Una montaña tan grande como el San Antón, pero hecha de pasas, podría simbolizar la gigantesca producción del año 1872, cuando del Puerto de Málaga salieron con los destinos más diversos cerca de 28 millones de kilos de pasas. Ese año, por cierto, fue el de la gran revolución estética de las cajas de pasas. Como explica el historiador y responsable del Museo del Patrimonio Municipal (MUPAM), Elías de Mateo, «en ese año Málaga empezó a perder el mercado americano y los comerciantes de pasas decidieron que tenían que hacer la operación comercial de que nosotros éramos los mejores».

A partir de ahí, la sofisticación y el lujo más exquisito impregnaron las cajas de pasas de Málaga. Elías de Mateo calcula que esos años de esplendor estético se extendieron a lo largo del periodo 1870-1930.

La preciosa exposición Las pasas de Málaga y las artes decorativas, inaugurada el pasado 17 de octubre en el MUPAM, puede visitarse hasta el 28 de enero de 2018.

Quien mejor conoce las maravillas que se hicieron en ese tiempo es el malagueño Andrés Sanz Molina, de 73 años, un coleccionista que hace unos 25 años comenzó a interesarse por todo lo que rodeaba a las antiguas cajas de pasas: envoltorios, troquelados, almanaques y hasta las plantillas para rotular las cajas. «Al principio, cuando no había internet, las localizaba en filatelias, tiendas de viejo... casi siempre eran piezas que compraba en el extranjero», cuenta.

El periodo en el que podrá visitarse la exposición, por cierto, guarda estrecha relación con la época de la vendeja, la venta de pasas, higos, almendras, naranjas y limones tras la cosecha y que se extendía desde agosto a diciembre.

Como recuerda Elías de Mateo en el completo catálogo que acompaña la exposición, en esa época era constante el trasiego de barcos de todo el mundo en el Puerto de Málaga para la recogida de los productos del campo.

Las pasas de Málaga, además, eran consideradas un regalo de Navidad y Año Nuevo entre las clases altas del Norte de Europa y América. «La pasa es usada como postre cuando no hay fruta de temporada. Hay informes consulares que hablan de que la pasa llega a Bucarest y alcanza el puerto de Odessa, donde la aristocracia zarista tenía sus mansiones. La pasa era un artículo de superlujo», recalca Elías de Mateo.

Al tratarse de un producto para las clases pudientes, las casas comerciales se volcaron y contrataron a los mejores artistas, que para conectar con esos clientes de alto nivel adquisitivo se amoldaron a sus gustos. Se trata de pintores españoles, italianos y franceses, «que son academicistas y tienen una técnica excepcional. Esto es lo que gustaba a la aristocracia rusa, a los burgueses de Berlín o a los financieros de Londres», señala Elías de Mateo.

Entre ellos, uno de los más importantes fue el malagueño Fausto Muñoz Madueño (1832-1889) que además montó en 1859 su propia litografía, una de las principales de Málaga, aunque la palma se la llevaba la fábrica de Mitjana, en Capuchinos, que hasta disponía de aserraderos propios para sus envases.

De los dibujos preciosistas que acompañan las cajas de pasas, Elías de Mateo señala tres grandes grupos: motivos castizos y costumbristas en los que por ejemplo aparecen mujeres morenas y de mantilla; «la visión de una mujer cosmopolita, europea, anglosajona» y por último, dibujos inspirados en Venecia, «porque era el mito, el culmen de la exquisitez, heredado del Grand Tour de los viajeros del Norte de Europa de los siglos XVIII y XIX».

Además de la decoración exterior de las pasas, se cuidaban todos los detalles, por eso también se decoraba el interior con preciosas láminas troqueladas y la exposición también incluye calendarios de excepcional belleza.

Elías de Mateo llama la atención sobre el magnífico estado de conservación de las piezas, que cuentan con el concienzudo trabajo de restauración del coleccionista Andrés Sanz: «Hay piezas que vienen hechas pedazos. Si les falta algo, busco el mismo papel y el mismo color, de la misma textura». Andrés Sanz confiesa que «incluso a veces, prefiero que venga algo roto para poderlo arreglar porque me lo paso bomba».

Falsificaciones californianas

Uno de los elementos más curiosos, relacionados de forma indirecta con Málaga, es el envase de unas pasas de California que se venden de forma engañosa con el título de Uvas de Málaga y para terminar de confundir al consumidor, aparecen claveles, flor típica de España. Es una de las falsificaciones con las que en Estados Unidos, pese a tener peor calidad sus pasas, pretendían competir con la uva moscatel de Málaga.

La proliferación de rincones del globo que se apuntaron a la moda de las pasas (además de EEUU, Chile, Argentina, Australia y Sudáfrica), la filoxera y las sucesivas guerras y crisis fueron mermando la producción.

En nuestros días, ese imaginario Monte San Antón hecho de 28 millones de kilos de pasas se ha reducido hasta los 100.000 kilos anuales.

Esta exposición, que no se olvida de los faeneros que realizaban el envasado de las pasas, con dos espléndidas fotos proporcionadas por el Centro de Tecnología de la Imagen de la Universidad de Málaga, no solo sirve para recordar el esplendor del pasado sino que marca el camino de la excelencia para quien lo desee emprender, adaptado a nuestros días.