El reloj marcaba las 10.00 horas esa mañana y con 15 grados en pleno diciembre, Paola, Ángela y Joaquín, miembros de Cruz Roja Málaga, se disponían a guardar un lote de alimentos y productos de higiene en el maletero de un Peugeot 308 SW. El destino de esa salida mañanera era una familia registrada en el proyecto de atención a personas vulnerables en asentamientos, pero todavía quedaba una parada. De camino a una barriada situada en la periferia de Málaga, se detuvieron en un supermercado para recoger alimentos congelados. Una vez medio lleno el maletero volvieron a encaminarse.

Cruz Roja Málaga lleva a cabo, desde el año 2010, el programa de Atención a personas vulnerables en asentamientos. Una iniciativa dirigida a inmigrantes de toda la provincia con un claro objetivo, cubrir las necesidades más básicas de extranjeros que se concentran en asentamientos, aquellas zonas y lugares en condiciones de habitabilidad precarias y con alto riesgo de ocasionar grandes deficiencias personales, sociales y sanitarias. Paola Correa y Ángela Valcarcel son trabajadoras sociales de Cruz Roja Málaga. Ambas llevan años tratando con personas que se encuentran en situación de exclusión social.

El proyecto surgió orientado a individuos de origen subsahariano pero, con el paso del tiempo, aumentaron los asentamientos de personas con distintas nacionalidades y la iniciativa cambió su rumbo, ampliando así el perfil de las personas a las que ofrecer ayuda.

Joaquín Lavado es jubilado y no duda en poner su despertador a las siete de la mañana para levantarse y ayudar a los más necesitados mediante su labor de voluntario. Lleva haciéndolo desde hace 2 años, reparte su tiempo entre la familia y los que necesitan de su auxilio. «El proyecto del voluntario es ser solidario, yo no necesito que nadie me agradezca nada, la solidaridad es lo que me hace ayudar» destacó Joaquín.

Llegado a un punto, la carretera asfaltada se quedó atrás y un camino rocoso repleto de piedras se hizo protagonista del entorno. La montaña ocupó un papel secundario y cubría las espaldas cual guardián de la zona. En ese remoto lugar de la periferia uno perdía la noción del tiempo. Allí, de la mejor manera posible, una de las familias construyeron su pequeño hogar con un montón de ladrillos, puertas abandonadas y elementos decorativos de reciclaje. El equipo de la Cruz Roja fue recibido por el hijo mayor de 15 años pero el patriarca no tardó en llegar. Tras una mirada repleta de coraje estaba él, un hombre marroquí, el cabeza de la familia. El varón, junto a su mujer, saca adelante cada día a sus tres hijos y su sobrino. Junto a ellos el número de usuarios actuales, que se benefician de ayuda con este proyecto, gira alrededor de 400 personas. Todos ellos han contado con 1.000 intervenciones por parte del equipo y los voluntarios de Cruz Roja. «Aunque las cifras de usuarios se hayan reducido con respecto a otros años también se han reducido las subvenciones que recibimos para poder ofrecer las ayudas» resaltó Paola Correa.

Sacaron las bolsas con los alimentos y productos del maletero y cruzaron el portón. Por dentro las fotos de los pequeños decoraban las paredes. Lo que más llamaba la atención era una fotografía de los actuales reyes de España, debajo de ésta una de los monarcas marroquíes. Con un español chapurreado el padre de familia dejó claro que «la foto de los de España va arriba y es más grande porque este país me lo ha dado todo». España se ha convertido en una oportunidad para los inmigrantes que huyen de sus tierras en búsqueda de un mejor futuro.

Cabe destacar que con este proyecto el equipo de Cruz Roja y los voluntarios quieren ir más allá de repartir comida y materiales de higiene. Por ello, desde la entidad realizan talleres, seguimiento y acompañamiento en las distintas fases de necesidad por las que puedan pasar las familias a lo largo de su participación como usuarios en la iniciativa. Al final se acaba creando un vínculo.