También mueren quienes nos hacen reír y olvidarnos del aburrimiento cotidiano. También ha muerto Gregorio Sánchez Fernández, Chiquito de la Calzada, aunque pareciera que jamás fuera a hacerlo; como sus chistes, laberínticos, alambicados, con mil notas a pie de página y vericuetos, que parecían no tener final. El tercer malagueño más universal, después de Pablo Picasso y Antonio Banderas, falleció ayer tras varios días ingresado en la UCI del Hospital Regional. Primero, una angina de pecho; después, una infección. Y, finalmente, la muerte, a los 85 años, que ha zanjado una vida dura, trabajada a golpe de cante y humor jondos.

España entera se rindió ayer a los pies de este malagueño ilustre. La Casa Real, el presidente del Gobierno, los principales líderes políticos, empresarios...; y todo el mundo de la cultura rindieron ayer un merecido tributo a través de las redes sociales donde todo fueron sonrisas y muestras de cariños para Chiquito.

La salud del cómico y creador de un lenguaje propio empezó a preocupar a mediados de octubre: el día 14, los familiares tuvieron que avisar a los bomberos porque el humorista no respondía y no podían entrar a la vivienda, en Málaga capital, al estar las llaves puestas. Al acceder a la vivienda, le encontraron en el suelo sin poder levantarse, por lo que fue trasladado al centro sanitario, donde ingresó en Urgencias y posteriormente pasó a planta. Días después se supo que la caída se produjo por un episodio por una deshidratación provocada por un medicamento.

Pepita

Parecía que todo iba a quedar ahí cuando el querido cómico regresó a su casa con el alta en la mano. Pero le esperaba entonces otra enfermedad: la tristeza. Y es que Gregorio Sánchez Fernández no dejó de tener un ánimo apesadumbrado desde la muerte, en 2012, de su mujer, Pepita. Uno de los amigos de toda la vida del humorista señaló estos días a La Razón: «A Gregorio se le ha ido la alegría. Antes era el primero en contar chistes, en animar a todo el mundo, mientras que ahora aparece taciturno y con pocas ganas de hablar. La muerte de Pepita fue el golpe más duro de su vida. Es como si ya no tuviera ganas de vivir... Porque no para de decirnos que quiere reunirse con Pepita».

Otros amigos contaron que los familiares de Chiquito le ofrecieron que se fuera a vivir con ellos para no notar tanto la ausencia de su mujer, pero que él prefirió quedarse solo en su casa, rodeado de recuerdos de Pepita. «He sido feliz toda mi vida, pero mi vida era ella. Cuando la perdí, me perdí un poco a mí mismo, empecé a olvidar cosas y a desorientarme», reconoció en su última entrevista, con Bertín Osborne en su programa 'Mi casa es la tuya'.

El hombre que llevó la risa a los salones de millones de hogares españoles y que vulgarizó el absurdo más absoluto y radical a partir de palabras y expresiones inventadas por él mismo (fistro, torpedo, pecador de la pradera, cerito sexual y así casi hasta el infinito) está siendo celebrado por una ciudad, la suya, Málaga (siempre decía: «No cambio Málaga por nada»), y un país, España, que siempre le ha considerado uno de los grandes renovadores de la carcajada (pregunten a los humoristas jóvenes como los miembros de La Hora Chanante o a Venga Monjas de dónde viene eso que se ha dado en llamar el posthumor).

Todos hoy recuerdan con cariño y admiración al hombre que se inventó un mundo disparatado, pícaro, raro pero graciosísimo y del que nos invitó a participar a través de chistes que siempre fueron más que chistes. Descanse en paz el más chiquito de los grandes. Descanse en paz Gregorio Sánchez Fernández.