A Francisco de la Torre le faltó únicamente atender en un perfecto francés a un grupo de turistas despistados que había paseando por los jardines de Pedro Luis Alonso, ajenos a esa masa amorfa de cámaras y micrófonos que se estaba formando por delante de la estatua central del Biznaguero, esa escultura de piedra tallada en honor a una profesión tan simbólica en Málaga, como alejada de resolver sudokus políticos que llevan meses complicándose cada día. Como si De la Torre en lugar de anunciar una decisión de suma importancia para el futuro de la capital, el suyo y el de su partido, hubiera venido casi por compromiso o para presentar un nuevo gran proyecto. El asunto número uno para el PP en la ciudad y también para la política municipal del partido a nivel nacional, se consumó en apenas diez minutos y casi sin tener tiempo los periodistas de realizar preguntas elementales después de años de debates y de un mes cargado de mensajes en los que apostaba por el «no».

Fue una rueda de prensa muy al estilo de Francisco de la Torre, que también es verdad no suele rehuir ninguna pregunta, aunque ayer no fue el día.

El hecho de que este lunes anunciara que va a repetir como candidato a la alcaldía del PP a los 75 años -en 2023 tendría 81- dejó una puesta en escena tan significativa como para justificar las dudas que generaría otra posible candidatura. La misma que encabezaba durante mucho tiempo y en muchos mentideros Elías Bendodo.

Los gestos en política son importantes. Hablan muchas veces más que mil palabras. De la Torre, tan dado a insinuar últimamente que tendía al «no», aceptó la propuesta de su partido, pero en la puesta en escena estaba solo. Nadie del partido ni del equipo de gobierno. Bueno, sí, Francisco Pomares, concejal que ayer fue el primero en mostrar su disponibilidad para repetir en la lista.

Después de un mes de reflexión, el domingo cogió el teléfono y le comunicó a Bendodo su decisión, pero no le detalló cuándo lo haría público. Ayer por la mañana se acercó hasta la sede de la Diputación, que daba sus premios anuales, y tras conversar con el presidente del PP le entregó un sobre en cuyo interior estaba la convocatoria que iban a trasladar a los medios de comunicación. Pocos conocían su decisión. Ni sus concejales.

En su anuncio de vuelta a los futuros ruedos electorales, De la Torre reivindicó la transformación del actual modelo de ciudad como una de las principales motivaciones que habrían inclinado su balanza. También hubo una buena dosis de personalismo camuflado. Unos planteamientos en los que se descarta que en el PP de Málaga haya alguien válido como para garantizar su legado, granizados de un evidente enganche emocional no ya sólo a la ciudad, también al cargo como motor vital. Un motivo para levantarse todos los días.

Pertenece De la Torre a esa clase de políticos españoles omnívoros, con capacidad de atraer votos más allá de las siglas de su partido. Seguro que para muchos en el partido representa una flor en el precipicio, cuando todas las encuestas están arramblando con el PP y auguran un subidón de Ciudadanos. En la campaña electoral de 2015 ya dio buena muestra de su capacidad para reducir al mínimo, incluso prescindir, de toda la parafernalia de partido.

La decisión de repetir como candidato, sin embargo, representa para De la Torre una distorsión en el riesgo como nunca se había producido hasta el momento. Cree el alcalde que la gente en la calle está con él, pero el contexto político que se cuece es distinto al que había en 2015. El aval de la formación naranja no está garantizado en esta ocasión. Todo lo contrario. Juan Cassá aspira con ferocidad al trono en La Casona. Si la formación naranja logra sacar un número de concejales que le permita entrar en juego, nadie puede dudar de sus intenciones de barrer al PP del tablero. También aparece como contendiente el socialista Daniel Pérez. Además de la sombra de la aritmética y sus aparejados cambalaches, con la Diputación como pago estrella.

En 2015, De la Torre se presentó con el claro compromiso de agotar el mandato. Y ha cumplido. Un compromiso que se difuminó ayer. El alcalde llegó a calificar la duda de «cuestión secundaria», aunque luego sí deslizó su voluntad de apurar hasta 2023 como alcalde si saliera elegido. Reina la contingencia en un punto que exige claridad absoluta. No es lo mismo votar a un alcalde para cuatro años que votar a un acomodador de alcalde. El futuro de De la Torre concierne también al de Bendodo. Frente a su intención de no estar en la Diputación durante más de ocho años, ahora se antoja como el único camino para enderezar un camino que se ha torcido desde aquel intento de precipitar la salida de De la Torre con un billete envenenado a Madrid. A la postre, una maniobra que ha acabado por achicharrarle las manos a él y también a Juanma Moreno. El alcalde sí aclaró que contaría con el presidente de su partido como número dos de su lista. Ya no extraña el vacío existencial al que le somete, pero no puede relegarle pese a que en las elecciones de 2015 especificó que le había perjudicado al resultado que fuera de número dos.

Por último, De la Torre también apeló a la ilusión de atraer nuevos proyectos a la ciudad. Siempre hay más sitio para un museo, pero la lista de proyectos empantanados es larga: Metro, Limasa, Baños del Carmen, Astoria, el futuro de los terrenos de Repsol, bomberos, Hotel de Moneo... La margarita se deshoja, pero se puebla de dudas. Estamos a las puertas de una primavera larga.