­Hace poco más de 40 días que Cristina tiene en brazos a la pequeña Valentina, nombre en honor a ser valiente de fuerza y salud, y motivos no le faltan. Ha llegado tras diagnosticarle a su madre con 30 años un cáncer de mama de tipo hormonal que la tuvo cinco años en tratamiento y, tras superarlo, la oposición de los médicos al embarazo. La vida sigue a pesar de que la enfermedad se cruce a edad tan temprana.

Cada año se detectan unos 27.000 casos de cáncer de mama en España, unos 500 en Málaga, según la Asociación de Afectadas con Cáncer de Mama de Málaga (Asamma) y 4.900 en Andalucía. Los datos invitan a verlo cada vez más como una enfermedad crónica ya que la supervivencia se sitúa próxima al 86 por ciento. La prevención y los avances médicos, las claves para que este porcentaje siga creciendo.

El caso de Cristina Díaz invita a la esperanza a aquellas que en edad fértil se enfrentan a esta enfermedad. «Me noté un bulto y pensé: cuando me lo quite me pongo a buscar al niño», explica. No sabía que esa decisión tendría que esperar seis años. Le detectaron cáncer de mama y con él, seis sesiones de quimioterapia, operación, 30 sesiones de radioterapia y cinco años más en tratamiento. Ahora su melena rubia y rizada luce con fuerza pero reconoce que para ella eso fue lo peor. «A ninguna nos gusta que se nos caiga el pelo pero yo me veía tan joven... Lo llevé muy mal», recuerda.

Nadie le habló sobre qué pasaría con su soñada maternidad. No le dieron la opción de congelar óvulos así que, cuando comenzó la remontada y superó todos sus problemas derivados del cáncer, como la operación de cataratas y el linfedema, fue informándose sobre si podría ser mamá. «En Asamma supe de una chica en mi situación que había sido madre. Eso me animó mucho», detalla. Sin embargo, los médicos no veían con buenos ojos que intentase quedarse embarazada. «En cuanto pude me puse y al mes siguiente ya estaba embarazada». Nueve meses de ilusión y miedo a partes iguales que han dado pie a ampliar la familia tras 20 años con su pareja. En noviembre toca su revisión anual y confirmar que todo sigue por buen camino. «Las chicas que se hagan revisiones. Si se notan algo que no lo dejen», concluye.

El caso de Pili es diferente pero también con la maternidad de por medio. Cartera de profesión, Pilar Fernández se notó un bulto en el pecho cuando se lo daba a su pequeño y vio cómo Daniel, de 14 meses, rechazaba ese pecho. No dudó en ir al médico y tras enviarle unas pruebas relacionadas con la lactancia comprobaron que el diagnóstico no era el esperado: con 30 años le detectaron cáncer de mama. «A mi se me había pasado por la cabeza porque había leído un mes antes un caso en una revista y decía que el niño le había rechazado el pecho malo», expone.

A sus 31 años, está en la mitad del tratamiento de quimioterapia, semanal en esta última fase. Después pasará por quirófano para operarse, radioterapia y un año con un tratamiento nuevo para que no se reproduzca. «Yo no quise tener mucha información porque soy aprensiva. Lo imprescindible, nada más», indica.

Su pequeño es quien le hace seguir y no decaer, le mantiene activa y continúa pero asegura que por la noche, cuando se desata el pañuelo, se desmaquilla y se mira, no se reconoce. «La del espejo no soy yo. Eso es lo más duro». Una angustia que rebaja al comprobar que no es la única joven de 30 años a la que le ha tocado el cáncer de mama. «Yo me hago revisiones desde que tengo 14 años, es muy importante para que se coja todo a tiempo», expone. El cariño de su pareja y los suyos y de la asociación le ayuda para cerrar esta etapa.

La psicóloga de la Asociación de Afectadas con Cáncer de Mama de Málaga, María Victoria Cerezo, asegura que una de las razones por la que cada vez hay más chicas jóvenes con cáncer de mama es debido al retraso de la maternidad. «Antes se tenía el primero con unos 22 años y ahora se ha retrasado a los 32. Hay demasiadas reglas y esos cambios afectan a posibles formaciones tumorales», expone. Sin embargo, la prevención es vital para lograr que el diagnóstico sea en la fase más inicial posible. «Hay controversias con la autoexploración pero nosotros aconsejamos que desde que una mujer tiene mamas debería explorarse. Solo así conoces tu cuerpo y cuando hay cambios puedes acudir al médico», indica. Con una vez al mes, tras el periodo, es suficiente.

El test genómico, aplicable en algunas pacientes para determinar el grado de recaída en los próximos cinco años y evitar posibles quimioterapias, se lleva a cabo en Málaga desde hace poco más de dos años y cada vez se hace a más mujeres. Una de las grandes reivindicaciones de la asociación que demuestra en estos años que el diagnóstico precoz es la mejor medida contra la enfermedad. «Estuvimos reunidas con la persona encargada de validar los test y solo ese día tenía cinco», indica. Sin embargo, aún hay cosas por mejorar. Los tiempos que transcurren entre que la paciente va al médico y hasta que comienza con el tratamiento son reducibles y la inclusión de psicólogos y fisioterapeutas especializados en el cáncer de mama es una necesidad descubierta. «En este caso, las asociaciones cubrimos las carencias que aún tiene la Seguridad Social». En sus 30 años de vida, Asamma ha atendido a más de 1.000 mujeres. La media es de 150 al año. «La gente viene porque necesita información adecuada a su casa y la familia no sabe responder», explica María Victoria. Atención psicológica y a nivel fisioterapéutico, actividades sociales e información son los pilares que sostienen a esta asociación que tiende su mano a toda la que lo necesita.