­«Nacemos solos y morimos solos, y en el paréntesis, la soledad es tan grande, que necesitamos compartir la vida para olvidarla». La frase pertenece al psicoanalista alemán Erich Fromm. La soledad se ha convertido en uno de los problemas más relevantes en la actualidad. Cada vez somos más solitarios. En uno de cada cuatro hogares en España vive una persona sola. La mayoría tiene más de 65 años.

¿Por qué cada día estamos más solos? Los cambios socioculturales y económicos han dado lugar a que la soledad haya experimentado un notable incremento, lo que se traduce en un empobrecimiento económico de la sociedad. Las personas solas participan económicamente en menor grado que el resto, ya que, por norma general, no salen, no consumen, no viajan, no disfrutan del ocio. Así lo advierten los investigadores Juan Díez Nicolás y María Morenos Páez. En su libro La soledad en España, estudian esta realidad con consecuencias en el desarrollo de las personas y la sociedad.

El colectivo más propenso a padecer soledad son los mayores, seguido de las personas sin hogar, quienes están en situación de pobreza y los desempleados. El aumento de la esperanza de vida, los avances tecnológicos y vivir en una sociedad cada vez más individualista y menos solidaria son algunos de los factores que influyen en el fantasma de la soledad, junto con otros como los cambios en la estructura familiar, la baja fecundidad, el descenso de la natalidad, la crisis del sistema de cuidados y la desprotección familiar y la viudedad, según el estudio elaborado por los expertos del centro de Análisis Sociológicos, Económicos y Políticos.

Los especialistas subrayan que la elevada incidencia de la soledad no es un tema menor, sino que debe estar en el epicentro de las políticas públicas para combatirlo. Así, consideran clave la intervención de las administraciones públicas para actuar de forma preventiva en esta materia ante sus efectos en el plano social y económico.

En el caso de los más jóvenes, los investigadores avisan de que la soledad también tiene importantes implicaciones económicas. La soledad que pueden llegar a sufrir muchos a la hora de no poder independizarse les obliga a emigrar, lo que supone una «consecuencia catastrófica para la economía y el sistema de pensiones en España».

En los últimos tiempos se ha producido un extraordinario aumento de personas solitarias en este país. En el conjunto de la geografía nacional 4.638.300 personas viven solas en su domicilio, el 25,2 % del total de hogares. De esta cifra, 1.933.300 (41,7 %) tienen 65 o más años. Y dentro de este grupo, siete de cada diez personas son mujeres, 1.367.400 (70,7 %), según la encuesta continua de hogares publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), que facilita datos correspondientes a 2016. Comparando con 2015, el número de personas que no conviven con nadie en España ha crecido un 1,2 %, es decir, en 54.100 personas más.

Actualmente, existe un importante volumen de mayores dentro de la pirámide poblacional española que se encuentran solos. En este sentido, los hogares unipersonales de personas de 65 y más años aumentaron un 4 % respecto a 2015. Por el contrario, los formados por menores de 65 años disminuyeron un 0,7 %. Si se analiza el estado civil, en el caso de los hombres los hogares unipersonales más frecuentes estaban formados por solteros (58,2 % del total). Mientras que en las mujeres, la mayoría de hogares unipersonales estaban formados por viudas (47,5 % del global).

Las mujeres son consideradas más vulnerables, tienen menor capacidad de renta que los varones y más riesgo ante la pobreza, apunta el catedrático de Geografía Juan Francisco Martín, que resalta que la pensión no contributiva que reciben las féminas resulta «en muchas ocasiones insuficiente para vivir». Precisa que las mujeres tienen mayor esperanza de vida, con un promedio de entre cuatro y cinco años, diferencia que va aumentando conforme se avanza la edad. «El hombre fallece antes y ellas queden viudas y, aunque tengan hijos, normalmente viven solas», apostilla.

Martín considera que las instituciones deben poner en marcha un plan de lucha contra la soledad, ya que se trata de «un problema grave, que puede perjudicar seriamente psicológicamente» a quienes la padecen de forma involuntaria, aparte de su impacto económico, debido al mayor gasto público en políticas sociales y sanidad.

Entre estos servicios figuran la teleasistencia y la atención domiciliaria, como los que presta Cruz Roja Española cuyos responsables destacam que vivir en soledad favorece situaciones de dependencia y de deterioro de la salud de los mayores, que «no están preparados para abandonar sus casas y son muy reacios a dejarlas para ir a un centro o una residencia».

«Los ancianos no tienen miedo a morir, sino a estar solos, lo que piden sobre todo es compañía, alguien que les escuche», afirma Inmaculada Hernández, voluntaria de esta ONG, que sostiene que «muchas veces» quienes viven en soledad «se sienten abandonados» y cuando están con ella, que les anima a pasear, les da conversación o les ayuda en el hogar, les cambia hasta el humor.