Aportan casi dos tercios del total del tráfico aéreo de Málaga. Un volumen que, traducido en viajeros, certifica su peso en la economía local. Y más, si se tiene en cuenta la fuerza del turismo, que es el sector actualmente de guardia. El crecimiento de la industria, sus indicadores sobresalientes, se asientan en gran parte en el movimiento de las compañías de bajo coste, lo que, por un lado, conecta a la provincia con un fenómeno global que domina la aviación y, por otro, acentúa su dependencia.

A nadie se le escapa, en este sentido, la ecuación. Si las low cost se desploman, la Costa del Sol tendrá muy difícil mantener a corto plazo su imperio turístico. Eso explica que las últimas convulsiones, que han comportado cierres y cancelaciones de vuelos, sean observadas con un elevado grado de suspicacia por parte del sector empresarial. La duda consiste en saber si se trata de problemas puntuales o de una crisis en el modelo de negocio, circunstancia esta última que, de confirmarse, acabaría por influir decisivamente en la salud y en la demanda de los destinos. Especialmente, los del litoral, que es donde la presencia de las compañías es mayoritaria.

De momento, en Málaga los desajustes de las líneas de bajo coste no han pasado demasiada factura. El aeropuerto, en plena expansión, y pese a los imprevistos, confía en seguir adelante con las previsiones, que hablan de números excepcionales, sin precedentes en la estadística. La contundencia matemática, aplicable, sobre todo, al presente, no quita, sin embargo, que la Costa del Sol permanezca al margen de los batacazos de las compañías. Y, por supuesto, tampoco borra la inquietud, especialmente sostenida en la patronal hotelera. «Los turistas vienen en última instancia porque hay vuelos que se lo permiten. Y si cambian las condiciones es evidente que los efectos serían notorios», explica Luis Callejón Suñé, presidente de Aehcos.

Aunque el alcance de la llamada crisis de las low cost es todavía difícil de precisar, los acontecimientos empresariales de las últimas semanas evidencian que se han producido cambios importantes. Las compañías más poderosas del sector han dejado de ser prósperas e inexpugnables. La bancarrota de Monarch es el episodio más reciente, pero apenas hay que desplazar mucho el retrovisor para asistir al descalabro de otras firmas de referencia: Air Berlin, Alitalia. Un listado al que se suma Ryanair, que si bien no presenta indicios funerarios, se ha visto obligada desde mediados de septiembre a suspender miles de vuelos. La razón, aunque no reconocida por la compañía, es la fuga de pilotos, que no dudan en aceptar las ofertas de otras empresas en cuanto reúnen los requisitos mínimos de experiencia -en el gigante irlandés pueden pilotar con menos horas de vuelo en su trayectoria-.

Luis Callejón ve poco probable que la situación responda a una simple coincidencia. Y cree que es la propia fórmula del low cost la que necesita someterse a un proceso de reflexión y de adaptación a los nuevos tiempos. El responsable hotelero pone el acento en la fragilidad de un edificio levantado a golpe de reducción de costes y abaratamiento de los precios. «Es un problema estructural. Los pilotos se les van porque no pueden pagarles más y tienen dificultades para reemplazarlos», reseña.

El actual momento de incertidumbre por el que pasan las compañías es fruto, en cierta medida, de las propias condiciones impuestas por el negocio de los vuelos de saldo, que resultó una auténtica revolución, provocando el crecimiento de la industria y la reconversión de la competencia. Compañías como Iberia reaccionaron a la troyana, introduciéndose en el negocio. Los especialistas aluden a un sector mucho más débil de lo que aparentaba. Y, sobre todo, sensible a los cambios, que, en estos tiempos, son numerosos y meten en la operación cuestiones como las nuevas exigencias de los consumidores y los excesos a los que se ha llegado en la carrera de ofertas.

¿Viajará menos gente dentro de cincuenta años? ¿Volar volverá a ser un privilegio? Los hay mucho más cautelosos, que consideran que la crisis se resolverá con un movimiento interno, ya sea con la sustitución de unas compañías por otras o con la concentración empresarial, el agrupamiento. Gonzalo Fuentes, responsable turístico de CCOO, es optimista. Especialmente, con lo que concierne a la costa. «No llegará tan lejos. Son asuntos que pueden solventarse», puntualiza.