A sus 72 años, Abdelkader no escondió su fuerte carácter a los policías que lo detuvieron en el aeropuerto de Málaga acusado de liderar desde la Costa del Sol una organización familiar que intentó introducir una tonelada de cocaína oculta en piñas por el puerto de Algeciras. El patriarca de los Benali, residente en Fuengirola y de vuelta de una de sus habituales visitas a Melilla, se mostró soberbio y hasta reprochó a los agentes el arresto después de llevar toda la vida pagando los impuestos que le correspondían en España. Toda una vida que había logrado ser invisible ante los ojos de la lucha contra el narcotráfico gracias a un discretísimo trabajo que conoce muy bien desde los cimientos. No le ha sido fácil a los investigadores saber que Abdelkader es conocido por sus colegas de su Marruecos natal y Melilla como El Laca porque comenzó introduciendo hachís en la ciudad autónoma ocultando pequeñas cantidades de droga en botes que aparentaban contener mercancía legal.

Eso era en la década de los setenta. Cuarenta años después, El Laca ha conservado el apodo y el método, pero ha evolucionado hasta ser considerado por la Policía Nacional como el mayor traficante de cocaína del norte de África sin que le consten antecedentes. En el reino del cannabis, el margen de beneficios del hachís se le quedó tan pequeño como la empresa, que fue creciendo al ritmo de su familia, otra de las claves por las que el negocio no ha trascendido durante tantos años. De hecho, entre los once detenidos que anunció ayer la Dirección General de la Policía se encuentran su mujer, cuatro hijos (un varón y tres chicas) y dos de sus yernos, uno de ellos policía nacional destinado en Estepona cuyo arresto ya adelantó La Opinión de Málaga el pasado18 de noviembre.

Todos «muy serios» a la hora de trabajar en el negocio familiar, algo menos el hijo, conocido por su afición a los excesos nocturnos y sus prolongadas visitas a clubes de alterne de la Costa del Sol. Mientras sus hijas regentaban una espectacular farmacia en Arroyo de la Miel, el vástago de Abdelkader se encargaba de los contactos internacionales que incluían los viajes a Sudamérica para pactar los envíos. El policía, que trabajaba en la Oficina de Denuncias y Atención al Ciudadano (ODAC) de la Comisaría de Estepona con una conducta aparentemente intachable, hacía lo propio en territorio español, aunque las fuentes consultadas aseguran que también formaba parte del entramado empresarial y las fortísimas inversiones que la organización estaba realizando en Guinea-Bissau y Senegal, países de África Occidental en los que tenían a cientos de personas trabajando para cultivar sandías y otras frutas tropicales. Para los investigadores es más que razonable imaginar que esa actividad comercial, además de servir para blanquear los beneficios obtenidos del narcotráfico, podría haber sido una buena manera de transportar en el futuro la droga procedente de Sudamérica oculta en su propia mercancía

Pero sólo es una hipótesis. Los hechos sólo demuestran que los envíos se hicieron directamente desde Ecuador y Costa Rica utilizando el flujo comercial de una de las empresas de Abdelkader para transportar la droga desde Sudamérica oculta en cargamentos de piñas. En el primer caso, los agentes localizaron en el puerto de Algeciras varios contenedores sospechosos en los que hallaron más de 960 kilos de clorhidrato de cocaína ocultos en un cargamento de esta fruta. Días más tarde, se inspeccionó un nuevo container procedente del país centroamericano que escondía más de 30 kilogramos de nieve. En esta ocasión, el sistema utilizado era mucho más sofisticado ya que la droga estaba prensada en cilindros recubiertos de cera de color amarillo y ocultos en el interior de las piñas. Esto obligó a los agentes a abrir, una a a una, miles de piezas de fruta que previamente habían pasado por un escáner.

Para traer la droga, la organización creó una gran infraestructura inmobiliaria, financiera y mercantil de la mano de importantes empresarios afincados en la costa levantina. Esta relación aportaba una apariencia legal que les permitía materializar su actividad de un modo completamente opaco al trabajo policial y aduanero. Los investigados, siempre según la versión policial, blindaban todas sus actividades y movimientos con extraordinarias medidas de seguridad que incluían la utilización de dispositivos electrónicos de última generación, comunicaciones encriptadas y un continuo cambio en los vehículos utilizados en sus desplazamientos a velocidades endiabladas para evitar posibles seguimientos. En convoyes de tres y cuatro vehículos de gran cilindrada conducidos por los yernos y el hijo de Abdelkader, estos eran capaces de trasladar al patriarca a sus citas en Sevilla o Madrid a más de 250 kilómetros por hora.

En función de todo lo que han incautado los agentes, no es descabellado pensar en una actividad regular de la organización. No obstante, el trabajo que ha liderado el Grupo de Respuesta Especial para el Crimen Organizado (GRECO) de la Costa del Sol junto a sus compañeros de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF), Udyco Central, Udyco de Melilla y Alicante y Asuntos Internos, ha intervenido 180.000 euros en efectivo, otros 200.000 en joyas, 15 vehículos, dos pistolas y diversos dispositivos de geolocalización e inhibidores de frecuencia, aunque los investigadores han bloqueado 57 inmuebles por valor de siete millones de euros y más de dos millones de euros en cuentas bancarias. Entre los inmuebles destaca una residencia de varias plantas en Melilla decorada por un famoso interiorista de Marbella.