«Qué ojos más bonitos tienes». «Sí, soy una Pale Ale». El mundo de la cerveza es así. Un amplio abanico de experiencias para todos los gustos y no alternar con otra bebida ya no es tomado a modo de ignominia que te cierra el pase para según qué cosas. No hace tanto yo creía que la fantasía más húmeda era un local decorado con buen gusto y lleno de maestros cerveceros instruidos en el oficio que supiesen hacer varios tipos de cerveza y a degustar sin intermediario, si pudiera ser, en buena compañía para evitar el desdén que le entra a uno por las cosas si empieza a beber en solitario.

No es por nada, pero si hace diez años nos hubieran contado a un malagueño que íbamos a tener a nuestra disposición un espacio de 1.200 metros cuadrados en el que se fabrican a diario siete diferentes tipos de cervezas artesanas, hubiéramos pensado en algún erasmus maldito con ganas de vender la moto. Algo habrá hecho la globalización, que nunca es inocente, y otra parte de responsabilidad la tendrá también la cultura que adquiere uno cuando empieza a viajar. Si el edén es un lugar en el que Dios creó al hombre a través del barro, Alemania es ese país en el que sus hijos aprendieron a crear un brebaje divino a través de tres ingredientes básicos: cereal, malta y levadura. La cerveza está de moda, por las razones que sea, y de eso no hay duda. En muchos pisos en los que los padres inocentes creen a sus hijos estudiando para el próximo examen, en realidad están abrazándose y celebrando la última creación alcanzada. Algunas de las últimas experiencias empresariales de la provincia han salido de laboratorios así y ahora se defienden en varios frentes, como Napoleón.

Sirva esto para establecer el contexto en el que uno se atreve a predecir que algunas de las salidas malagueñas más imposibles empiecen, a partir de la semana que viene, en uno de los callejones de lo que ahora se ha acordado en llamar como El Soho. Concretamente, entre las calles Vendeja y Trinidad Grund, donde otrora había un gigante parque de bolas donde los padres acostumbraban a aparcar a los más pequeños. «Esta noche a La Fábrica» y después que se salve quien pueda. Si el ocio es salir y entrar en bares lo que ofrece este establecimiento a partir del próximo 18 de enero es un escenario triunfal para no moverse ya del sitio. Porque La Fábrica es un concepto que, como tal, es bastante único en la capital. Consiste en combinar la producción de cerveza en un entorno industrial con un ambiente que mezcla lo mejor de las cocheras de Craft Beer estadounidenses con los grandes templos de la cerveza que se erigen en las ciudades de Alemania y Bélgica.

Si la actitud es la de no debería estar yéndome sin probarlas todas, uno puede acabar por sentirse entre alegre y compungido. O, directamente, con la cabeza del revés porque en este nuevo establecimiento, que también supone el aterrizaje en firme del Grupo Heineken en Málaga, se podrán degustar siete diferentes tipos de cervezas artesanas que se producen a diario. Con capacidad para fermentar 950 hectolitros que van desde los gigantes tanques cromados que ejercen como atlantes hasta los múltiples grifos que se distribuyen como arterías en una barra en forma de rayo infinita.«Tendremos siempre siete diferentes tipos de cervezas artesanas y dos irán cambiando cada mes», explica Paloma, responsable de Heineken, con una amabilidad acorde a la felicidad que le invade a uno cuando sabe que va a poder degustarlo todo en calidad de invitado. Porque la cerveza es el pan líquido puesto al servicio del cliente y en este caso es una inventiva que corre a cargo de los dos maestros cerveceros de Cruzcampo y cada uno buscará su ovación.

Detalles transversales

Hay un concepto de universalidad en La Fábrica que se concreta en un espacio templado que cuenta con un escenario para actuaciones musicales y un rincón del pensamiento donde habrá maridajes, catas y talleres de todo tipo para filosofar sobre la cerveza. I+D+i. Un graderío, incluso, que recuerda a los escalones de cualquier teatro romano y donde uno puede beber en pose de la mejor tradición del «¡no nos representan!», con las piernas cruzadas y todo.

En realidad, La Fábrica se antoja como un espacio nacido con el objetivo de agradar a casi todo el mundo. Algo que consigue, entre otras cosas, no sólo por el amplio arsenal de cervezas que ofrece sino por la amplia oferta gastronómica. Carnes a la brasa para las cervezas más potentes. Cocina japonesa moldeada a las tipologías más frescas. Hamburguesas contundentes para rebajar la tercera pinta. Los garitos que apuestan por este concepto ya son legión, pero el sello Heineken ejerce de garante para las cosas bien hechas. «Si nos metemos, nos metemos de lleno», resume Paloma. En definitiva, estilo sin pedantería. Cerveza como una forma de vida lejos de lo vulgar. Acogedor y sin agobios. La inauguración institucional con presencia del alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, será el próximo lunes. La apertura al público, el 18 de enero. ¡Prost!