«El Teléfono de la Esperanza me ha enseñado a quitarme bastante peso de encima, porque aquí no se le arreglan los problemas a nadie, se dan pautas a todo el mundo y que cada cual haga lo que quiera», comenta José Portillo.

Nacido en Vélez en 1977, José es ciego de nacimiento, aunque desde los 8 años hasta la adolescencia vio algo de luz, «y ahora prácticamente la estoy perdiendo», cuenta. Nunca olvidará el bache de comienzos de siglo, «cuando empecé a tener complicaciones de diferente tipo y necesité ayuda». Fue entonces cuando decidió llamar al Teléfono de la Esperanza (952 261 500), «me dijeron que me podían dar cita con una psicóloga, pregunté que cuánto me costaba y me dijeron que nada». José recuerda como si fuera ayer que dejó su puesto de cupones de la ONCE en Vélez para acudir a la cita a Málaga. «Me atendieron y salí flotando, después de contar aquí lo que no podía contar a nadie».

Ya en ese encuentro con la psicóloga, le ofrecieron la posibilidad de ser voluntario del Teléfono de la Esperanza. «Yo no sabía que estaba desarrollando la empatía pero de niño estaba aislado en un pueblo pequeño y descubrí que se me acercaba la gente que tenía problemas», reconoce.

El invidente de Vélez no olvidó el Teléfono de la Esperanza, pasaron los años, contrajo matrimonio con una joven con problemas de visión, concluyó su vinculación con la ONCE y en 2012, con la estabilidad económica de una pensión no contributiva, volvió a llamar a las puertas de la ONG, esta vez para estar al otro lado y atender a personas con problemas.

Dos años más tarde, comenzó de voluntario y cuenta con satisfacción que cuando cuelga el teléfono, «se tiene la sensación de hacer algo útil, algo que sirve y eso da una satisfacción muy grande para seguir haciéndolo y formándose para hacerlo mejor».

Por este motivo, acaba de formarse como orientador (en inglés, coaching), una rama en la que le gustaría encontrar trabajo.

Cuando ayuda a las personas, José Portillo destaca que eso le recuerda «cómo lo he pasado y cómo lo he superado».

Personas que viven solas, problemas de pareja, problemas mentales, económicos... las llamadas son muy variadas y el voluntario recuerda con especial cariño esas en las que «se salva más de una vida, porque a veces hay personas que piensan en suicidarse y antes que eso, piensan en acabar con familiares que tienen a su cargo, por eso a veces se salvan dos vidas en una sola llamada».

José Portillo está muy ilusionado con su siguiente paso en la ONG: a partir del 9 de abril comenzará a impartir talleres. El primero será La alegría de vivir. Irá dirigido «a personas satisfechas con la vida pero que aún quieren más, gente perdida que no se encuentra a sí misma o que pregunta qué hago en el mundo».

El voluntario malagueño guía a los demás para que salgan de la oscuridad.