Encima del pesado escritorio en forma de cubo se apila un tocho de papeles leprosos. Las esquinas, una mezcla entre color mantequilla y un marrón mugriento, dan una idea de la vejez de los documentos. Los nombres que aparecen de manera florida pertenecen a personas que han fallecido hace tiempo. El olor a viejo de las láminas se mezcla con la tímida luz amarillenta que proyecta el flexo. Es una escena habitual que se repite cada vez que alguien desea hacer una incursión en sus propias raíces. En algún momento, cuando Gutenberg debía estar dándole vueltas al invento de la imprenta, el campesino Juan Francisco de los Prados dejó embarazada a una mujer cuyo nombre se desconocía entonces. Casi medio siglo después, el apellido De los Prados sigue apareciendo en el censo. Para saber el porqué, hay que tirar de la ciencia de la genealogía. Una disciplina que engloba a los estudios relacionados con los antepasados y la descendencia de una familia. Antonio Lara, historiador e investigador malagueño, conocido, sobre todo, por sus trabajos en el campo de la heráldica, sabe cuáles son las dificultades a los que se enfrentan quienes buscan los orígenes de su existencia. «Es un trabajo, ya no de chinos, sino de mandarín», precisa quien ha sido capaz de reconstruir el árbol genealógico por parte paterna, hasta remontarse al siglo XVII. Conocer el pasado. Resolver el interrogante de quiénes han sido mis tatarabuelos. Son las motivaciones detrás de la genealogía. Aunque no exista un genealogista profesional como tal en la provincia de Málaga, son varias las personas, amantes de los archivos y de la investigación, que husmean en el pasado para rastrear las huellas del pasado.

La exitosa aproximación a un árbol genealógico requiere, según precisa Lara, dos elementos básicos: la ilusión y el tiempo necesario para pasar muchas horas entre archivos que se amontonan en los juzgados y entre la documentación eclesiástica. «En los juzgados están las partidas de nacimiento. Al tratarse de un documento reglado, con mucha información, puede servir como punto de partida ideal. Otro fondo de búsqueda son los padrones. Lo más interesante, sin embargo, está en los libros parroquiales por ser los que más se remontan en el tiempo», detalla. La importancia de las ojas parroquiales en esta búsqueda está directamente relacionada con el Concilio de Trento. Desde 1563, las parroquias quedaron encargadas de recoger en libros los datos de sus feligreses. Especialmente, los datos sobre nacimiento, matrimonio y defunción. Estos documentos son fundamentales para el conocimiento de datos familiares, a través de las partidas de bautismo, matrimonio y de defunción.

El genealogista o la persona que sigue sus huellas pasa así por ser un recolector de información que debe ir sorteando barreras. No siempre es posible que se abra luz en el camino. El propio Lara ha experimentado lo que es toparse con un callejón sin salida. Por parte de su madre, le ha sido imposible completar el árbol genealógico debido a la falta de información que se debe a la pérdida de documentación. En Málaga, se han extraviado muchos legajos. Agujeros negros que hacen imposible reconstruir el pasado. Aunque lo principal es pensar en la Guerra Civil y los episodios de asalto a las parroquias, Lara fija otros acontecimientos históricos como clave. Hay que remontarse al siglo XIX. De 1808 a 1812, Málaga fue ocupada por los franceses. El expolio campó a sus anchas. La destrucción de imágenes se juntó con la quema de documentación. «La idea detrás de estos actos era la de aniquilar la historia un pueblo», subraya Lara. Pero no hubo sólo episodios cruentos basadas en guerras y batallas. En 1907, Málaga sufrió una de las mayores inundaciones del siglo XX y muchos legajos se destruyeron con la acción del agua.

La ciencia de la genealogía no es un campo cerrado. Como tal, todo el que lo desee se puede lanzar a la búsqueda de sus antepasados. ¿Cómo se realiza la primera aproximación? ¿Cuáles son los documentos indispensables para abrir el camino? Basta, a priori, echar mano de la cartera y consultar el DNI. Los nombres de los padres sirven como rastro. A partir de ahí, visita a los juzgados para consultar las partidas de nacimiento. Cuando se trata de construir un árbol genealógico, la fiabilidad está en el lado de la madre. Escuchada la explicación que hace al respecto Lara, la razón es obvia: «Una mujer concibe, padres puede haber muchos». Una vez recabados los datos, la creación del árbol genealógico se asemeja mucho al trabajo de un artista. La ceremonia de creación que comienza a partir de un tronco común. Se extiende en el tramo de los laterales. El más común es el árbol descendente. De los padres, hacia atrás en el tiempo. «Puedes llegar hasta la quinta generación, la sexta, la séptima...», asegura Lara que, a cada paso, se va dificultando la búsqueda. «Insisto, Málaga, concretamente, tiene muchísimos problemas por la falta de documentación», remarca Lara. En teoría, el árbol genealógico no se puede completar nunca. Es infinito. Cada respuesta da pie a nuevas preguntas. El límite lo marca la documentación. Una vez que se carece de ella, el interesado en ampliar las ramas sabe que se ha topado con un callejón sin salida.

El apellido esconde pistas

En muchos casos, los propios apellidos ya dan una información sobre los orígenes de las generaciones anteriores. Hay algunos que esconden claras alusiones, bien al oficio de su portador o al entorno en el que éste desarrollaba su vida. «Los apellidos salen de oficios, de problemas fisiológicos que pudiera tener el individuo, del medio que le rodeaba». Moral, Mora, Morales, Del Moral. Son sólo uno de los muchos ejemplos. En este caso, da pistas sobre el entorno en el que se vivía, con presencia de este tipo de arbustos. Esto es un fenómeno que, según precisa el experto, se da en todos los países.

A modo global, si hubiera que buscar a los genealogistas más refinados del planeta, el viaje llevaría a Estados Unidos. A Utah, concretamente, donde se asienta la comunidad religiosa de los mormones. Creen que las relaciones matrimoniales y familiares pueden continuar después de esta vida. La obsesión por documentar los lazos familiares, les ha llevado a tener biblioteca de genealogía más grande del mundo.