No sé; ni viene al caso cuando nacieron las denominadas calles gremiales. Supongo que se remontará a la época de los Reyes Católicos.

En la Málaga del siglo XXI se conservan los nombres de las calles gremiales aunque su uso no esté reservado a ninguno de esos gremios. En nuestro callejero se conservan, y espero que a ningún político revolucionario por el cambio, se le ocurra, caso de poder tener poder para ello, sustituir las ancestrales denominaciones de Calderería, Especerías, Panaderos, Hoyo de Esparteros, Horno, Ollerías y Carretería -entre otras-, que enriquecen nuestro acervo cultural, por otras denominaciones relacionadas con hechos históricos, personajes relevantes e incluso periodistas locales que merecen ser perpetuados con una calle a su nombre.

La expansión imparable de la ciudad permite nuevas denominaciones que respondan al momento presente. Mantener los nombres antiguos es la verdadera Memoria Histórica. No hay que quitar nombres para colocar otros.

Lo que ahora está fashion -de moda-, pese a los supermercados y grandes almacenes, son las grandes superficies más o menos alejadas del centro. Con los grandes centros comerciales, en lugar de avanzar e implantar nuevas ideas sobre el mundo del comercio, hemos dado un paso atrás, porque el primer gran centro comercial de Málaga tiene varios siglos de existencia: la calle Nueva.

Todo a mano

Entrando en la calle Nueva por Especerías, a la derecha, se sucedían comercios donde el malagueño encontraba cuanto necesitaba. Sin recurrir a fotografías del pasado ni a anuarios de la época, a mediados del siglo pasado -ayer como quien dice- se alineaban los siguientes establecimientos, y perdón por algún olvido: Luna, una tienda de maletas con todos los artículos relacionados con los viajes; calzados Mallorca y almacenes Robledo, dedicado especialmente a la juguetería. Al llegar a la calle Fernando de Lesseps (una calle sin salida dedicada al que unió dos continentes con el canal de Suez), se encontraba el Hotel Vasconia.

En la otra esquina se encontraba Miami, perfumería, y otra la perfumería Charín, que regentaba don Francisco de la Plaza, casado con doña Rosario Otaola, familiarmente Charín; de ahí el nombre del establecimiento. Charín tenía la representación exclusiva de muchos productos de perfumería, cuando había un centenar de marcas; hoy hay cien mil. El bálsamo Bebé, el agua de colonia María Farina que vendía a granel, la crema Nivea€ eran los artículos más demandados.

Tejidos, confecciones, turrones...

También pared con pared existía un estudio fotográfico, e inmediatamente después, la tienda de tejidos de Enrique Navarro Torres, prohombre de la Semana Santa malagueña y de la cofradía de la Expiración. Antes de llegar al Pasaje de Luciano Martínez con su ramal sin salida de Cinco Bolas, estaba la bisutería Hebilla, y enfrente, Lopera, con camas metálicas y mobiliario de hogar.

Me falla la memoria -¿a quién no?-, pero creo el orden de los comercios que había a continuación, eran Casa Mira, con sus turrones y helados; la Camisería Valero, Martín Pardo -confecciones-, la sastrería Nueva York con uno de los más forofos del entonces C.D. Málaga: Armando.

Con el paréntesis de la calle Duende con la taberna Matías al fondo, se alienaban otros comercios, entre ellos, la joyería Marcos y Montañez, después solo Montañez porque Marcos se trasladó a la calle Larios, donde sigue. Recuerdo después la Camisería Valero. Al llegar a la calle Cintería, que conecta con San Juan, estaba la considerada número uno de las confiterías de Málaga: La Imperial. Disponía de una pequeña pila con grifo para que los dulceros, después de comerse una maceta coronada con un merengue n espiral o una bizcotela, pudieran cerrar el condumio con un vaso de agua. Don Luis Pérez Forero era el propietario del establecimiento.

Salvando la entrada de Cintería estuvo muchos años -en los años del hambre, cuando todo escaseaba- la Mantequería Arias, con colas de malagueños de uno y otro sexo que iban a la caza y captura de una tarrina de mantequilla, un producto que muy solicitado porque el pan con mantequilla era el preferido para el desayuno. Los dependientes, igual que en las confiterías, vestían de blanco impoluto.

Continúa la variedad

Quizás el orden no sea exactamente como relaciono, pero para el caso es lo mismo. A Arias le sucedían un tintorería, foto Blanco, Sedeño (camisas, corbatas, pañuelos€) hasta llegar a la esquina de Nueva-Zapateros, donde estuvieron Villén y Luis Tudela (confecciones en general). Ante de llegar a la plaza de Félix Sáenz, haciendo esquina, estaba una ferretería muy bien surtida.

Vuelta a empezar

Si volvemos al principio o entrada a Nueva por Especerías, el primer comercio era Tomás Rojo, que tenía -me parece- la exclusiva de una famosa marca de artículos de punto. Le seguían Montañez y otro establecimiento regido por un hijo de Tomás Rojo. Después, uno de los grandes almacenes que había en Málaga: Álvarez Fonseca. Antes de llegar a la calle Francisco de Rojas, por la que accedía a Siete Revueltas (hoy plaza de las Flores) estaban la papelería Ricardo Sánchez y en la esquina, la farmacia de Eduardo Guerrero-Strachan Rosado, que después pasó a Blázquez.

Tras la iglesia de la Concepción -que existe- destacaba la presencia de la Ibérica, con dos secciones bien delimitadas: papelería y librería. En la papelería destacaba la presencia de Pepe Domínguez, y en la aneja, dos hombres de las letras malagueñas: Salvador González Anaya, novelista, y su sobrino Juan Cepas, el recopilador del vocabulario popular malagueño y que publicó tres ediciones.

Había otros comercios que escapan de mi memoria. Al llegar a la calle Liborio García destacaba La Casa de las Colchas, que ocupaba toda la manzana hasta la calle Almacenes. Una zapatería, un estanco€ hasta llegar a Marín García y después Esparteros, donde estaba una de las panaderías más preciadas de Málaga: Eduarda.

¿Qué se ha quedado en el teclado del ordenador más de un comercio? Seguro. Como seguro es que ninguno de los enumerados con un orden relativo existe en la actualidad.

El que resistió hasta hace muy poco tiempo fue Casa Mira, con sus helados y turrones, aunque el mágico apellido Mira subsiste al menos con tres establecimientos abiertos en la capital, en las calles Larios, Andrés Pérez y avenida del Mayorazgo.

Ir al gran centro comercial de la calle Nueva era fácil y cómodo: estaba en el mismo centro de la capital y se podía acceder sin necesidad de usar coche alguno porque gran parte de la población malagueña se repartía en Larios, la Alameda, Acera de la Marina, Martínez, plaza de la Constitución, Granada, Santa María, Molina Lario€ Todo a mano€ o a «tiro piedra», como dicen los catetos.