, el de La Viñuela, en situación de alerta por sequía y que a falta de lluvias, que raramente vendrán antes del otoño, los embalses del Guadalhorce llegarán a octubre también en esa misma situación -después de que ambos se encontraran en prealerta de sequía desde finales del verano pasado-. Los análisis de los técnicos de la Consejería de Medio Ambiente también apuntan en ese camino. En el caso de los tres embalses del Guadalhorce, su caudal podría quedarse en 120 hectómetros, lo que les dejaría en el umbral de sequía que señala el PES (Plan Especial de Sequía) de las Cuencas Mediterráneas, con un problema añadido: el descenso de las reservas haría que en éstas aumentara la salinidad, lo que a su vez dificultaría su uso para consumo humano.

Sólo en agosto del año pasado, el consumo en los embalses del Guadalhorce -que ahora suman 144 hectómetros cúbicos -los hizo bajar 15 hectómetros.

La Viñuela, por su parte, sumaba ayer 51,8 hectómetros, al 31% de su capacidad, y tres por debajo del umbral de sequía del PES, que en su caso es de 54,7 hectómetros -para entrar en estado de emergencia el límite está en los 24 hectómetros-.

A la espera de ver cómo evolucionan estos meses, la Junta ya está abordando las posibles medidas para paliar el déficit hídrico que se avecina a partir de octubre, cuando dará comienzo el año hidrológico. Entre esas actuaciones que se llevan barajando desde el año pasado podrían estar los aprovechamientos de los pozos que se abrieron en la anterior sequía, hace poco más de una década, en la Aljaima y Fahala -que ahora no están en uso y habría que arreglar-, así como el aprovechamiento máximo del azul de la Aljaima y de la planta desaladora del Atabal para que pueda aprovechar el caudal salino de los pantanos del Guadalhorce y también analizar los recursos subterráneos para ver qué podrían aportar, si bien la situación de escasez de lluvias ha hecho que los acuíferos no pasen por su mejor momento.

Otras obras de mayor calado serían las que se tendrían que realizar para que los trasvases entre distintas zonas de la provincia fueran posibles. Habría que afrontar el aumento de la capacidad de las conducciones existentes entre la Costa del Sol y la capital malagueña y, de momento, dado el estado de La Viñuela es imposible que el pantano que abastece a la Axarquía pueda ayudar a contar con más capacidad de abastecimiento. Otro tema que se deberá abordar en otoño será cómo satisfacer las necesidades de riego que tienen los agricultores de la provincia, tanto los de cultivos tradicionales como los de subtropicales, mayoría en la zona oriental.