En el pueblo de Alameda, ubicado en la comarca de Antequera, he estado en dos ocasiones a lo largo de mi vida; la primera vez, para asistir al acto de inauguración del abastecimiento de agua a domicilio. Era el único pueblo de la provincia de Málaga que en 1971 o 1972 carecía de red de abastecimiento de agua potable.

La segunda ocasión fue cuado el Gordo de Navidad se vendió en Alameda. Cada uno de estos dos desplazamientos que ahora rememoro estaba relacionado con la información del momento.

El evocar estos dos desplazamientos es porque hace unas semanas, en el repaso de libros, cachivaches, objetos, fotografías, etc., que a lo largo de los años he acumulado y que forman parte de mi entorno natural, me encontré con un sencillo artilugio que utilizaban los alamedanos para recoger agua de las fuentes públicas para abastecerse del vital elemento. Que en 1971 o 72, en la provincia de Málaga existiera un pueblo con más de cuatro mil habitantes sin disponer de una red de distribución de agua y tuviera que recurrir a sistemas tan arcaicos como abastecerse de agua en las fuentes públicas para guisar, asearse, lavar la ropa… era al menos vergonzoso.

Por razones profesionales -informar de tan importante acontecimiento- me trasladé a Alameda para informar sobre el histórico hecho. Llegué a Alameda un poco antes que el gobernador civil, entonces don Víctor Arroyo, que se desplazó desde la capital en un helicóptero de la Guardia Civil.

Cuando las autoridades e invitados se acercaron al lugar elegido para la toma tierra del aparato volador…sí que tomaron tierra todos los que se acercaron porque las aspas del helicóptero al acercarse al punto elegido para posarse provocaron una auténtica tormenta de polvo.

¡Adiós a las cañas!

En Alameda, los vecinos, se valían de un sencillo y original procedimiento para recoger el agua. Consistía en una caña de bambú de un metro y medio de longitud dotado un extremo con un embudo de hojalata debidamente fijado; el otro extremo, sin obstáculo alguno, permitía que el agua obtenida de los surtidores que estaban a cierta altura se deslizara por la caña y llegara sin salpicar a nadie a un cántaro de cerámica colocado al pie de la fuente.

En aquellos años había en Alameda tres fuentes públicas, y según me han confirmado, se conservan, aunque ya no se utilizan para recoger agua para el uso domiciliario porque en cada vivienda existen grifos de los que emana el agua que cada vecino necesita para su aseo, limpieza, cocinar, regar las macetas…

El histórico día de la inauguración del deseado suministro de agua domiciliario fue festejado por el vecindario… y a cada asistente al acto -periodistas incluidos- se le obsequió con una de las cañas que desde tiempo inmemorial venían utilizando para algo tan esencial como recoger agua.

Cuarenta y tantos años después de recibir el obsequio y conservarlo como un pequeño tesoro decidí ofrecérselo al Museo de Artes Populares de Málaga, un lugar donde uno encuentra cientos de objetos que formaron parte del ajuar de los habitantes de los pueblos y ciudades de nuestra provincia. Mi visita al museo me trasladó a los años en que algunos malagueños y no malagueños -Baltasar Peña Hinojosa, Enrique García Herrerra, Julio Caro Baroja, Modesto Laza Palacios…- soñaron con un museo que recogiera enseres, instrumentos, útiles de labranza, libros…, que formaban parte del día a día de pasadas generaciones.

Precisamente fue Baltasar Peña el que me mostró todo lo que había conseguido recuperar para crear este excepcional museo. Y me atrevo a preguntar: ¿Cuántos malagueños no han estado nunca en el museo? Está en la hoy rotulada acertadamente plaza Enrique García Herrera.

En contacto con una vecina de Alameda, que me confirmó algunos de los extremos de las famosas cañas, me comunicó que ella, cuando era niña, iba con su caña y cántaro a una de las tres fuentes, que el agua era riquísima -ahora no tanto- y que muchos alamedanos conservan las cañas como recuerdo del pasado. Alameda, entre 1971 y 2017 ha ganado en mil habitantes, hay unos cinco mil quinientos.La segunda vez, fiasco

La segunda vez que me trasladé por razones profesionales a Alameda fue un 22 de diciembre, minutos después que saliera el Gordo de Navidad. No recuerdo el número, pero sí la noticia difundida por los profesionales de la radio y televisión que relataban las incidencias del sorteo: ¡El número premiado con el Gordo ha sido vendido en Alameda (Málaga)!

En aquél día, por decisión de la delegación de Televisión Española en Andalucía, estaba sustituyendo al corresponsal del ente en Málaga. Tuve que ponerme en marcha con el cámara Antonio España para informar desde Alameda la gran noticia.

Al llegar al favorecido municipio malagueño, la sorpresa fue mayúscula: el número del Gordo, aunque consignado a Alameda, se había vendido en pueblos de la provincia de Córdoba, donde ya estaban festejando la suerte…y el corresponsal de TVE en Córdoba estaba cubriendo la información.

Fiasco total. Regreso a Málaga sin nada que contar… salvo la desilusión de todo un pueblo porque el revendedor de la lotería había vendido el número premiado en pueblos de la vecina provincia de Córdoba.José María el Tempranillo

Alameda tiene relación con el bandolerismo andaluz del siglo XIX, del que se han escrito libros, reportajes e incluso rodado películas, como Carne de horca, la mejor de todas y curiosamente dirigida por un húngaro, Ladislao Vajda. La leyenda o realidad del bandolero generoso que robaba a los ricos para dárselo a los pobres no la ha borrado el tiempo.

El nombre de Alameda está ligado a uno de los más famosos bandoleros que reinaba en la Serranía de Ronda y tierras limítrofes. Me refiero a José María el Tempranillo, apodo con el que era conocido José Pelagio Hinojosa Corbacho, nacido el 21 de junio de 1805 en Jauja, localidad del término municipal de Lucena (Córdoba).

(Una aclaración: el Jauja de Córdoba no tiene nada que ver con la mítica Jauja, el imaginario lugar donde se producen frutos sin necesidad de cultivarlos y donde los residentes viven sin dar golpe y disfrutando de lo mejor. Hoy hay otros jaujas, los paraísos fiscales donde los corruptos de todas las calañas atesoran lo robado para su mejor futuro… aunque algunos están en la cárcel de Soto del Real, que debe de ser algo así como una prisión 5 rejas, gran lujo).

Volviendo a El Tempranillo, al que se le atribuye la aseveración «El Rey manda en España, en la Sierra mando yo», tras una azarosa existencia, recogida en libros y publicaciones, El Tempranillo fue indultado por Fernando VII y, caso insólito, formó parte de un Escuadrón de Caballería para el exterminio de los malhechores, otorgándosele el grado de comandante del Escuadrón. El 22 de septiembre de 1833, cerca de Alameda, fue agredido por otro bandolero, apodado El Barberillo. Tres disparos acabaron con su vida.