La Semana Grande de la ciudad acaba recordando el porqué de estas fiestas. No todo en Feria es flamenco, cartojal y vestidos de gitana; hay una razón histórica, y la cabalgata que ha recorrido las calles del Centro de Málaga se encarga de recordarla.

El 19 de agosto de 1487, los Reyes Católicos reconquistaron Málaga tras cuatro años de asedio. En 1491 se decidió que una fecha tan señalada debería conmemorarse anualmente, y así surgieron los festejos de agosto. Aunque con el paso de los años la festividad ha ido tomando un cauce diferente.

Por ello, la tarde-noche del domingo se traslada a la época medieval y la plaza de la Aduana, donde comenzó la cabalgata, acoge una recreación histórica de la entrega de llaves de la ciudad.

En la plaza no paraban de agolparse personas que no querían perderse un suceso que tuvo lugar hace ya 530 años.

Cuando el reloj marcaba las 20.00 horas, Isabel y Fernando ocuparon su trono ubicado al lado de la Alcazaba. Este, ataviado de rojo, iba adornado con el escudo de los Reyes Católicos en el centro y, a ambos lados, resaltaban dos estandartes con el lema: «Tanto monta, monta tanto».

Una vez que ocuparon sus sitios, la danza árabe fue la protagonista. Cuatro grupos de cinco bailarinas danzaban entreteniendo al público y al bando cristiano mientras la música oriental envolvía el ambiente. Tras la actuación, desde lo más alto de la fortaleza apareció el bando árabe encabezado por Ali Dordux, el comerciante que se encargó de negociar la rendición de la ciudad.

«Majestad, reciba mi espada en señal de rendición de esta plaza», recreó el actor. «Y reciba también la llave de nuestra querida Alcazaba», concluía.

Fernando, tras recibir ambos objetos, contestó fiel a la historia: con este gesto Málaga se incorpora a la corona de Castilla. Que ondee la bandera de Castilla desde la torre más alta de la Alcazaba». La plaza se unió en un aplauso colectivo mientras sonaba la música y la bandera era movida por la breve brisa malagueña.

«Que dé comienzo la cabalgata por las calles de Málaga», apuntó la reina Isabel inaugurando un desfile que cumple este año su séptima edición.

Desfile

Abría el desfile la banda, posteriormente, los musulmanes enfundados en elegantes trajes negros, azules y blancos en los que predominaban los brillos y abalorios dorados, recorrían las calles del casco histórico que se llenaban al paso de la comitiva. Tras ellos, las bailarinas que danzaban anteriormente continuaban con sus bailes orientales a la vez que eran ovacionadas en cada pasaje en el que realizaban un espectáculo de abanicos, capas y espadas. A continuación, el bando cristiano era representado por caballeros medievales que lucían una indumentaria simbolizada por los colores de la Corona de Castilla. Cuatro de ellos amenizaban el formal desfile con una demostración del manejo de la espada.

Desde la plaza de la Aduana, pasando por calle Santa María, Molina Lario, plaza del Carbón, calle Císter y vuelta a la plaza colindante con el Teatro Romano, el incienso que la Orden Trinitaria oscilaba a su paso perfumaba las calles malagueñas. Después de dicha familia religiosa aparecían Isabel y Fernando a cuya entrada en la calle Marqués de Larios fueron aplaudidos como si la ciudad se encontrase sumergida por completo en el siglo XV.

Y así, más de 200 figurantes rememoraron, un año más, la toma de la ciudad de Málaga en un desfile que duró alrededor de dos horas y al que decenas de personas se encargaron de acompañar a lo largo de todo su recorrido.