No hace mucho -el 7 de octubre de 2017- leí en las páginas de este diario una información relacionada con la necesidad de instalar unas mamparas de seguridad en el viaducto de Totalán.

La petición la formularon los vecinos residentes en las zonas Las Tres Marías -una denominación neutra o que no ofende a nadie- y Cacho Pan, así escrito. Los habitantes de este núcleo, pienso, no estarán muy satisfechos con una acepción que mueve a risa, desdén, burla... Si a un residente le preguntan por su domicilio y tiene que consignar que habita en Cacho Pan, el interlocutor pensará que está de broma o que tiene su casa en una barriada de chabolas.

Confío en que la colocación de mamparas en el viaducto libere a los cachopaneros de la lluvia de basuras y otros objetos de los que circulan a pie o en vehículos de dos o cuatro ruedas practicantes del deporte de arrojar las inmundicias en cualquier lugar.

En Málaga capital, como en la provincia y otras comunidades autónomas de la España plural que va camino de dividirse en no sé cuantos países o naciones, en Málaga, repito, se conservan aún nombres más que curiosos rechazables.

No hace mucho se cambiaron algunas denominaciones que hacían flaco favor a los residentes de esos lugares. Se eliminó del callejero malagueño el Callejón de la Pellejera, como también se ha borrado del mapa la Estación del Perro, que creo estaba en la zona de Guadalmar.

Los nombres de los diversos arroyos que desembocan en ríos de nuestra provincia son curiosos, y otros, tenebrosos, como el arroyo de Los Muertos. Entre los muchos que caracolean por la provincia figuran el de las Víboras, de las Culebras, del Búho, del Pulga, del Judío, del Humo, el de los Chinos y el que ocupa el primer lugar: el arroyo Cagaoro, que vierte sus aguas en el río Vélez.

En el término municipal de Ronda existe una aldea o núcleo de población denominada Sanguijuelas.

Y en Málaga capital existen otras calles con nombres que no harán felices, supongo, a los vecinos, como los de apodos de toreros (Alpargatito, Carnicerito...), o los heredados de nominaciones antiguas o inexplicables como Maera, Matagallo, Metralla, Trapisonda, Pendolillo... que, repito, los vecinos afectados admiten porque no tienen más remedio, salvo que un día decidan organizar una manifestación con pancartas exigiendo el cambio de nombre de sus calles.

Casas Viejas

Abandonando la provincia de Málaga pero sin salirnos de Andalucía hay dos casos, uno muy conocido por lo que representó en la Historia de España por el sangriento final, y otro menos aireado, pero indigno, malsonante, repelente... como ahora voy a relatar.

En el mes de enero de 1933, en Casas Viejas, aldea de Medina Sidonia, provincia de Cádiz, hubo una insurrección anarquista que el Gobierno de la República, a la sazón con Manuel Azaña como presidente, repelió de forma brutal, quemando chozas con los habitantes dentro, fusilamientos, huidas... El sindicato mayoritario en la aldea era la CNT. Aquella matanza provocó la caída del Gobierno.

Hay un libro, Después de Casas Viejas, escrito por el periodista granadino-malagueño Antonio Ramos Espejo, en el que se describe el horror de aquellas jornadas. Años después, el nombre de Casas Viejas se borró, pasando a denominarse Benalup de Medina Sidonia. Y otro malagueño, José Luis López del Río, produjo y dirigió una película que no se llegó a estrenar. Sigue en manos de su autor, que desde hace años reside en Madrid sin haber logrado estrenarla.

Asquerosa

El otro caso, registrado en la provincia de Granada, se solventó para beneficio de sus habitantes en 1943. Desde que se fundó -ignoro el dato- era conocido y así aparecía en los mapas, anuarios, documentos, como Asquerosa. Así como suena. El gentilicio no mejoraba la situación: asquerosos ellos y asquerosas ellas. Como digo, en 1943, en pleno franquismo, se cambió el nombre. Desde hace más de setenta años se denomina Valderrubio y, los vecinos, supongo, serán conocidos por valderrubinos.

Para terminar, Violada

Cierro el capítulo de hoy con una jocosa anécdota. Me la contó un director de periódico en 1950 más o menos. Como titular de una publicación diaria, y con la advertencia de «No publicable», recibía con cierta regularidad unas informaciones editadas en multicopista, el antecesor de las fotocopias; las facilitaba un organismo oficial relacionado con la prensa diaria.

Con estas noticias o comentarios no autorizados para ser divulgados, el organismo competente comunicaba sucesos, hechos, casos... que la censura prohibía su difusión. Yo tuve en mis manos uno de aquellos comunicados donde las páginas con los textos llevaban sobre impresionado «Confidencial».

En uno de aquellos boletines confidenciales y no publicables, se contaba lo siguiente:

En Violada, una pequeña localidad de Aragón, el ayuntamiento o pedanía quería distinguir de alguna manera al jefe del Estado, don Francisco Franco, en señal de agradecimiento por la realización o ejecución de unas obras que venía demandando el ayuntamiento o el órgano que regía la pequeña localidad.

La propuesta, acordada en la reunión representativa, era agregar al nombre del municipio el del jefe del Estado. Así, pues, se solicitaba la correspondiente autorización para que en el futuro la localidad pasara a llamarse Violada del Caudillo.

Según aquella información confidencial, la petición no se le pasó a la Casa Civil del jefe del Estado y ni siquiera se contestó a la petición.

En aquellos años se abusó de agregar el nombre o titular del Jefe del Estado a ciudades y pueblos de España, como Ferrol del Caudillo, Barbate de Franco, Villafranco del Guadalhorce...