La Costa del Sol, en general, y la capital, en particular, son ya destinos maduros. La ciudad ha experimentado un gran crecimiento tanto en turistas como en la calidad de quienes nos visitan gracias a la apuesta por el turismo cultural. El litoral, por su parte, también bate récords año tras año, pero ahora, con el siglo XXI ya bien entrado, el reto no es sólo alargar la temporada alta, sino que hay que buscar la sostenibilidad dentro de la madurez, hacer frente al problema de las viviendas turísticas no regladas, que han venido para quedarse y abogar por mejorar la profesionalización de los trabajadores del sector turístico con más formación, por ejemplo del personal de sala de los restaurantes, que deberían seguir el camino de los cocineros. El mesón Cantarrana (Sánchez Pastor, 10) organizó el pasado martes, 19 de septiembre, el foro mensual en el que se debate sobre temas de actualidad que afectan a los malagueños. En esta ocasión, acudieron el gerente de Turismo Costa del Sol, Arturo Bernal; el director de Málaga Convention Bureau, Francisco Quereda; el gerente de la Asociación de Empresarios Hoteleros de la Costa del Sol (Aehcos), Antonio Aranda, y Javier Frutos, vocal de la asociación de empresarios hosteleros (Mahos-Amares).

Explica Quereda que la capital ha experimentado un 13% de incremento de turistas alojados entre julio de 2016 y el mismo mes de 2017. «Va a más», apunta. Ahora, el reto es recuperar el turismo nacional, que es el que más «ha sufrido la crisis». También se está yendo a mercados como el asiático (Japón y China, fundamentalmente). «Si vas a los mercados apropiados, puede que Málaga tenga ese turismo que queremos», aclara.

Antonio Aranda, por su parte, recuerda que este verano han crecido las pernoctaciones y el empleo (un 2% las primeras y un 7% el segundo, un 18% si se suman los datos de 2016). Ahora, en su opinión, lo fundamental es «tener un personal cualificado y un visitante fidelizado; este año estamos fidelizando a los clientes que nos visitan por primera vez. Tenemos algo de turismo prestado y debemos mostrarles nuestras cualidades, darles una sonrisa y un abrazo».

Javier Frutos destaca que los hosteleros han visto aumentar su facturación ligeramente y reconoce el camino que se ha recorrido. «Cuando se empezó a hablar del turismo de museos, la calidad del turista comenzó a crecer; se mantiene la calidad y sube el volumen de ese turismo. Además, los hosteleros hemos hecho muchas inversiones durante la crisis».

Arturo Bernal dice que entre junio y septiembre, a falta de cerrar los datos, han visitado la provincia siete millones de turistas. En 2017, se espera cerrar con 12,5 millones (más de 30 millones de pernoctaciones). Bernal destaca que el trabajo de empresarios y administraciones públicas se ha centrado históricamente en la Costa del Sol en luchar contra la estacionalidad, y destaca que muchos hoteleros no abren en invierno porque aprovechan esos meses para invertir en sus establecimientos y reformarlos, por lo que ve complicado crecer mucho más. Es decir, tenemos un destino maduro. ¿Cuál es el reto? «Nuestro reto ahora es la sostenibilidad, buscar un mantenimiento de la rentabilidad del destino en su conjunto, todo el año, y sin menoscabar los elementos de recursos que son los que nos hacen un destino diferente: medioambientales, los económicos y los socioculturales. La Costa no puede prostituirse para dejar de ser un destino diferencial y convertirse en una especie de marca blanca», reflexiona, para insistir en que el elemento diferencial es «la idiosincrasia que tenemos como pueblo». Por cierto, destaca que las crisis nunca han sido bien gestionadas en la provincia, pero, a cambio, «estamos sabiendo gestionar la abundancia, veo a los empresarios haciendo inversiones muy importantes» y no sólo se refiere a los hoteleros, sino también a los hosteleros y a otro tipo de iniciativa privada (parques temáticos, etcétera...). «Hay que poner el foco en la sostenibilidad», aclara.

Francisco Quereda dice que en la capital, por ejemplo, una de las líneas maestras es la descentralización del turismo en el Centro, por eso se hicieron el Soho o el puerto y por eso se aboga por segmentos como el avistamiento de pájaros, el turismo de moda o de compras. Ahora, él sí identifica una amenaza: las viviendas turísticas y destaca que en la capital hay 11.000 plazas. «Es importante que haya una legalidad, un mapa de calor de qué zonas tienen más o menos pisos de este tipo, porque deberán nutrirse de servicios como restaurantes, supermercados, etcétera...». Lo que Quereda no ve por ningún lado es la posibilidad de imponer una tasa turística (otra cosa es gravar los impuestos que pagan). «La tasa turística asusta, porque al final la pagan el turista y ahora mismo los hoteles», destaca. Esto se está regulando ahora.

