Seguro que Antonio Tajani, presidente del Parlamento Europeo, no pensaba el pasado miércoles, al vincular el turismo con la creación de empleo, en esos hoteles del centro de Europa donde, pasadas las diez de la noche, la recepción se queda desierta y aquel cliente que llega fuera de hora debe armarse de paciencia y «pelear» contra un ordenador -sencillo para todos no lo es- para que el programa identifique su reserva y la máquina le entregue la llave de la habitación. Seguro que el mandatario europeo no pensaba en ello, pero este nuevo sistema para acceder a la habitación de un hotel sirve como ejemplo para explicar el mensaje que lanzó, en pleno hemiciclo del Parlamento Europeo (al completo por cierto), en el Día Mundial del Turismo celebrado esta misma semana. El turismo, pese a que como todos los sectores económicos debe beneficiarse del avance de la tecnología, aparece ahora mismo también como el gran granero de empleo en una supertecnológica Unión Europea por la que se mueven al año 500 millones de turistas, muchos de ellos para disfrutar de Canarias, la Costa del Sol, Mallorca, Ibiza, Benidorm, las islas Cíes, la Costa Blanca, el Camino de Santiago€ o las murallas de Zamora y su soberbia Catedral.

¿Y por qué? Pues porque el recepcionista, el sumiller, el cocinero, la camarera de pisos... son, han sido y serán, en sí mismos, una parte fundamental para que el visitante de un destino disfrute al máximo de su experiencia turística, repita y no comience la primera noche de sus vacaciones peleando con un ordenador para que la máquina decida si pasará la noche en la habitación reservada, o en el sofá de una recepción hasta la que no volverá un ser humano hasta la mañana siguiente.

Hay una máxima en la que seguro tampoco pensó Tajani en su reflexión sobre el futuro del turismo en Europa. Aquella que bien conocen los rectores de los hoteles. Un huésped puede haber disfrutado del resort de vacaciones, de la playa, del parador en un rincón del interior, del mejor hotel urbano, pero si al final el mensaje es «todo muy bonito pero la limpieza de la habitación€.». Ahí está la clave. En la excelencia del trabajador en cualquier eslabón de la cadena.

Tajani lo anunció. En los próximos diez años el turismo aparece como una actividad estratégica para generar empleo -hasta cinco millones de puestos de trabajo- y, además, se presenta como la gran esperanza para esos millones de chavales y chavalas menores de 25 años que siguen sin trabajo tras acabar sus grados. Según las estimaciones de los expertos, en los próximos 20 años se creará en el mundo una bolsa de cerca de 2.000 millones de turistas al año, y Europa no puede mirar hacia otro lado dejando que otros continentes como América y Asia le saquen la delantera. Los monumentos están ahí, climas hay para todos los gustos, gastronomía excelente no falta€ pero hace falta personal con capacitación en todos los niveles de la pirámide turística. Desde el pinche de una cocina al guía turístico pasando por el recepcionista de un hotel, una casa rural o un apartamento reglado. Trabajadores que nunca podrán ser sustituidos por una máquina, por mucho que haya ahora, incluso, aplicaciones que orienten hasta sobre lo que le está apeteciendo hacer a un cliente del hotel cuando toma el sol en la piscina.

Por supuesto que hace faltar contar con esas herramientas pero al final siempre deberá estar el profesional, y es ahí donde incidieron Tajani y el resto de los ponentes de la conferencia celebrada en el Parlamento Europeo en la que se insistió que el turismo necesita miles de profesionales a medio plazo. ¿Por qué no entonces un Erasmus para 50.000 jóvenes que se especialicen en turismo como se planteó en el Parlamento Europeo? La formación es clave, porque nadie te va a poder solucionar mejor el «transfer» del hotel al aeropuerto o aconsejar dónde encontrar el plato típico de la ciudad que visitas, que el profesional del sector.

Y los robots, por mucho que evolucionen, nunca podrán adivinar el estado de ánimo del turista y encontrar, en ese momento, la palabra exacta. Tajani lo tiene claro. Más claro lo tiene que tener, pues, todo aquel con capacidad de gestión que tiene que ver algo con el Turismo, desde el empresario, y el político al catedrático de Universidad, para sentar las bases del futuro de un sector que necesita buenos profesionales y bien pagados a los que se pueda exigir, porque tan bien es cierto que hablamos de una profesión que requiere sacrificio. Trabajar para que el de enfrente disfrute y durante los 365 días del año es complicado, pero 500 millones de visitantes ofrecen buenas razones para afrontar el reto.

Más fondos. Por otro lado y pese a que el turismo representa el 14% del PIB de España y en algunas autonomías mucho más, el sector sigue siendo la «Cenicienta» de la Administración; autonómica, provincial, local, estatal y comunitaria como también se pudo comprobar esta semana en Bruselas cuando desde el Parlamento se instaba a la Comisión a crear la Agencia Europea del Turismo (todavía ni existe) o se apelaba a que de una vez por todas, los impuestos que genera el turismo reviertan en él.

Y para ello se debe ser firme, por supuesto, frente a esas plataformas de alquiler de apartamentos que cotizan en Estados Unidos, y poner límites y reglas a la, muchas veces, mal llamada economía colaborativa que no genera, además, ni un puesto de trabajo. Lograr que este tipo de alojamiento cumpla la normativa y el dinero no se vaya fuera de Europa. Tajani lo subrayó. Ahora hace falta que no se quede en otro discurso oportunista en el Día Mundial del Turismo y se pase un año en blanco hasta el 27 de septiembre de 2018.

Y por cierto. Bruselas. Por una noche de hotel 8 euros de tasa turística local, al margen del precio concertado en la reserva. Intentemos explicárselo al señor de Liverpool que elige pasar sus vacaciones en un hotel de Benidorm, Torremolinos, Calviá o Adeje. Seguro que no lo entenderá y se pensará el repetir cuando en otros países hasta subvencionan los vuelos a los que les llevan los mayoristas. De los 10,5 millones de turistas extranjeros que visitaron España en agosto 8,6 millones eligieron la Comunidad Valenciana, Baleares, Canarias, Andalucía y Cataluña. Sol y playa, que nadie pierda de vista el dato.