«Fue un bombazo, había días que las colas daban la vuelta por la calle para comprar», recuerda Presina Pereiro. Se refiera a la famosa Calzados Bebé, la tienda que su padre, el argentino de padre gallego y madre malagueña, Eleazar Pereiro, abrió en el número, 24 de la calle Granada en 1947 y que estuvo abierta y con éxito hasta su jubilación en 1989.

Como recuerda, la de su padre fue la primera zapatería infantil de Málaga. «En las zapaterías normales no había nada, los Gorilas esos tan duros que te machacaban el pie. Cuando mi padre puso la tienda no había competencia», destaca.

Pero además de llenar un hueco en la oferta comercial de la época, el mérito de Eleazar Pereiro consistió en ofrecer lo nunca visto: una tienda que más parecía pensada para Nueva York que para la Málaga de la posguerra. «Tuvo la idea de entretener a los niños, para que las madres compraran tranquilamente», recuerda su hija. Por este motivo, además de pintar él mismo las paredes de la tienda con motivos y personajes infantiles, diseñó unos sillones con tapizados alegres y a una altura adecuada, para que las madres «no tuvieran que agacharse para probar los zapatos a los niños».

Para completar, el inteligente comerciante instaló dos balancines y un columpio, «detrás del escaparate, a la derecha», aunque este último funcionaba más como reclamo comercial.

Por si fuera poco, Eleazar Pereiro les daba a los pequeños unos coleccionables, «cuentos clásicos con dibujitos» y hasta una pelota. «Los niños se tiraban horas en el balancín, de hecho pasaban los niños por delante de la tienda y entraban a darse su paseíto, estaban distraídos y era como una pequeña guardería», recuerda Presina Pereiro con una sonrisa.

Una idea tan innovadora sólo podía surgir de alguien excepcional y sin duda lo fue Eleazar Pereiro Durán, que había nacido en Buenos Aires el 19 de abril de 1915. Su padre, una persona algo bohemia que se llamaba como él, había nacido en Porriño, Pontevedra, y decidió cruzar el charco para librarse del servicio militar. Su madre, Dolores Durán Aragón, provenía de una familia de Vélez que vivía en la finca de La Isla, en Málaga y que tras un revés económico buscó suerte en la Argentina.

Los dos jóvenes arribaron hacia 1910, se conocieron en Buenos Aires y se casaron en torno a 1914. Ella tenía 16 años y trabajaba en una sombrerería; él era encargado «en una especie de gran almacén de mercería, aunque más tarde abriría una zapatería en la capital argentina que continúa abierta en nuestros días», cuenta la nieta.

La familia Pereiro, no obstante, decidió marchar a su país de origen en 1928, «por la morriña de vivir en España». De hecho, el joven Eleazar, que entonces tenía unos 13 años, contaba que cuando se embarcó para Málaga, «al ver la bandera española dijo que se sintió español y nunca más se sentiría más que eso».

En todo caso, fue una visita que se convirtió en estancia definitiva dos años más tarde, ante la inestable situación política en Argentina. «Mi padre, desde que llegó, quiso vivir en Málaga», cuenta su hija.

La bici de Campanillas

La familia alquiló una finca en Campanillas para trabajarla y como destaca Presina, a su padre, que ayudaba en la administración de la finca, la afición por la bicicleta le vino de entonces: «Él tenía que venir a Málaga con el dinero, lo traía en una cartera y la ponía en el manillar, así que cogió gran experiencia, aparte de que era muy competitivo».

Por este motivo, en esa época, inicio de los años 30, comenzó a participar en carreras ciclistas y lo vemos en una foto, por ejemplo, con la equipación de la época en la meta de una carrera que terminaba en Torre del Mar.

Tras la llegada de la II República comenzaron los problemas laborales para la finca y el padre decidió dejar el arrendamiento y probar suerte con los despachos de vinos que fue abriendo por Málaga capital, uno de ellos en la calle Cinco Bolas y también se atrevió con un hotel pensión en la calle Santa María.

La Guerra Civil, por cierto, sorprendió a la familia viviendo en una casa del Compás de la Victoria, y allí pasaron la contienda como súbditos extranjeros.

La forma en la que el futuro comerciante de zapatos para niños conoció a su mujer es digna de una película y lo cuenta su hija: «El hermano de mi padre cogió la tuberculosis y mi madre, Presentación Barrero, trabajaba en el Hospital Marítimo de Torremolinos. Mi padre fue a visitar al hermano y se enamoraron perdidamente». Eleazar y Presentación se casaron a comienzos de los años 40 y fueron padres de cuatro niñas y tres niños.

El joven había decidido independizarse del padre y montó un restaurante por la zona de los Mártires, recuerda Presina, pero pronto quiso seguir la tradición familiar y abrir la zapatería infantil que haría historia en la vida comercial de Málaga, y eso que a los dos años de la apertura tuvo que lidiar con una epidemia de tifus que casi lo lleva a la quiebra.

Pero este hombre de mundo con un leve deje argentino, que tenía su casa en la calle Gómez Pallete y que no quiso volver a Buenos Aires «porque decía que sus recuerdos eran mucho más bonitos que la realidad», desde que era niño tuvo una pasión: el ajedrez. «Fue su vida, mi padre, con 8 ó 9 años, ganaba en Buenos Aires a su tío Julio, que era economista, y más de una vez recibió por ello un tortazo, y en el barco para España estaba la compañía del actor Manuel Dicenta, se corrió la voz de que un niño jugaba y mi padre le ganó al actor».

Al llegar a Málaga, Eleazar Pereiro siguió con su afición en el famoso Círculo Mercantil. Su hija Presina destaca que fue campeón de Andalucía y, en seis ocasiones, campeón de Málaga. En 1960, además, organizó el Primer Torneo Internacional de Ajedrez Costa del Sol, que se celebró durante las fiestas de invierno las siguientes dos décadas.

Al apasionado jugador le gustaba el ajedrez de ataque y también fue nombrado árbitro internacional. Además, organizó torneos internacionales en Portugal y Marruecos y le ofrecieron la oportunidad de jugar en Yugoslavia y Rusia, pero declinó la invitación por la situación política.

Sus dotes organizativas y su interés por el ajedrez le llevaron a presidir durante diez año la federación malagueña, hasta que dejó el cargo para permitir la llegada de nuevas generaciones.

En sus últimos años empleaba el ordenador para jugar y muchas de sus partidas se encuentran en publicaciones sobre ajedrez.

Eleazar Pereiro Durán falleció el 10 de septiembre de 2008, a los 93 años. Elegante y de apariencia seria, quienes lo conocieron lo describen como una persona cálida y afable. Para su hija Presina, «fue un hombre muy agradable que nunca le hizo daño a nadie». Su moderno empuje comercial y el amor por su familia y por el ajedrez quedan para el recuerdo.