«He tomado miedo a estar en mi casa, tengo angustia diaria», comentaba ayer Carlos Montero, inquilino desde hace unos 36 años en el bajo del número 31 de la calle Madre de Dios, frente al Teatro Cervantes, por el que paga algo más de 200 euros al mes.

En noviembre del año pasado, Carlos denunció en este diario un supuesto caso de acoso inmobiliario del propietario del bloque y de hecho, informa de que a comienzos de este año le interpuso una querella por este motivo.

El inquilino sostiene que en los cerca de ocho años que lleva el nuevo propietario, le ha dejado a su suerte y no ha reparado nada. Desde mayo del año pasado, el bloque se encuentra en rehabilitación, pero Carlos subraya que nada se ha hecho en su vivienda. «Tengo que tener la casa llena de trampas para ratas, que se suben hasta en la cama; hay cucarachas; grietas por todas partes; no tengo armario por la humedad y tampoco puedo poner lavadora, lavo la ropa en casa de una amiga», enumera, al tiempo que recalca que está en tratamiento por depresión, provocado por esta situación.

El otoño pasado, explica el inquilino, los abogados de ambas partes hablaron del realojo del Carlos durante las obras, pero no llegaron a un acuerdo. «Mi abogada pedía unas condiciones: una ubicación similar con los mismos metros cuadrados y que el propietario pagara la mudanza. «Pero sólo ofrecía 200 euros por la mudanza, cuando vale entre 3.000 y 4.000 euros porque aquí está toda una vida», cuenta.

En este tiempo, ha denunciado en la Gerencia de Urbanismo supuestas obras ilegales del propietario en el inmueble en rehabilitación, además de a algunos albañiles de la obra por supuesto trato vejatorio. Por otro lado, a una propuesta del propietario para sondear una posible salida del piso en alquiler le ha informado de que no se iría por menos de 150.000 euros. «No tengo disponibilidad económica para poder marcharme. Con ese dinero podría comprarme una casa o contar con un alquiler por 10 o 15 años», declara, aunque lo que reclama de manera urgente es el realojo.«Está en sus manos»

El propietario del inmueble, que prefiere no dar su nombre, declaró ayer a este diario que, «en varias ocasiones le he ofrecido un piso durante la obra, la última hace un mes y le comentaba a su abogada por burofax que como muy tarde, para el 10 septiembre, esperaba que me lo confirmara».

Además, negó que en la casa se estén haciendo obras ilegales de algún tipo. «Todo se está haciendo con un proyecto».

Con respecto a la querella presentada en enero dijo que no había recibido nada de ningún juzgado.

En su opinión, el inquilino «siempre ha querido dinero» y negó que exista acoso inmobiliario. «Yo no pretendo nada sino que me deje tranquilo, porque es algo insoportable y me está afectando la salud».

El propietario dijo no saber «qué hacer más» y recalcó que Carlos Montero tiene un derecho, «y lo respeto y hago lo que ese derecho me obliga; más facilidades no puedo darle». A este respecto destacó que al no salir el inquilino, está retrasando la obra de manera considerable, empezando por la rehabilitación de su vivienda». «La opción de irse mientras duran las obras está en sus manos», subrayó.

En noviembre del año pasado el propietario informó a este diario de que su intención era irse a vivir al inmueble. «En ningún momento he tenido la intención de acosar a nadie. Con 400 m2 que tiene la casa, que él tenga 60m2 da igual, me vale para vivir yo».