«Existe algo mucho más escaso, fino y raro que el talento. Es el talento de reconocer a los talentosos». Aunque redundante, la frase del ensayista Elbert Hubbard define a la perfección el gran reto que el sistema educativo español aún tiene con el alumnado de altas capacidades (AACC). Con un escaso 0,65% de estudiantes censados o, lo que es lo mismo, identificados como poseedores de algún tipo de talento -simple o complejo-, Málaga está a la cabeza de Andalucía -donde la cifra es del 0,60%- en porcentaje de niños y jóvenes identificados como poseedores de determinadas cualidades que les hacen destacar.

Este pequeño porcentaje equivale a unos 1.900 alumnos del total de 336.700 que componen las enseñanzas obligatorias y postobligatorias de la provincia. En España, donde raramente se supera el 0,25% de niños identificados, la situación es aún peor. Sin embargo y aunque «todo comienza con la detección, donde es evidente que ya encontramos el primer escollo» -según los expertos reunidos hace unos días por la Asociación Malagueña para el Apoyo de las Altas Capacidades (ASA) en el Colegio El Pinar-, los mayores problemas son los que se presentan en el ámbito de la intervención en el aula.

«Etiquetas, incomprensión, falta de adaptación, miedo, o desconocimiento» ensombrecen un día a día que, lejos del mito de «como es tan listo no necesita ayuda», termina por «desmotivar, aburrir y, finalmente, provocar la desconexión del alumno, que suele incurrir en conductas disruptivas o problemas de actitud», explica Laura Díaz, experimentada docente y una de las vocales del equipo directivo de ASA Málaga, quien lamenta que, más allá del estereotipo y pese a sus grandes potencialidades, «nos encontramos con cifras de fracaso escolar que van del 50 al 70%; lo que evidencia que en algo seguimos fallando».

En los mismos términos se expresa la psicóloga, pedagoga y Orientadora Lola García Román, también colaboradora de ASA Málaga y coordinadora de equipos de Orientación Educativa especializados en AACC de la Consejería de Educación: «Uno de los errores más comunes que solemos cometer es confundir altas capacidades con alto rendimiento; dos conceptos que no tienen nada que ver. Sin una ayuda, una guía adecuada por parte del profesor o maestro, y una correcta intervención en el aula; este alumno tiene muchas más posibilidades de fracasar».

Román apela al ingenio y a la capacidad de innovación de los equipos docentes, «al despliegue de nuevas estrategias que tengan en cuenta las necesidades de unos niños y jóvenes que son una fuente inagotable de ideas. Hablamos de chicos y chicas muy creativos. Tanto, que en muchos casos suelen ir por delante del propio profesor; lo que no siempre es bien entendido», continúa García Román.

Una línea de actuación en la que abunda Laura Díaz, para quien los docentes «debemos ser capaces de emplear todos los recursos para acercarnos a estos estudiantes desde otro punto de vista, adaptarnos a su idiosincrasia, pues no todos los alumnos de altas capacidades presentan las mismas características y condicionantes -ambiente familiar, nivel socieconómico, entorno-. Por ello, debemos dedicar más tiempo a conocerlos y usar herramientas imaginativas».

Los psicólogos Diego Tomé y Sara Gálvez abordaron la importancia del componente emocional en la actuación con el alumnado de altas capacidades con dinámicas de trabajo en grupo en las que participaron los más de 60 docentes que integran El Pinar.

Completó el cartel de esta experiencia piloto la neuropsicoeducadora Macarena Soto Rueda, para quien los aspectos más importantes en la gestión del aula son la seguridad, motivación y pertenencia para propiciar un entorno adecuado y positivo en el que los alumnos de altas capacidades puedan dar el máximo de su potencial.