La avenida Ortiz recorre de norte a sur la ciudad argentina de Chivilcoy, de un tamaño un poco más pequeño que Torremolinos, situada a 160 kilómetros de Buenos Aires, en la provincia que lleva el nombre de la capital federal.

Detrás del apellido Ortiz se encuentra el malagueño Francisco Ortiz Acosta, nacido en Málaga en 1836 y que hacia 1854 arribó a Argentina, un país en el que, como demuestra la avenida con su nombre, dejaría huella. Falleció en Buenos Aires en 1908.

Los descendientes argentinos de este malagueño llevan muchos años rescatando la historia familiar y ahora les gustaría seguirle la pista en Málaga, su ciudad natal y si fuera posible contactar con parientes malagueños. «Tal vez podríamos dar con algún buen familiar que nos ayude a profundizar en nuestras raíces y que aparezcan ramas nuevas en nuestro árbol», cuenta a La Opinión de Málaga desde Argentina, Alberto Abel Ortiz, uno de los descendientes.

Como detalla, uno de los hijos del pionero malagueño, llamado Carlos, un reconocido poeta que tiene un busto y una escuela primaria con su nombre en Chivilcoy, fue a visitar a sus parientes de Málaga en el año 1900. Muchas décadas después, un pariente argentino viajó hasta Málaga para tratar de encontrar nuevos datos sobre Francisco Ortiz Acosta, pero se topó con la destrucción de los archivos, a causa de la Guerra Civil.

Lo que la familia sí conoce de su antepasado es que, además de nacer en Málaga el 6 de julio de 1836, era hijo del capitán Blas Ortiz, natural de Baeza, y de la malagueña María Dolores Acosta. También han podido averiguar que tuvo al menos tres hermanos: Fernando, Juan José y Blas, nacidos entre 1841 y 1843.Cruzar el charco

En 1854 viajó a Argentina cuando en España tenía aprobado el ingreso en la Escuela Naval. El motivo: acompañar a su tía, Joaquina Acosta, hermana de su madre, a visitar en Argentina a su hijo, Antonio Bermejo, primo hermano de Francisco, que vivía en ese país desde 1840.

Antonio Bermejo, de hecho, había estado ligado a la fundación oficial de Chivilcoy en ese mismo año de 1854, en una zona con presencia de indios y con «pajonales» (en Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay, terreno bajo y anegadizo, cubierto de paja brava y otras especies asociadas, propia de los lugares húmedos, según la RAE).

Había nacido en Málaga en 1818, fue labrador, era manco de la mano izquierda y se casó con Martina Calderón, hija de uno de los fundadores del pueblo. Martina tenía una hermana, Petrona Calderón, que, por lo que parece, decidiría el destino de Francisco Ortiz, porque este se enamoró de la joven argentina, así que volvió a Málaga pero dos años más tarde, en 1856, regresó a Chivilcoy para asentarse y fundar una familia: Petrona y Francisco se casaron alrededor de 1858 y fueron padres de 14 hijos (siete niños y siete niñas).

Antonio Abel Ortiz desciende, como la mayoría de los familiares que todavía viven en Chivilcoy, de Alberto Ortiz Calderón, el tercero de los hijos del pionero malagueño y Petrona Calderón, quien además fue el administrador de las tierras paternas.

Pero, ¿cómo era este joven que cruzó el Atlántico para empezar una nueva vida?, Alberto Ortiz destaca que su antepasado era «un hombre próspero y de gran cultura que hizo grandes aportes a la comunidad».

Y como su primera visita tuvo lugar en el año de la fundación de Chivilcoy, Alberto Ortiz recuerda que en 1854 toda esa zona «era pampa salvaje, con alguna que otra casa perdida, donde ya se había instalado su primo Antonio».Terrateniente

Francisco Ortiz Acosta se convirtió, con el tiempo, en un importante terrateniente. Comenzó alquilando a unos 30 kilómetros de Chivilcoy una estancia (en Argentina, una hacienda de campo destinada a la ganadería) llamada El Paraíso, primero en sociedad con su cuñado, el hermano de su mujer y luego en solitario y años más tarde, entre 1870 y 1875 compró los terrenos (unas 2.700 hectáreas) y ya en el siglo XX siguió extendiendo sus dominios con nuevas adquisiciones.

A su propiedad las llamó Las Palmeras, porque fue una de las especies que primero plantó.

El malagueño parece haber sido un convencido de las técnicas modernas, por eso llegó a contar con un cobertizo con una máquina de vapor para esquilar a las ovejas (llegó a tener 13.000) y también incorporó un molino harinero a vapor. En uno de sus escritos resume su filosofía de vida: «El trabajo, para adquirir y poder legar a los nuestros la posibilidad de levantar la frente y mirar sin sonrojar».

Como curiosidad, era masón y llegó a estar encarcelado, en 1878, junto a otras personalidades de la población, al protestar contra un decreto que consideró injusto del gobernador de la provincia de Buenos Aires.

Por otro lado, se implicó en la marcha de la nueva población, de la que sería concejal. De la mano de uno de sus hijos, Fernando, que era ingeniero, hizo posible la llegada del agua corriente, después de encargar los materiales a Bélgica.

Por ese tiempo, el concejal y su hijo Fernando también instalaron en 1886 una de las fuentes principales de Chivilcoy, la fuente de Hebe que también procedía de tierras belgas.

Poco después, en reconocimiento por su trabajo, en 1890 una comisión organizó un homenaje, en el que le entregaron una placa conmemorativa de oro.

Además, sobre terrenos donados por su esposa Petrona, en 1899 se fundó el Patronato de la Infancia y dos años más tarde, los Ortiz donan un terreno para levantar una escuela.

Tras la muerte de nuestro protagonista en 1908, como curiosidad, poco después, en 1911, en parte de sus antiguas tierras su hijo Alberto fundó el pueblo de Villa Ortiz, que cuenta con un club en el que los descendientes del malagueño se reunieron hace tres años (la foto que acompaña este reportaje es de esa reunión).

Alberto Abel detalla que para la fundación de Villa Ortiz hubo un sorteo de lotes de tierras y además a cada pionero se le entregaban los ladrillos para las casas, así como una libreta en la que cada mes debían pasar por la casa de campo a pagar su cuota.

En la actualidad, la familia conserva la antigua casa de Las Palmeras y parte de las tierras adquiridas el siglo XIX por su antepasado.

Los Ortiz de Chivilcoy, Argentina, confían en poder localizar a descendientes en Málaga y así seguir ahondando en sus raíces malagueñas.