Como cada día, Sergio, Marina y Francisco, entre muchos otros chavales, cruzan el patio del Colegio Las Esclavas, en Pedregalejo, en dirección a las aulas. Pero hoy les espera una jornada distinta y apasionante: hay clase de Latín. Los estandartes de las casas Pontus, Sanguine et Igni, Vitae y Omnia flanquean el aula donde Javier Gómez espera a sus alumnos. Su serena apariencia esconde una inmensa ilusión y vitalidad, como la de cualquiera de sus pupilos. Es el júbilo del que disfruta enseñando.

El declive del latín como asignatura va unido a la concepción que se tiene de esta ciencia: una lengua muerta, aburrida y de dudoso aprovechamiento futuro. Ante una situación así, Javier lo tiene claro, hay que reinventarse y hacerla atractiva. Este docente ha apostado por sustituir las monótonas lecciones por un proyecto distinto: la magia y los juegos.

Javier ha conseguido embelesar a estos alumnos de 4º de la ESO, que comenzaban el curso con la idea de enfrentarse a largos y aburridos textos y que ahora acuden a las clases de Latín con una sonrisa de oreja a oreja. Meses después, la mayoría lo tiene claro: la escogerán en Bachillerato.

El método consiste en establecer unos grupos, casas en este caso, que compiten entre sí a partir de distintos juegos, actividades y gymkanas. Para poder llevarlos a cabo, es necesaria la comprensión previa de una teoría, que se pone en práctica y que queda reforzada. Por supuesto, este trabajo tiene su premio: los puntos que Javier otorga a las cuatro casas que compiten es otro gran motivo por el que los alumnos no cesan en su intento de seguir aprendiendo.

Fomentar el trabajo y la creatividad es uno de los fuertes de este proyecto.

«Cuando les expliqué la idea, vestido de soldado romano en un vídeo, vi su ilusión», recuerda Javier. «Los resultados obtenidos nos animan a todos, pero lo que más me motiva es verlos aprender», agrega.

«Me gusta mucho esta actividad, me impulsa a hacer las cosas mejor» o «al final ha resultado que aprendemos jugando, incluso con el uso de móviles y proyectores», son algunas de las conclusiones que manifiestan estos niños de 15 años. Su todavía corta edad quizá les impida entender el trasfondo de esta práctica, quizá en un futuro entiendan que se trata de un método que les sirve para muchos más aspectos de la vida. «La última parte de cada juego consta de una reflexión, eso les ayuda a asentar lo aprendido y a comprender qué se hace y por qué», señala Javier. «Aprenden a expresarse y a relacionarlo con muchas cosas cotidianas, eso lo compruebo a partir del grupo de WhatsApp que tenemos y por el que me hacen llegar dudas sobre una frase que han leído en un museo, por ejemplo».

Para que este proyecto sea posible debe existir un estudio e investigación continua por parte del profesor. «Sacar lo positivo de cada idea suma», asegura Javier. Cualquier actividad, idea o herramienta puede llegar a ser útil para sus pupilos. De ahí que los móviles, los videojuegos, los códigos QR y la página web que maneja este docente sean fundamentales en este asunto. Además, Javier no está solo. Esta iniciativa cuenta con el visto bueno de los padres de los alumnos, que se sorprenden de cómo el latín puede llegar a ser atractivo para un niño, y de los demás profesores del centro. Una prueba de ello son los escudos representativos de cada casa, realizados en la asignatura de Dibujo.

En el Colegio Las Esclavas se juega en equipo. La enseñanza y la preocupación por hacer comprender están al orden del día. Y el latín... Hasta el latín es capaz de sacar una sonrisa al joven estudiante. Es sencillo. No hay secretos: «Ludo, ergo disco».