Como cada año, Málaga vive su semana grande. Las calles comienzan a abarrotar de gente ávida de risas y ambiente de feria. Sin embargo, pocos malagueños conocen la historia que envuelve esta semana tan especial para la ciudad y que gira en torno a un edificio tan emblemático y al mismo tiempo tan olvidado como es la basílica de la Victoria.

La historia de esta celebración se remonta a mucho antes de los abanicos y los vestidos de flamenca. Cuando la realidad de Málaga o Malaqa como se denominaba entonces, era un tanto diferente. Corría el año 1487 cuando más o menos por estas fechas, el ambiente de las calles no incitaba mucho a fiestas. Los reyes católicos, conscientes de la importancia del puerto de Malaqa para el reino nazarí establecieron un asedio en la ciudad cuyo campamento se encontraba en el templo que hoy guarda a la patrona de la ciudad. Las cosas no iban muy bien para el ejército cristiano. Los «moros» resistían al encierro y la peste empezaba a cobrarse sus primeras víctimas. Todo apuntaba a que sería un fracaso, sin embargo, un regalo estaba a punto de desembarcar en las playas de San Andrés. El Rey Maximiliano I de Austria envió al Rey Fernando la estatua de la Virgen de la Victoria, custodiada por dos monjes mínimos que portaban entre sus manos una carta de San Francisco de Paula, y en la que se predecía la victoria de los cristianos en solo tres días.

Así fue, al tercer día de recibir esta carta, cuando los musulmanes entregaron la llave de la ciudad en la conocida plaza de la Merced. Isabel la Católica achacó este triunfo a la estatua de la Virgen de la Victoria y quiso que descansara en la ciudad de Málaga por siempre. La historia de este templo es un poco larga de contar, pero se puede resumir en que la belleza reside en el interior, como bien decían los monjes mínimos que la diseñaron. Miguel Ángel Pérez, conoce bien la historia de esta basílica que, al fin y al cabo, como él mismo expresa, «representa la historia de Málaga».

Pérez pertenece a la Real Hermandad de la Señora de la Victoria y cada mañana, de lunes a viernes, entre las 10 y las 12.30 horas, pasea a aquellos que atraídos por la poca información que se deja ver entre los excelentes de Tripadvisor y Wikipedia, deciden arrimarse al tercer monumento más importante de Málaga.

Fernanda García y Juan Antonio Pedrero son algunos de los atraídos por este majestuoso templo, a pesar de las pocas referencias que lamentan que han obtenido a través de la web oficial del Ayuntamiento de Málaga. Su visita comienza en una de las salas que se esconde en los laterales de los jardines que rodean este grandioso edifico. Fernanda ya expresaba su entusiasmo por la visita con solo ver el majestuoso escenario sobre el que se asienta esta emblemática iglesia. Miguel Ángel les introduce en la historia antes de que comiencen en este misterioso viaje a través del tiempo y el arte. La primera parada es la cripta donde descansan los restos del Conde y la Condesa de Buenavista, quienes financiaron la reconstrucción de esta basílica, cuyo diseño pertenece en exclusiva a los monjes mínimos de San Francisco de Paula. O los victorianos, como se conocen en España.

Las luces de la cripta se apagan para entender mejor el mensaje que se esconde tras este diseño Rococó. Tanto Fernanda como Juan Antonio se quedan estupefactos con la sobrecogedora imagen que se muestra ante ellos al prender las luces. Justo frente a ellos, cuatro columnas que representan los cuatro elementos: tierra, fuego, aire y agua sostienen la estructura de la cripta al igual que mantienen el mundo terrenal. A su alrededor, una muestra de la vulnerabilidad de la vida en un viaje por lo terrenal que desvela, a través de figuras hechas de estoco, la supremacía de la vida frente a la muerte. La sensación dentro es casi terrorífica y se escenifica a la perfección con imágenes que dejan poco a la imaginación ese mensaje que los monjes victorianos predicaban: «Nadie escapa a la muerte». Nada, a excepción del alma, que se representa a través de la imagen de la cruz cubierta de oro y esmeraldas entre las figuras de los condes en posición orante. De la tierra al cielo a través de los 48 escalones que separan la cripta del camarín donde descansa la Virgen que ayudó a conquistar Malaca. A medio camino, San Francisco de Paula para guardar el viaje. Al llegar, Jesucristo y los doce apóstoles les dan la bienvenida frente a las puertas del cielo. Miguel Ángel les pide que esperen y tras un momento les abre las puertas del paraíso. Fernanda no contiene las lagrimas de emoción ante los 22 metros de altura de esta Torre celestial.

Arriba, el sol como símbolo de Jesucristo. Alrededor, la luna y las estrellas sobre la Virgen de la Victoria que reposa en un templete baldaquino apoyado sobre cuatro ángeles y la figura del mundo rodeada por un dragón como símbolo de la victoria de la Virgen María sobre el diablo. La estancia de los vivos en el cielo debe ser fugaz, pero no sin antes volver la vista hacía atrás para contemplar la única imagen que se conoce de la Virgen María embarazada sobre el símbolo de la familia Buenavista; el león sonriente coronado. A pocos pasos de ese sueño celestial se encuentra el museo que esconde grandes historias entre los regalos que entregaron a la virgen. El primero, un presente de la mismísima Anita Delgado, que representa, a través de un bordado de plata, la promesa de una madre preocupada por su hija y castigada por enamorarse de un «hereje». Junto a él, un manto bordado en oro que la mismísima Isabel II mandó hacer. A su lado, un manto sin oro pero con más de 500 años de antigüedad, regalo de los Reyes Isabel y Fernando. Entre el sinfín de presentes que guardan estos muros, también destaca la representación en miniatura del primer barco que consiguió dar la vuelta al mundo, el Nao de la Victoria. Al final de la visita, tanto Fernanda como Juan Antonio se preguntan el porqué de que uno de los monumentos más grandiosos de la ciudad no se encuentre señalizado en ningún lugar. Un lamento, ya que La Victoria esconde grandes tesoros del arte.

La Victoria, lujo de detalles

En las siguientes imágenes se pueden apreciar algunas des joyas que esconde el recinto de La Victoria

El camarín

El Lugar donde descansa la Virgen de la Victoria, cubierta por un cielo de 22 metros de altura y un sinfín de símbolos marinos.

La Virgen María Embarazada

Una de las pocas imágenes que se conocen en Andalucía de la Virgen María embarazada.

La Virgen de la Victoria

La imagen de la patrona de la ciudad, en composición con la cúpula que se dibuja en unas paredes con infinitos detalles.

El manto de plata de Anita Delgado

En la imagen se puede ver el trabajo realizado por 20 personas en escrupulosa mano de obra. El trabajo se realizó en París, pero la virgen nunca llegó a lucir esta fina prenda.

El Nao Victoria pone rumbo

En la imagen se aprecia una representación en miniatura del Nao Victoria. Se trata del primer barco en dar la vuelta al mundo. La embarcación fue bautizada con este nombre en honor a la patrona de Málaga.