En el norte de España, especialmente en las provincias vascas, cuando llueve suavemente, se utiliza una palabra muy extendida: sirimiri.

Julio Casares, en su muy celebrado Diccionario Ideológico de la Lengua Española, lo define como «lluvia menuda, calabobos».

En Málaga, que gozamos de un vocabulario particular y que no se enseña en las escuelas ni es obligatorio para tomar parte en oposiciones al catastro, policía local o bombero, tenemos, para identificar esas lluvias menudas un gracioso diminutivo: una mititilla. Equivale a cuatro gotas. Cuando se produce una de estas minilluvias que apenas mojan el pavimento, lo despachamos con un «bah, una mititilla de nada».

Cuando la inquieta y saltimbanqui informadora de la tele anuncia lluvia en Málaga, y a veces lo que cae es una mititilla, en los mapas con sus isobaras, alertas, vientos procedentes del continente africano, frío polar y otros pronósticos que unas veces se cumplen al ciento por ciento y otras veces no (en Rusia se multa a los meteórologos que se equivocan), con lo que respecta a Málaga, falla más que una escopeta de feria.

El punto que indica donde Málaga es coronado por el dibujo de una nube y gotitas que caen de forma constante. Casi siempre esa lluvia cae en la Serranía de Ronda, que pertenece a Málaga, pero que con respecto a las precipitaciones es otra cosa.

Y lo que sucede con Málaga se repite en otras ciudades españolas. Recuerdo que una señora de Santander se quejaba que todos los días aparece sobre Santander la nube y sus gotas, y en la capital no llueve. Las tormentas se concentran en los montes que jalonan la bella comunidad autónoma pero no en la ciudad.

En Málaga, todo hay que decirlo, cuando llueve€, llueve a lo bestia durante diez o quince minutos. Después escampa, aparece el sol, salen los caracoles y los paraguas -en Málaga decimos sombrilla-, vueltos del revés quedan para el arrastre, o sea, para tirarlos en el primer contenedor que nos coja a mano, y cuando dentro de cuatro meses vuelva a llover, nos acercamos a un chino y compramos uno nuevo.

Con respecto a las lluvias torrenciales, las mititillas y los caracoles conocí a un malagueño de nombre Felipe y de apellido que omito -ya murió- que los días de lluvia, cuando escampaba y salía un sol resplandeciente dirigía sus pasos al Cementerio de San Miguel ¡a recoger caracoles! Manifestaba que eran los más gordos y sabrosos.Mentira podrida

Aunque a la vista no hay unas elecciones de las muchas que se convocan con el coste en dinero que ello supone, los políticos no descansan. Están erre que erre como si los comicios estuvieran a la vuelta de la esquina.

Están en campaña permanente descalificándose unos y otros sin la menor consideración ni respeto. Las campañas electorales están reguladas, pero eso les importa un pepino a los políticos que siguen en sus trece prometiendo aves, aeropuertos, jubilaciones como la de los ex banqueros, jornadas de cinco horas de trabajo, puentes, cestas de Navidad y cruceros a los fiordos noruegos. A estas mentiras, recurriendo a una de las expresiones malagueñas que he utilizado en una línea anterior, los malagueños las calificamos como mentiras podridas.

Peón caminero

Otra frase despectiva y sin razón que lo justifique es, para calificar una idea descabellada, una propuesta sin pies ni cabeza, una bobada, es la que se oía con asiduidad y que hace tiempo que no llega a mis oídos: «Tiene cosas de peón caminero».

Para mí, los peones camineros, como los agrimensores, tienen todos mis respetos porque cada uno cumple una misión en la sociedad y son tan necesarios como otros profesionales. Nunca he aceptado eso de minusvalorar a nadie por su oficio o actividad profesional.

Por cierto, ¿existe todavía el oficio de peón caminero? Antiguamente, en las carreteras importantes o secundarias, había casetas con el rótulo «Peón caminero», persona encargada de vigilar el buen estado de las vías de comunicación, dar avisos a las jefaturas de carreteras de los desprendimientos, reparar desperfectos y, en suma, estar atenta a cualquier incidencia.

Hace muchos años que no me tropiezo con una de aquellas casetas en las que los celadores cumplían su deber.

La única referencia que queda de este oficio está en la avenida Pintor Sorolla de Málaga, donde sobresale, aunque es una casamata, una muy bien cuidada vivienda en la que destaca su titularidad: Peón Capataz. Por cierto, siempre está impoluta: blanqueada y ribeteados los quicios con pintura verde. Es un icono del pasado.Ni sábados ni domingos

En la galería de personajes de la vida malagueña que he ido incorporando a estas memorias hay uno que daba ejemplo a los ciudadanos por sus convicciones religiosas.

En años en los que no había sindicatos, ni convenios colectivos, ni reclamaciones por horarios abusivos, ni duración de jornada€ y cada uno se las arreglaba como podía, había un artesano que hoy podríamos denominar autónomo, cuyo trabajo era la restauración de cuadros, de pequeñas esculturas, relojes, figuritas de nacimientos, muñecas más o menos peponas que eran las de cartón que los reyes magos depositaban en los zapatos de las niñas el 5 de enero€

Era un auténtico manitas. Las reparaciones, especialmente de objetos religiosos, eran muy apreciadas y no le faltaba el trabajo. Recurrían a él muchas familias malagueñas para que restaurara una imagen del Sagrado Corazón, un Crucificado, un Rey Mago€

Cuando aceptaba los trabajos y alguno le requería cierta urgencia para la entrega del encargo, e informaba que en la fecha requerida era imposible su ejecución, ante la insistencia del cliente que tenía días suficientes, le respondía, que aunque le pagara más por trabajar sábados y domingos no lo aceptaba porque era respetuoso con el mandato de divino de respetar las fiestas: los sábados para descansar y los domingos para cumplir los deberes religiosos.Dos coches aparcados

Ya no pueden aparcar automóviles en la plaza de la Constitución, escenario de mil y un eventos de la historia de Málaga, como punto de llegada o salida de una manifestación, lugar de cita, veladas folklóricas, feria de muestras, mítines, arengas, desfile de modelos, actos patrióticos€

Lo que ocurrió en cierta ocasión y que recogió la prensa de entonces en una fotografía histórica fue el de dos coches de marcas diferentes aparcados uno junto al otro ¡con el mismo número de matrícula! Una era falsa, por descontado, pero, cosas del destino, los conductores coincidieron en el lugar elegido.

El periódico con curiosa fotografía de los dos vehículos con la misma matrícula debe estar en alguna hemeroteca. Lo que sí recuerdo, porque la vi, fue en una Semana Santa. El redactor gráfico se apuntó un jalón en su larga carrera periodística