El último día de marzo de 2017, el pleno del Ayuntamiento de Málaga aprobó de forma definitiva, con el voto en contra de la oposición y el apoyo de Ciudadanos, el plan parcial por el que en los 1,48 millones de metros cuadrados de la zona de Rojas-Santa Tecla, junto a la Sierra de Churriana, se construirán 2.847 viviendas, además de un campo de golf de 18 hoyos, con una superficie de medio millón de metros cuadrados.

También se han previsto 330.000 metros cuadrados de zonas verdes y espacio para zonas deportivas y sociales, centros educativos y dos parcelas para uso comercial.

El espaldarazo a este proyecto, considera la Asociación para la Defensa de las Chimeneas y el Patrimonio Industrial de Málaga, pone en serio peligro de derribo cuatro molinos históricos, una red de acequias, una alberca y elementos etnológicos desaparecidos ya de nuestras vidas como una era circular de pavimento empedrado y una calera preindustrial.

Por este motivo, la asociación ha enviado un escrito a la Gerencia de Urbanismo en el que solicita que todos estos elementos, situados en suelo urbanizable, pasen a adquirir la condición de edificios protegidos, con nivel de protección arquitectónica de primer grado y que, «por la singularidad de dichas estructuras», la protección lleve aparejada una recuperación, «que permita su uso y disfrute por parte de los ciudadanos».

En la exposición de motivos se recuerda que la primera referencia a los molinos y acequias de esta parte de Churriana datan de 1490, en los deslindes, por motivo de los Repartimientos, tras la conquista de Málaga por los Reyes Católicos y en concreto, esas tierras fueron entregadas a Francisco Rodríguez Madrid.

En una época más cercana, la presencia de los molinos, señala el escrito, «se concreta de forma más fehaciente en el año 1751». En concreto, en la enumeración de molinos enviada para la realización del famoso Catastro del marqués de la Ensenada, cuando Churriana todavía era un municipio independiente de Málaga.

Los cuatro molinos supervivientes que podrían ser demolidos durante la urbanización de los terrenos, puesto que carecen de protección, son los siguientes:

1) Batán Alto de Borrego: Fabricado de mampostería y sillarejos trabados con hileras de ladrillos, conserva un tramo de caz de 81,9 metros de altura, y un espacio para la molienda, entre otros elementos.

2) Batán Bajo de Borrego: De idéntica técnica constructiva. La estructura se encuentra muy afectada.

3) Molino de Borrego o de Veleta: En un estado de conservación óptimo. Estructura hidráulica de fábrica de mampostería y ladrillo. Conserva dos cubos hidráulicos oblicuos de momentos históricos diferentes.

4) Molino de Gazpacho: Estado de conservación bajo, está afectado por la demolición del espacio de la molienda. Se conserva una estructura de hormigón de cal para albergar el cubo hidráulico del molino.

Con respecto al primero de ellos, el Batán Alto de Borrego, como adelantó La Opinión, la Asociación de Vecinos Viñas de la Sierra ya reclamó la protección de este trozo de la Historia de Churriana, además de otros elementos más próximos al casco urbano del barrio.

Con respecto a la red de acequias, para la que la Asociación en Defensa de las Chimeneas y el Patrimonio Industrial también pide protección, el escrito recuerda que la acequia principal, «muy deteriorada por la presencia de malezas y movimientos de tierra», conecta los cuatro molinos.Unidos a la Historia de Málaga

El profesor de Historia del Arte de la UMA, Francisco Rodríguez Marín, miembro del colectivo y experto en Patrimonio Industrial, recordó la semana pasada a este periódico que «durante muchísimo tiempo, el pan que se consumía en Málaga venía de Churriana y Torremolinos, por la existencia de agua, por lo que, tradicionalmente estaban ubicados allí todos los molinos y para salvar el obstáculo del río Guadalhorce, se hizo la obra (inconclusa) del Puente del Rey».

A este respecto, el historiador puso el ejemplo de la recuperación del Molino del Inca, en Torremolinos, «que estaba totalmente destruido y hoy está funcionando».

Por este motivo, alertó, en relación con el macroproyecto de Rojas-Santa Tecla, de que «si una superficie se declara edificable y no hay ningún impedimento, lo normal es que la constructora busque la mayor rentabilidad y arrase con lo que sea».

Pero también subrayó que «otra cosa es que se protejan anticipadamente esos elementos, que, curiosamente, suelen revalorizar la promoción y como hay que dejar un 10 por ciento de zonas verdes, lo habitual es dejar los elementos protegidos en ellas».

Por este motivo, también quiso recordar que «en otras promociones de lujo rehabilitan elementos que se convierten en un hito de esa zona ajardinada y lo justifican para transmitir la idea de calidad del lugar. Creo que es una forma de actuar inteligente».

A este respecto, el profesor dijo que tenía esperanzas: «Primero porque la petición es razonable y luego porque no se impide construir en la urbanización, sólo, que se haga con una cierta inteligencia».

Por último, Francisco Rodríguez Marín recordó la importancia de «preservar la personalidad de Churriana, con tanta relación con la actividad agrícola». Para el experto, estos elementos son «señas de identidad, y aunque ahora no tengan utilidad, nosotros sí los hemos visto funcionar, pero dentro de dos o tres generaciones, cuando intentemos explicar cómo se vivía en el campo, son conocimientos que se pierden».

Por todo ello, el profesor de la UMA confía en que estas señas de identidad de Churriana, de las que hay constancia documental desde el siglo XV, puedan convivir con una urbanización del siglo XXI.