Una patología neurológica ha llevado a Tito Raimundo a estar más de una semana ingresado en el Clínico. A sus 73 años, apenas tiene familiares que puedan acudir a visitarle durante las largas horas que lleva en el hospital, una compañía que han cubierto a ratitos personas como Valeria o Isabel, jóvenes voluntarias de acompañamiento que forman parte de Acción Plural.

La asociación nació en 2011, un proyecto piloto que se ha quedado para siempre y se ha convertido en la primera asociación de estas características en Andalucía que solo el año pasado atendió a más de 4.300 usuarios. Una actividad sin ánimo de lucro que nació ante la necesidad de ver cómo las personas que acudían solas al hospital apenas sabían moverse por el centro y llegar a su cita con el médico se convertía en un auténtico reto. La secretaria de Acción Plural, Remedios Bernal, es una de las creadoras de esta asociación. «Existía una necesidad y lo principal era ofrecer información dentro del hospital», explica. Sin embargo, la labor de Acción Plural, con un punto de ayuda al paciente a la entrada del Hospital Virgen de la Victoria, no queda ahí. El programa Cicerone fue el primero en desarrollarse, una iniciativa que consiste en guiar al usuario hasta el lugar que está citado. Un paciente que suele tener una edad avanzada, suele ir solo y con dificultades para desenvolverse por el centro hospitalario.

Ante este perfil y las necesidades que se presentaban en el día a día se implantó el programa Acto único. Son muchos los que tienen una movilidad reducida y requieren de una persona que les indique dónde ir. Para ello, tras aglutinar todas sus citas en el mismo día para facilitar las cosas al paciente con la enfermera de enlace, el voluntario queda con el usuario en el punto de ambulancia y realiza con él todo el recorrido establecido por las consultas pertinentes. Mientras, espera en la puerta y no se separan hasta que vuelve a dejarle en el lugar en el que le recogió.

Ana Padilla es voluntaria desde que arrancó el proyecto. A sus 65 años y ya jubilada, dedica tres horas a la semana por la mañana dentro del programa Cicerone. «Yo trabajaba aquí en el servicio de limpieza y veía que la gente no sabía moverse. Es muy gratificante ayudarles», explica. Una asociación que no cuenta con ningún tipo de subvención, tan solo una cuota de socio para aquellos que quieran ayudar con cinco euros al mes, y en la que participan en la actualidad 27 voluntarios de entre 18 hasta 80 años. Compartir tu tiempo para ayudar a los demás no tiene edad.

Valeria e Isabel son dos jóvenes estudiantes de la Universidad de Málaga que forman parte de esta asociación, en concreto, del programa acompañamiento, una labor pensada para pasar por las tardes por las habitaciones de aquellos pacientes que apenas reciben visitas durante su estancia hospitalaria. «Algunos cuando vas a visitarlos, es la primera vez que hablan en el día», explica Reme.

La joven Valeria, a sus 19 años, participa en este proyecto desde hace algo más de un año. Esta estudiante de Educación Primaria estaba interesada en formar parte de algún voluntariado relacionado con el mundo hospitalario y en unas jornadas de puertas abiertas de la Universidad, conoció Acción Plural. Desde hace más de un año acude dos veces en semana por la tarde a visitar a los pacientes que tiene en el cuadrante y que se organiza todos los lunes, previa coordinación con el servicio de Enfermería. Asegura que depende de las circunstancias del usuario, la conversación se decanta por unos temas u otros; algunos quieren olvidar el motivo por el que están encamados y recuerdan batallas pasadas. Otros, en cambio, prefieren desahogarse y hablar sobre como avanzan.

En el caso de Isabel, el voluntariado lo lleva dentro de su ADN. Con solo 20 años, lleva cinco en Protección Civil de su pueblo, Yunquera. Una actividad que retoma cada fin de semana y que compagina con otras iniciativas universitarias. Desde hace un año, está dentro de Acción Plural movida para ayudar a los mayores. Los mismos que le traen el grato recuerdo de su abuela. Entre sus visitas de tarde y ratos de charla recuerda a Paca, una mujer que estuvo varios meses ingresada y con ambas piernas amputadas. La forma de afrontar las cosas le ha dado toda una lección. «Lo más gratificante es que cuando te vayas, ellos sonrían. Eso es lo que más te llena», expone esta voluntaria.