La Fortuna, como no podía ser menos, tiene a los pies el cuerno de la abundancia, y de él salen espigas, racimos de uvas y hasta exóticas semillas de cacao. A su lado se encuentra el dios Neptuno, tridente en mano, junto a mercancías, un ancla y al fondo, un hermoso barco a vela. Las dos figuras alegóricas escoltan el escudo de Málaga, con la Virgen de la Victoria entre los Mártires San Ciriaco y Santa Paula.

Este precioso grabado calcográfico (el dibujo original se plasmaba en una plancha de cobre) fue realizado en 1797 por el grabador Francisco de la Torre, a quien el profesor Federico Castellón califica como «el grabador de la Ilustración en Málaga y una figura importante en esos momentos en Andalucía».

Al experto, autor en 2013 de una monografía sobre Francisco de la Torre que publicó la Diputación de Málaga, fruto de nueve años de trabajo, le ha sonreído en cierto modo la fortuna porque acaba de encontrar y adquirir en internet, a través de una librería de Barcelona, esta rara pieza, imposible de encontrar en un archivo malagueño. De hecho, un grabado idéntico puede admirarse en el Museu Marítim de la Ciudad Condal, por tratarse de una patente de sanidad.

Esta patente de sanidad, en concreto, certificaba el 7 de noviembre de 1798 que la ciudad de Málaga y sus vecinos se encontraban libres de la peste, y estaba a nombre del marinero napolitano Josef Casteloni, que tenía la obligación de mostrarla. Navegaba en un barco del patrón Felipe Ramírez, con destino Barcelona.

Como detalla Federico Castellón, el marinero debía mostrar esta patente de sanidad en todos los puertos en los que recalaba hasta llegar a Barcelona. De hecho, en el envés de la patente se ve que hizo sucesivas paradas y le firmaron el documento en Castell de Ferro, Águilas, Barcelona y terminó su periplo el 11 de diciembre en Vilaseca y Salou.

El experto recuerda que en Málaga pasaba lo mismo y que existía un barco del registro de sanidad o barco de la salud, encargado de examinar los barcos que llegaban a nuestro puerto, para evitar epidemias como la que, paradójicamente, a los 35 años, en 1801, acabó con la vida de Francisco de la Torre, que murió en Málaga de fiebre amarilla (de él se desconoce el lugar de nacimiento).

«El barco del registro de sanidad iba con el médico, inspeccionaba el barco, uno a uno a cada tripulante y si se declaraba cuarentena, todos iban a un lazareto directamente», destaca Federico Castellón, que llama la atención sobre otra obra del propio De la Torre: un plano de 1786 de la naciente Alameda y el puerto de Málaga en cuyas aguas puede verse dibujado el barco de la salud.

Al profesor Castellón le agradaría que los dispersos grabados de Francisco de la Torre en archivos de Málaga, y los que él mismo ha logrado conseguir, pudieran conservarse en el futuro «manteniendo el corpus completo en un archivo». Además, también confía en que en Málaga pueda organizarse pronto una exposición que dé a conocer la extraordinaria valía de este maestro grabador de finales del XVIII.