Es sabido que no se existe en política si no se generan titulares. Podemos encontró en el fervor de la crisis las condiciones idóneas para crecer como la espuma y acabar sellando su entrada en las instituciones del país. En 2015, a las puertas de un vorágine electoral, la dirección nacional del partido, liderada por un carismático Pablo Iglesias, tomó una decisión cuyas consecuencias se están pagando ahora. Para llegar con la camiseta impoluta, se estableció que ninguna demarcación territorial se presentara a las municipales de 2015 bajo la marca oficial de la organización. A un ya olvidado José Antonio Vargas se le invitó a retirar la pancarta de Podemos en una rueda de prensa conjunta con Ysabel Torralbo. De la confluencia fracasada con Ganemos se engendró Málaga Ahora y sólo hay que recordar la pésima imagen que dieron sus cuatro concejales. La guerra de las facturas cruzadas desembocó en la salida de Juan José Espinosa. Desde que aquel indecoroso espectáculo dinamitó a Málaga Ahora, anda peleando para que le reconozcan como concejal de Podemos. Olvidando, en este caso, un asunto fundamental: Podemos no está en el Ayuntamiento. Por más que Espinosa se aplique no puede dividirse. El que menos tiene suele ser casi siempre el que menos obtiene, y Alberto Montero resume la principal restricción que se aplica ahora mismo a Podemos en una escueta frase: «Nuestro problema es que estamos fuera de la principal institución de la ciudad». La formación que quiere cambiar la historia de la ciudad no está donde se deciden los asuntos de la ciudad, y eso es un dilema.

La ausencia de Podemos en el Ayuntamiento engancha, a su vez, con el principal reto que tiene la formación morada. Preparar, esta vez sí, el desembarco definitivo en el Ayuntamiento. Con dotes para el pensamiento ambicioso, Montero se ha marcado el objetivo de revalidar lo sucedido en el Ayuntamiento de Madrid. Cambiar al PP por un gobierno de confluencia que el secretario general de Podemos sitúa a «la izquierda del PSOE». Los cimientos que requiere semejante proeza electoral no existen, sin embargo, ahora mismo. Da la impresión de que el actual consejo ciudadano funciona a medio gas, si es que funciona. Lleva sin convocarse desde el pasado junio. Lejos queda el brillo que emitió cuando fue constituido en clave conciliadora tras el triunfo de Montero en las urnas. En el día a día la presencia de Podemos en Málaga se ha reducido al acompañamiento de los diversos colectivos que reivindican mejoras en la ciudad. El abrazo de Pablo Iglesias a los bomberos de Málaga fue un golpe de efecto pasajero que no puede compensar la falta de presencia en los barrios.

La idea de trabajar para algo que pudiera ser, pero que todavía no es, pesa como una piedra en la maleta. Muchos que van a manifestarse cuando toca apoyar a Las Kellys en sus justas reivindicaciones lo harían igualmente, aunque no existiera Podemos. La lucha en la calle tiene evidentes limitaciones. Montero, directamente, asegura que uno de los principales debates que ha dividido a Podemos cuando sus batallas internas se libraron con mayor fervor, el de calle o institución, siempre ha sido un «debate falso». «Cuando estábamos en la calle queríamos entrar en las instituciones. Cuando mayor presencia tengamos, mejor», añade para resaltar que el principal debate que debe afrontar ahora Podemos en Málaga es el ver en qué condiciones se acude a las elecciones municipales de 2019.

Una amplia confluencia

Aunque la voluntad de crear un espacio de convergencia para las diferentes sensibilidades de izquierda de la ciudad acabó en fracaso, Montero cree que la gestación de una candidatura para 2019 debe orientarse en lo que fue Ganemos. Intento frustrado, entonces, pero, según Montero, acertado en su gestación inicial. «Hay que buscar los espacios de confluencia más amplios posibles para lograr un proyecto que sea capaz de liderar el cambio en la ciudad», explica el líder de Podemos. En este anhelo de conseguir lo que no fue posible en 2015, Montero no concede espacio a que posible rencillas personales difuminen el debate principal. «Hay que mirar lo que nos une y lo que nos separa», manifiesta que Podemos se orientará, de entrada, en las directrices marcadas por la dirección autonómica. De cara a las posibles confluencias, la cúpula de la formación morada, con Teresa Rodríguez al frente, sitúa a Izquierda Unida como el interlocutor número uno. El partido preferente a la hora de afrontar la confluencia. Así se refleja en el marco general establecido por Podemos Andalucía. En el último documento político elaborado por la formación morada a nivel regional, se precisa que una unión con IU establecería «la unidad como forma explícita de parar al PP». Fabricar una confluencia no será fácil. Y luego, guste o no, habrá que entenderse con el PSOE. En los ayuntamientos no saldrán las cuentas sin los socialistas.