Contaminación

El plástico asfixia la vida marina

En el litoral malagueño se han registrado un total de 43 varamientos de delfines y tortugas marinas en lo que va de año

El equipo de veterinarios del CREMA rescata a un calderón varado en la playa.

El equipo de veterinarios del CREMA rescata a un calderón varado en la playa. / La Opinión

Amanda Usero

Hay más de 50 billones de plásticos vagando por el mar, sin rumbo, amenazando especies y siendo el culpable de una gran parte de la contaminación de los mares y océanos. Estos datos, revelados por un estudio científico de Greenpeace, son, cuanto menos, preocupantes debido a la persistencia de estos residuos en el medio marino y su facilidad para dispersarse. Lo más desolador es pensar que el ser humano es el causante de este daño. Y es que, según Greenpeace, el 80% de los residuos marinos proviene de tierra, mientras que el 20% restante de la actividad marina.

En España, según un muestreo de Greenpeace en 2015, se recogieron alrededor de 320 objetos de basura por cada 100 metros de playa. De ellos, el 75 por ciento eran de plástico. Hay 30 millones de latas y botellas en el océano.

Aunque la punta del iceberg es la suciedad, el problema de base consiste en ser conscientes de que un pequeño detalle como recoger un envoltorio que se te ha caído contribuye a acabar con un problema mayor: la repercusiones de estas acciones en la vida marina.

Hay más de 660 especies marinas en todo el mundo documentadas como afectadas por los plásticos, según un estudio que la Asociación Escocesa de Ciencias Marinas (SAMS) publicó este miércoles que, encabezado por la bióloga marina Winnie Courtene Jones, ha descubierto que alrededor de la mitad de las criaturas marinas que viven a una profundidad de más de 2.000 metros en el Atlántico Norte podrían estar comiendo microplásticos.

Este estudio habla sobre un campo poco investigado: las aguas profundas. En las zonas costeras se están llevando a cabo labores para saber cómo está afectando esta situación al ecosistema marino, pero quizá el mar profundo es el lugar final en el que se instalan los plásticos y, como consecuencia, las criaturas que viven allí también se podrían estar viendo afectadas por esta situación.

Pero esta realidad, que parece lejana o ajena a las costas españolas, está más presente de lo que la mayoría piensa. El Centro de Recuperación de Especies Marinas Amenazadas de Málaga (Crema) se ha encontrado, en lo que va de año, con un total de 43 varamientos de cetáceos y tortugas.Casos en la provincia

«En la mayoría de los casos, las tortugas llegan en mal estado por culpa del hombre. Lo normal es que traigan basura o plástico ingerido, enganchado o estrangulándolas», explica el director de Crema, José Luis Mons.

El año pasado, cuando fueron atendidos un total de 64 ejemplares a lo largo de todo 2016, hubo 14 varamientos de delfines en tres semanas. Por ahora, en 15 días ya ha habido 12. «Es un repunte con respecto al año pasado, pero hasta que no acabe el verano no sabemos si es significativo o no», afirma Mons.

Hay dos aspectos que son los que más afectan a la vida marina, según explica el director del Crema, «por un lado está la contaminación a través de fábricas y residuos, porque gastamos mucho más de lo necesario, algo que debe pasar por un consumo más responsable». Prueba de esta afirmación es el aumento masivo en la producción de plástico. Greenpeace afirma que hace cinco años se llegó a los 299 millones de toneladas, lo que supuso un aumento de casi 100 millones de toneladas con respecto a principios de siglo. Muchos de estos artículos de plástico se crean para un único uso, haciendo que se generen grandes montañas de residuos que, en muchos casos, acaban en vías fluviales u océanos.

El otro motivo es «la sobrepesca. Si hay poca comida para que la población marina pueda alimentarse y crecer, hará que si no la encuentran se debiliten y mueran», establece Mons.

El Crema creen que, además de trabajar en la recuperación de los animales, una parte importante de su labor pasa por educar a la población. La única forma de sentir empatía es conociendo el problema, por ello organizan muchas actividades con niños. «Hay que cambiar la mentalidad de las nuevas generaciones, inculcar una actitud reflexiva porque a veces actuamos de forma mecánica y si supiésemos que lo que hacemos tiene unas consecuencias, quizá no lo haríamos», dice Mons. Y es que la esperanza de un mundo mejor está en la mentalidad de los más pequeños.

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