No hay nada que indique el paso del tiempo, pero la cuenta atrás ya ha empezado. El agujero que bordea la pista de esquí tiene el tamaño de una tumba. Por debajo de la apertura, que permanece sellada por la nieve apisonada, todo es oscuridad y hace frío. Los ruidos que penetran son vagos. Atenuados y silenciados por la masa blanca. Sólo una de cada cinco personas que se ven sorprendidas por un alud sobreviven. Sobrepasadas las dos horas, las oportunidades de salir y contarlo tienden a cero. Ante una avalancha de nieve, la reacción correcta es la de colocar manos y codos por delante de la cara. El objetivo, a toda costa, pasa por crear un hueco de oxígeno. Desde ahora en adelante, el pulso se convierte en una locomotora acelerada. La temperatura está por debajo de los cero grados y el miedo emboca por todas las extremidades. Empieza la lucha por controlar el pánico. La adrenalina sólo sirve para robarle energía al cuerpo y reduce las posibilidades.

En la estación de esquí en Sierra Nevada, junto al botiquín de Borreguiles, saltan las alarmas y se ponen en marcha los cabecillas del rescate. Entre los hombres, muchos de ellos con más de una década de experiencia en la montaña, destaca Thor. En realidad, es el único con capacidad para guiar al equipo de búsqueda hacia la persona enterrada. Él y sus más de dos millones de células olfativas porque Thor no es alguien más en la plantilla de rescate, sino un Pastor Belga Malinois. No un perro cualquiera, sino el can adiestrado para el rescate de aludes en Sierra Nevada con pedigrí malagueño. Su alimentación y formación corre a crédito de Tiendanimal y ahora sale como una bala cuando otros se han visto abatidos por la nieve. Sierra Nevada fue la primera de todas las estaciones españolas que contó con un perro para localizar a personas sepultadas por una avalancha de nieve.

Para llegar hasta donde ha llegado Thor no vale cualquiera. El primer requisito es contar con una morfología adecuada. El cine y los Alpes Suizos lanzaron al San Bernardo al imaginario colectivo, pero nada más bajar a la realidad hay descartar a esta raza. El perro de avalanchas no puede ser demasiado grande y tampoco demasiado pequeño. Tiene que ser ágil y rápido. Disponer de un fondo suficiente como para aguantar horas de marcha en las alturas. El pelaje tiene que ser grueso y denso para proteger al animal de las temperaturas gélidas. El Pastor Belga Milinois cumple con estos requisitos, aunque tampoco hay que descartar a otras razas como el Pastor Alemán o el Golden Retriever de la estampa pavorosa.

Richar Bonal, guía de Thor y compañero inseparable, explica las características que debe tener cualquier perro de rescate: «Aparte de una complexión fuerte, el perro tiene que cierto carácter. Durante los rescates, los perros se pueden ver en una situación que les puede causar cierto estrés y tenemos que confiar en que lo puedan sobrellevar».

Dos años de formación

Más allá de todo lo mencionado, en Sierra Nevada se puede asistir a un espectáculo que va más allá de todas las prevenciones de seguridad: tiene que ver con la relación especial entre el hombre y el perro. Un vínculo tan atávico que, a pesar de ello, no deja de sorprender. En el caso de Richar, todo se resuelve en que Thor está al principio y al final de todo. «Me lo entregaron como cachorro, don dos meses. Desde entonces, me acompaña todos los días», subraya que para alguien que ama a los perros, «es un auténtico lujo poder contar con tu amigo durante el trabajo». La vida de Thor no sólo discurre a pie de pista. Cuando Richar ficha, también se acaba la jornada laboral para él y pasa de perro de rescate a ser un miembro más de la familia de Richar. «Para el perro es muy importante que detecte cuando está trabajando y cuando está de ocio», precisa su guía. Por eso se construyen espacios diferentes: «Cuando salgo con el de paseo le pongo un collar y cuando salimos a trabajar en la nieve, le pongo otro».

Que Thor ahora sea capaz de situar con precisión a alguien enterrado en la nieve, es fruto de un trabajo de formación que se ha prolongado durante dos años que han discurrido entre Sierra Nevada y Huesca: «Hemos trabajado junto a los bomberos de aquella zona, que tienen una gran experiencia en rescates en la nieve». La formación y el juego, afirma Richar, van de la mano: «El perro siempre quiere agradar a su dueño, y en un rescate se crea una situación en la que nosotros le pedimos que encuentre algo, en este caso, a una persona». Un juego contra el tiempo que sirve para salvar vidas humanas.