«Yo he ido a la gasolinera a lavar la ropa y para beber compro botellas de agua», cuenta Ana Vega, vecina de Los Gámez. A su lado está Félix González, que cuenta que «si en el Guadalmedina no hay agua, en los grifos tampoco».

Félix habla con otro grupo de vecinos al lado del pozo que en 1987 el Ayuntamiento perforó a cien metros de profundidad, junto al cauce del Guadalmedina, para dar agua a la barriada de Los Gámez, muy cerca del pantano del Agujero. Pero como explica Félix González, cuando el Guadalmedina se convierte en una «rambla», el pozo no es capaz de dar servicio a la barriada y empiezan las restricciones.

«Estamos a diez minutos de Málaga y tenemos dos horas de agua a la semana y dependiendo de las cubas», critica Mariló Martín, vecina de Los Gámez. La lluvia de la pasada semana -el encuentro con La Opinión se hizo bajo los paraguas- ha llenado de esperanza a los vecinos, que llevan con esta seria restricción de agua desde primeros de septiembre. Pero, entienden los vecinos, esta dependencia del pozo no puede eternizarse.

Además, como calcula Mariló Martín, a falta de agua, y siempre que los vecinos cuenten con aljibes con capacidad, tienen que depender de las cubas de agua, «y valen 80, 100 euros, aunque en mi caso tengo un aljibe para 4.000 litros y las cubas suelen ser de 10.000 ó 12.000». También habla Pepe Fernández, que cuenta que tiene la casa llena de garrafas de agua. «Nos las apañamos como podemos», resalta, mientras que Araceli Núñez, otra vecina, piensa que la situación «está fatal» y recuerda cómo el año pasado también fue «horrible» para los vecinos.

Con la llegada del pozo, el Ayuntamiento instaló tuberías que conducen el agua hasta la iglesia de Los Gámez y de ahí, hasta la cota más alta para repartirla, aunque como destaca Félix González, « los vecinos que viven más arriba, cuando hay poca presión no les llega el agua». Además, este vecino apunta que el agua que reciben «está clorada pero nada más, por eso la calidad es horrible y yo no la bebo».

Desde 1994, calcula Juan José Sánchez, presidente de la asociación de vecinos, se hacen cargo de la llegada del agua y el mantenimiento de la red. De hecho, apunta Félix González, cuentan con un fontanero para las posibles averías.

La paradoja es que los vecinos han llegado a dar el visto bueno a un convenio con Emasa, para conseguir la ansiada agua corriente en las casas, pero como detalla el presidente vecinal, «no se ha firmado porque Emasa nos ha dicho que para qué, si Urbanismo no nos da permiso».

Los cálculos que en su día se hicieron para la entrada de Los Gámez en la red municipal, detalla Félix González, estipulaban que los vecinos costearían el 80 por ciento de la obra, lo que supondría pagar «de 50 a 70 euros al mes durante unos ocho años; era una estimación».

Para el presidente vecinal, no resulta razonable firmar un convenio «que a lo mejor empieza dentro de cinco años y no sabemos si van a variar los precios».

Juan José Sánchez destaca que «el Ayuntamiento no nos da permiso porque no estamos urbanizados, nos dijo que aquello no es legal». El presidente cuestiona esa ilegalidad, «porque hace 30 años se gastó un montón de dinero público para hacer el pozo y un aljibe con casi medio millón de litros de agua, nos puso la red de tuberías, nos ha arreglado las calles y puesto farolas, ¿somos ilegales?».

Ejecutar solo la parte del agua

El concejal de Medio Ambiente, Raúl Jiménez, recordó que los vecinos dieron el visto bueno al convenio con Emasa en 2015, pero no llegaron a firmarlo.

«Es cierto que Urbanismo es el que otorga la licencia, que ha cambiado la normativa y que ya no se podía hacer vía convenio sino desarrollando un Peri (plan especial de reforma interior) con un proyecto de urbanización en una zona no urbanizada», declaró el concejal, que precisó sin embargo que «se puede hacer el plan de urbanización y ejecutar solo la parte del agua». Por tanto, el plan urbanístico no impediría llevar a cabo la llegada de la red municipal de agua potable.