El legado de Joaquín Marín es el garante del periodismo en Málaga. De un periodismo efectivo, lejos de la comunicación de consumir y vomitar. De un periodismo comprometido, sin concesiones. Que no conoce de atajos y en el que no tienen cabida los amiguismos. Joaquín Marín era un valor seguro. Alguien que nunca le falló a un gremio que reconoce a sus miembros por su manera de plantarse ante la vida. Lobos solitarios que trabajan en equipo. Incomprendidos, en la mayoría de los casos, que firman días largos y noches vacías sin importarles tener un horario poco digno. Su figura resulta fundamental para identificar la causa. Para recordarse a uno mismo que está en el punto exacto, aunque el frigorífico esté vacío al llegar a casa. La persona que aprendió de Joaquín Marín es alguien de fiar. Conoce el lenguaje. Coloca titulares precisos. Dibuja portadas como la tabla de los mandamientos. Se muestra implacable ante las prisas y el error ortográfico. José Ramón Mendaza, subdirector de esta casa, describió a Joaquín Marín como «el guardián de las esencias». Su muerte fue una sorpresa. Nunca quiso ser protagonista, menos todavía en la enfermedad. El respeto que le siguen mostrando sus periodistas, las incontables anécdotas de 40 años de oficio y el amor de sus hijos son el tributo a un hombre honesto. Joaquín Marín es alguien a quien te hubiera gustado conocer en persona. Aunque para ello hubieras tenido que adelantar la fecha de tu nacimiento en varios años. La incertidumbre campa a sus anchas. Pero mientras siga vivo su legado hay esperanza. Porque significa que seguirá habiendo periódicos. Las esencias ahora las esparcen sus discípulos. En Málaga son muchos y andan repartidos en sendas cabeceras de la ciudad. Aromaterapia para los que acabamos de llegar y en nuestras manos está el ser como una esponja. Con esa sensibilidad que tienen los homenajes cuando son merecidos, se recordó este martes en la sede de la Asociación de la Prensa de Málaga a un baluarte del periodismo bien hecho. Desde ayer, su sala de prensa lleva el nombre de Joaquín Marín y ahora tiene más sentido.

El legado de Joaquín Marín hay que reivindicarlo aunque sólo sea para arrojar algo de luz en el camino. Y ese fue el cometido de un acto que encabezó el presidente de la Asociación de la Prensa de Málaga, Rafael Salas.

La presencia de otros confirió a aquello la estampa de una redacción bien puesta. Juande Mellado, director de La Opinión. Manolo Castillo, director de Sur. Los herederos que ahora comprimen el día a día desde el mismo puesto que Joaquín Marín desempeñó con tanto tino. Tampoco faltó el mencionado José Ramón Mendaza, que aprendió a hacer portadas con Joaquín Marín recordándole la importancia de la inspiración para ver más allá de los demás. José María de Loma, también. Lo que sea que nos venga encima, que nos pille con su columna leída. Ahí donde estén, quién sabe, es fácil imaginarse a Joaquín Marín dirigiéndose a Rafael de Loma. El periodismo es más pobre sin ellos.

Las lágrimas asomando en la mejilla de Joaquín Marín hijo resaltaron lo duro que es perder a un ser querido. Reconfortante, a la vez, cuando por el camino no ha dejado a ningún enemigo y todavía ejerce de guía.

La historia de este periódico -por ende de quien suscribe estas palabras- le debe mucho a Joaquín Marín. Levantó con bemoles y un grupo de jóvenes periodistas una cabecera que sigue de rodillo informativo y ejerce de aguijón contra los maleantes. «Cuando Joaquín enfilaba a alguien en su columna de opinión, al día siguiente, temblaba media Málaga», recordó Mellado. «Hay periodistas que son directores incluso antes de serlo», añadió Castillo.

Cuando el periodismo es muchas veces muy de ir contra el que tienes al lado, se agradecen momentos de sosiego y compañerismo como los que se vivieron este martes. Compañerismo en el sentido de pertenecer a algo por lo que merece la pena luchar. No ese coleguismo de hola compi, falsamente cercano, y que tan hiriente puede llegar a ser. Sosiego porque el legado de Joaquín Marín también actuó como palanca para recordarnos que estamos en el mismo barco. Que si se hunde uno, nos hundimos todos, y que van a faltar tiburones para tanto naufrago con el agua al cuello.

Las redacciones son ahora espacios diáfanos. Odas al Dios del multimedia. La presencia en el acto de personas como Joaquín Durán, Juan de Dios Mellado o Andrés Maldonado sirvió para recordar que había un tiempo en el que éstas olían a tabaco y los primeros IBM que llegaron parecían tumores sobre la mesa. Joaquín Marín creció en ellas. Pueden dar buena fe de ello Guillermo Jiménez Smerdou, Manolo J. y Luciano González Osorio. Ayer estaban todos. También el concejal Carlos Conde y el decano de los abogados Francisco Javier Lara.

«¿Qué esperan los medios de las nuevas generaciones de periodistas?» fue el título de una mesa redonda que celebró la Facultad de Comunicación por la mañana. Quizá, que conozcan a Joaquín Marín. Su huella da para mucho.