La Holi Life, antaño conocida como Holi Run, entronca a la perfección en esa categoría de actividades a las que no se le encuentra un sentido muy profundo. Al menos, a primera vista. Un grupo más o menos heterogéneo se reúne desde hace tres años en la explanada colindante al Palacio de Deportes con la misión de formar parte de una trama de colores.

Esto es debido al vertido masivo de unos polvos que representan todo el Pantone. Lo que cabe entre las dos manos se esparce al aire para luego caer como sirimiri sobre las 15.000 personas que se prestaron a participar en la tercera edición de este evento en Málaga. Para que se entienda mejor, en los documentales de la dos la escena que se representa con estos polvos siempre es la misma: un trabajador de la industria textil de la India tiñe camisetas con cara de aburrimiento mientras va transitando de una fosa de colores a la otra. Bien saben en aquel país, donde la vacas paran el tráfico, que con las cosas de comer no se juega.

No recayeron en ello los que participaron ayer y, por contra, pensaron que sí merecería la pena poner el asiento del coche perdido si es a costa de pasar un buen rato de esparcimiento. Algunos iban disfrazados y otros tenían cara como si les hubieran obligado a ir. Cualquiera que fuera el motivo, todos cumplieron con el único requisito indispensable para participar: ir vestido de blanco como en una fiesta ibicenca. A la ya conocida mecánica de los colores se unió un espectáculo tecno-pop que corrió a manos de un animador hiperactivo, que representó todas las emociones de felicidad que brindan los emoticonos del WhatsApp. Las cosas del primer mundo son así y los interesados en montar una revolución o darle un revolcón a las conciencias, que se atengan a los mimbres que hay.

Como regalarse el capricho de sacrificar una mañana con temperaturas primaverales a cambio de teñirse sólo de colores es arriesgado y puede parecer hasta excesivo, el evento se completa todos los años con un recorrido de cinco kilómetros. Así ya se puede decir que uno pasó el domingo participando en una de las muchas carreras populares que se celebran ahora en la provincia. A pesar de todo, cuando avisaron que había que echar a correr, algunos empezaron a maldecir las facturas que genera el capitalismo.

No hubo competitividad en exceso y todo el mundo se desplazó a su ritmo. Más bien pausado. Por momentos accidentado, incluso.

Atropellado, con alguno rodando por el suelo. Para vivir emociones fuertes, mejor participar en un triatlón. Las caras la mitad roja y la otra mitad azul. Los móviles protegidos en fundas especiales porque estas cosas nunca dejan huella en el mundo real si luego no se publican en las redes sociales. El concepto de cobrarse la vida con los me gusta emergió en su máxima expresión. Alharacas con quien sea, en concepto de lo que sea. Maquillate, maquillate.

Al finalizar el recorrido, antes de dar por concluido el evento y dispersarse el jolgorio, refrescos y comida gratis del patrocinador principal del evento. Pagar nada por comer es mejor que pagar por comer. Siempre ha sido así y en todos los círculos y el catering consistente de refrescos y bocadillos gozó de una gran acogida. Habrá una cuarta edición, de eso no hay duda. Siempre que a una marca le dé por pagar es porque luego quiere recuperar el doble.