Hace cien años tuvo lugar una primera revolución femenina en Málaga que resultó siendo sangrienta. Las mujeres tomaron la calle. Y lo hicieron ante la incapacidad manifiesta de los hombres por resolver los graves problemas de subsistencia que en los primeros años del siglo XX azotaban a la población. La clases populares ni comprar el pan podían. Se había puesto por las nubes. Nada más y nade menos que a 55 céntimos. La gente rica era cada vez más rica y los pobres cada vez más pobres. Y la oligarquía de la época solo se preocupaba de velar por sus intereses, mientras el precio de los productos de primera necesidad seguían su escalada. Las mujeres, que llevaban sus casas, se rebelaron porque sus hijos, y ellas mismas, pasaban hambre. Y se manifestaron por sorpresa el 9 de enero de 1918. Casi un millar de mujeres. Fue la manifestación de las faeneras.

Un siglo hace de aquellas protestas que duraron hasta el día 21 de enero, y que incluyó hasta una huelga general. En las revueltas se registraron cuatro muertos y varios heridos. Málaga se puso en el punto de mira de toda España, con constantes referencias a lo que pasaba en la ciudad en la prensa nacional. «Todo se extendió como un reguero de pólvora en toda España. Las noticias de provincias, destacaban en negrita todos los sucesos. La ciudad estaba en boca de todos», explica Salvador Jiménez, presidente de la asociación Zegrí. Pero estos sacrificios no fueron en vano. Ellas lograron su objetivo. Los precios de la patata y la almendra comenzaron a bajar.

¿Cómo se llegó a esta situación insostenible que hizo que las mujeres se pusieran en pie de guerra? Jiménez se remonta bastante en el tiempo. A la crisis de la industria malagueña, tan floreciente en el siglo XIX, que a tanta burguesía atrajo, que hizo de Málaga la segunda ciudad del país; y a la puntilla que supuso la plaga de filoxera. «Hay que partir de cero. El estallido de la I Guerra Mundial supone un rayo de esperanza para la metalurgia, dedicada al armamento. Pero dura poco», indica el presidente de Zegrí.

Todos los productos de calidad que se producían en Málaga se dedicaban a la exportación. Y lo que se consumía en Málaga era malo, caro y de contrabando. «Procedía del estraperlo y, por tanto, era más costoso y había que afrontar el sobrecosto del transporte», según Jiménez. «Si todo era para exportar, porque dejaba más dinero, y al extranjero salían productos de primera necesidad, como patatas, vino, cítricos o almendras ¿qué quedaba para los nuestros?»

La gota que colmó el vaso fue la disparatada subida del precio del pan. La sociedad malagueña vivía un tiempo de gran convulsión. La gran mayoría de la población era, además, analfabeta. La burguesía ponía y quitaba a los alcaldes según sus intereses. Hasta tres en tres meses. El gobernador militar también se caracterizaba por querer resolver los problemas «a la fuerza». Rodríguez de Rivas, se llamaba, «que prácticamente se rio de las mujeres que fueron a visitarle durante la manifestación del 9 de enero de 1918 para exigirle que bajara el precio del pan», sostiene Salvador Jiménez.

Las faeneras (la mayoría trabajaba en la vendeja), agitadas por varias activistas como Concepción Moya, de El Perchel, también fueron a ver al alcalde Salvador González Anaya. En el momento en que éste se comprometió a atender sus reivindicaciones, a reunirse con agricultores, con quienes almacenaban el trigo y con los harineros, fue destituido de su cargo y sustituido por Mauricio Barranco. Era el cuarto en muy poco tiempo. «La oligarquía hacía y deshacía», insiste el presidente de Zegrí.

Las mujeres dieron 48 horas para que bajara el pan. No lo consiguieron. A la primera manifestación le siguió otra, el día 14. Aquí también participaron los hombres. La respuesta del gobernador civil en las vísperas fue arenar las calles para evitar que se resbalaran los caballos ante una más que probable carga policial. La tragedia se mascaba. Y así fue: cuatro muertos, 17 heridos y Málaga en los papeles de toda España, «siendo la comidilla». «Al gobernador se le fue el problema de las manos». Durante las honras fúnebres, en el antiguo Hospital Militar, se registraron más disturbios... Fueron dos semanas de tremenda conflictividad y agitación en la ciudad que permitieron, eso sí, que bajaran los precios de los productos básicos.

El Ayuntamiento conmemorará este centenario, descubrirá una placa en la plaza de la Marina, se celebrará un recorrido parecido al espontáneo del 9 de enero de 1918 y habrá una exposición.