El PTA es un gigante tecnológico que cada vez crece más, pero que tiene los pies de barro. El cuello de botella de su acceso se ha convertido en un problema que crece al mismo ritmo que sube el número de empresas y trabajadores en sus instalaciones. Las numerosas pruebas realizadas para reordenar el tráfico, las propuestas para mejorar el transporte de gran capacidad o los intentos de algunas empresas para escalonar la entrada de sus trabajadores no terminan de cuajar. El problema sigue siendo el mismo. La mayoría de los cerca de 18.000 trabajadores del PTA entran y salen a la misma hora, de los que unos 10.500 lo hacen en coche. Y todos por la misma carretera, la única que da acceso a la tecnópolis y que anula de un plumazo todo lo que se haga.

Tanto la avenida José Calderón, que cruza Campanillas con una escasa capacidad para asumir tráfico, como la A-357 desembocan en la misma rotonda que da al único acceso a la tecnópolis.

Hay empresas que han optado por flexibilizar el horario de entrada de sus trabajadores entre las 7.00 y las 10.00 de la mañana, al igual que el de la salida para intentar despejar el tapón que se genera de 8.00 a 9.00 horas. Esto ha suavizado algo los problemas, al igual que la última reordenación del tráfico emprendida por el Ayuntamiento de Málaga. No obstante, cualquier solución sigue siendo insuficiente ante la magnitud del tráfico que se genera en las horas puntas.

Las soluciones propuestas hasta ahora no terminan de cuajar. Hubo un intento privado por crear un servicio de autobús específico para los trabajadores del PTA, que terminó fracasando. El dispositivo de la EMT, aunque retira muchos coches de las carreteras, termina ahogándose también en los atascos y los distintos partidos políticos esgrimen el metro o el Cercanías como panaceas para un problema que necesita de muchas soluciones a la vez.

La concentración en determinadas horas del grueso de los desplazamientos es la causa principal que disuade de acometer inversiones millonarias para extender la línea del metro o del Cercanías hasta el PTA. Las cuentas no cuadran y eso es clave en el escenario actual para plantear nuevas infraestructuras, tras la grave crisis económica sufrida y el derroche de años anteriores.

Invertir varios millones de euros para atender cuatro horas al día no parece rentable para ninguna administración. Está incluso la alternativa intermedia, con un servicio de autobuses lanzadera entre la última parada del metro y el PTA, pero tampoco le terminan de salir las cuentas a la EMT, principal candidata a explotar este servicio.

La ampliación del Cercanías, que se apuntaba como solución más adecuada, ha sido descartada por las dudas del Ministerio de Fomento ante su viabilidad económica y social de los 30 millones de inversión necesarios para una demanda de personas muy puntual en determinadas horas.

¿Hay solución?

Las administraciones tienen cada vez más claro que no hay una solución mágica para arreglar el acceso al PTA. Lo primero es conseguir un nuevo acceso al PTA, aprovechando su ampliación, por la parte norte. Esto permitiría desviar una parte importante del tráfico, descargando las colapsadas vías actuales. La cercana A-7058 puede ser la base de ese nuevo acceso, aunque requiere de un proyecto complejo y costoso para disponer de este nuevo vial en una zona con una orografía compleja, además de un nuevo puente sobre el río Campanillas. Esta intervención debería ir acompañada del desdoblamiento de la carretera de los Asperones.

También se están probando carriles bus-VAO, que dan prioridad al autobús de la EMT y a los ´vehículos de alta ocupación´, que son los que tienen dos o más ocupantes, para animar a que varios trabajadores del PTA compartan el mismo coche, reduciendo así el número de vehículos.

Este carril se abriría en la carretera A-7056, entre la autovía del Guadalhorce y la rotonda de acceso al PTA, a partir de la rotonda sólo el transporte público y los coches VAO seguirían por la avenida Juan López Peñalver, mientras que el tráfico privado se desviará hacia la derecha para entrar al parque por la calle Graham Bell. Mientras se piensan medidas de más capacidad, aunque el margen es escaso.