Arturo Bernal, por su parte, asegura que «le gustaría pensar que las medidas públicas, en las que los municipios tienen una gran responsabilidad, no se van a limitar a establecer tasas, prohibiciones, moratorias o restricciones en las ordenanzas». Él considera que hay que debatir cómo se legisla sobre los pisos vacacionales y ha de ser un trabajo conjunto. Son los municipios los que deben meter mano a este asunto. «La vivienda turística ha venido para quedarse porque satisface espectativas de alojamiento de una parte de la población, que ya no piensa en ir a un hotel salvo en determinadas modalidades. Tenemos que regular la calidad, sin duda, hay muchas formas de hacerlo y más imaginativas. La Junta y la Diputación ya han dicho que no a la tasa». Propone, por ejemplo, que se imponga que las viviendas turísticas tengan una superficie mínima, como las habitaciones de los hoteles de cinco estrellas.

Aranda destaca que él personalmente participó en la negociación del decreto de la Junta sobre apartamentos turísticos, pero él pone el foco sobre las viviendas no reguladas. «Estamos a favor de la vivienda con fines turísticos, porque ha venido para quedarse, siempre y cuando cumpla con las de la ley, igual que nosotros». Es decir, que paguen los impuestos correspondientes. No están de acuerdo, sin embargo, con la imposición de una tasa turística generalizada.

«Los hoteleros somos los que la vamos a pagar. Estamos a favor de que se regulen y las viviendas turísticas paguen los impuestos que pagan los hoteles». Además, destaca los problemas de convivencia que generan a veces los visitantes de estos pisos y el alza en los precios del alquiler en la capital, lo que perjudica a los malagueños. «Según el Pepri Centro tú no puedes abrir apartamentos turísticos conjuntos pero sí todas las viviendas turísticas que te dé la gana. Es inconcebible», recalca.

Bernal, por su parte, destaca el modelo de turismo cultural por el que ha optado la ciudad, al que se suman los cruceros, los idiomas y los negocios. «Hay cosas que cuando se evoluciona generan hipotecas. ¿Hemos perdido algo de frescura? Es posible. ¿La ciudad vive mejor que hace treinta años? Absolutamente». Insiste en que el pasado está demasiado cerca aún como olvidarlo cuando se hacen críticas.

Frutos está a favor de regular las viviendas turísticas, al igual que los restaurantes que se montan en casas particulares, pero insiste en que hay que avanzar hacia una mayor profesionalización del sector, camareros, cocineros y empresarios, porque al final son estas personas las que tienen contacto con el turista. Quereda aclara que «la actitud y la aptitud de los profesionales marca el turismo de calidad. La hospitalidad en Málaga es innata. La actitud la tenemos, hay que seguir trabajándola, pero la profesionalización es importante: las escuelas de hostelería, las prácticas, fidelizar a los clientes; si no tienes buenas experiencias y si el profesional no te trata bien, no vuelves». Bajo su punto de vista, es necesario que la ciudad cuente con más hoteles de cinco estrellas, como el que se plantea en el dique de Levante, para acceder a un turista de alto standing y hacer más convenciones.

Antonio Aranda, de Aehcos, se queja de que la categoría cinco estrellas gran lujo no existe en la legislación andaluza. Quereda insiste en que son muy necesarios. «Un hotel como el del puerto, con 350 o 400 habitaciones, nos haría llegar a segmentos corporativos, podríamos traer convenciones que no vienen a la ciudad».

En relación a la formación, Bernal señala que «las escuelas nos han hecho evolucionar de forma impensable; ahora cualquier pequeño restaurante te sorprende con un plato; pero hay que hacer lo mismo con el personal de sala, dotarlo de esa dignidad profesional, son tan importantes como un policía o un taxista». Javier Frutos destaca que el cocinero sí ha subido en la consideración social, pero hace hincapié en la necesidad de formar también a los empresarios.

«El problema es que el turismo fue un sector refugio en la crisis, cuando fue mal la construcción, pero es una profesión muy importante como la del policía o el taxista, es el contacto con el turista, es importante hasta cómo sirve la mesa, porque no es un servidor de platos, sino un comercial de la casa», reflexiona Arturo Bernal, a lo que Frutos opone que hay mucha gente que, durante y después de la crisis, montó un bar y lo perdió todo. Aranda, por cierto, destaca: «Hay que inculcar a los cocineros que no todos van a ser Dani García; hay tres, cuatro o dieciocho. Muchas veces no tienes dieciocho minutos para hacer un plato. Hacemos mucho hincapié en que las escuelas también los preparen con el tema de los bufetes». Bernal, por último, insiste en que ahora puedes segmentar y buscar el turista que quieras gracias a las nuevas tecnologías, lo que se constata en las últimas campañas.