­El Ayuntamiento ha decidido nombrar a Pepa Flores como Hija Predilecta de Málaga. Hablamos con César Lucas, el fotógrafo que retrató a Marisol en la intimidad y como resultado dejó una portada que será para siempre.

¿Cómo es eso de ser historia viva de algo? De usted dicen que lo es del fotoperiodismo.

Siento que he acumulado muchos años de trabajo. Nada más. Para mí, mi trabajo nunca ha sido sólo un medio de vida, ha sido mi pasión y lo sigue siendo.

¿Cuántas fotos acumula en su archivo personal?

Pues mira...muchas. Pero no son tantas las que tengo como las que he hecho. Muchas se las han quedado los medios para los que he trabajado.

Deja usted un legado reconocido por unanimidad.

La unanimidad es algo extraño en este país. En ese aspecto, reconozco que soy un privilegiado.

Las fotos se publican. Copia y pega. ¿Cómo se lleva la fotografía con internet?

La fotografía ha perdido muchos derechos de autor con internet. La gente piensa que el autor de una fotografía es la cámara. Sin embargo, nadie cree que el escritor de una novela es una máquina de escribir.

Con Ali fue una bicicleta robada. ¿Qué hizo que la mecha se prendiera para César Lucas?

Recuerdo que me gustaba mucho leer una revista americana que se llamaba Popular Photography. En casa había una cámara antigua de mi padre y yo hacía algunas fotos. Tuve la suerte de que había en Madrid una agencia de prensa que estaba empezando en aquellos momentos. Buscaban fotógrafos que, aunque no tuvieran muchos conocimientos, fueran jóvenes y estuvieran dispuestos a aprender.

¿Recuerda la primera foto que publicó en algún medio?

Una fotografía que se publicó en ABC en 1957. Por la mañana, había leído en el periódico que un australiano estaba dando la vuelta al mundo a pie. Era una noticia pequeña, pero recuerdo que me llamó la atención. Darle la vuelta al mundo a pie, manda huevos... A la tarde, yo me encontraba de camino al Retiro con una cámara prestada para practicar. Vi a un hombre hablando con un Guardia Civil. Llevaba la ropa llena de pegatinas y banderitas. Un tío bastante extraño.

¿El australiano valiente?

Me acerqué para hablar con él. Ya me dijo que acababa de llegar a Madrid, que estaba realizando la vuelta al mundo a pie. Me entró de todo. Le hice la foto, la revelé en casa de un amigo y me fui corriendo para el ABC. Me señalaron a un redactor: «Muy bien chaval, dile a tu jefe que la haga más grande». Le contesté que la foto la había hecho yo. Así me gané mis primeras 25 pesetas y una foto en una columna con un pie que rezaba «César».

De ahí a la redacción fundacional de El País. ¿Cómo fue eso?

Yo había trabajado durante varias años en Pueblo. En esos mágicos años aprendí realmente el oficio. Abandoné el diario para fundar mi propia agencia, Cosmo Press. Estando ahí, me llamó quien iba a ser el primer director de El País: Juan Luis Cebrián. Yo había coincidido con él en Pueblo. Me dijo que se estaba cocinando un proyecto y me ofreció ir como jefe de fotografía. Hasta entonces, un fotógrafo nunca había tenido poder alguno en una redacción.

¿El periodismo ha cambiado mucho?

Muchísimo. Antes, el editor era un profesional del periodismo que había decidido hacer un medio de comunicación gracias a su patrimonio. Y ese medio estaba en manos de un director que tenía la seguridad de poder llevar adelante la línea editorial con todas las consecuencias. Ahora, pesan mucho los valores puramente económicos.

¿Cómo llegó a Interviú?

La revista salió cuando yo estaba en El País. Interviú colaboraba mucho con mi agencia. Uno de los primeros pelotazos que da es con las fotos de Marisol desnuda. Esas fotos, en contra de lo que se dijo durante mucho tiempo, que ella había posado para Interviú, eran mías. Las vendió mi agencia a Interviú. Nunca pensamos que esas fotos iban a salir. Por mucho que el editor, Asensio, decía que las iba a publicar. Estábamos seguros de que le iban a cerrar la revista.

¿Marisol fue la clave?

Desde luego, fue quien lanzó a Interviú.

«Marisol, desnuda y joven». Esa portada era preciosa.

Lo sigue siendo. Es una belleza.

¿Da apuro decirlo ahora? La palabra patriarcado acecha.

Mira... el 8 de marzo ha sido un día memorable para la lucha por la igualdad de género. Una lucha con la que estoy totalmente de acuerdo. El hecho de ver en el cuerpo desnudo de una mujer algo hermoso, no quiere decir que sea una falta de respeto hacia ella. La portada de Marisol desnuda le gustó a los hombres, pero, también, le gustó mucho a las mujeres. Esa foto representó una ventana a la libertad.

¿Marisol le negó la palabra por vender sus fotos?

Bueno, eso no es así. La Fiscalía, a raíz de aquella portada, se me echó encima por atentar contra la moral. En una cena que coincidí yo con Marisol, cuando el proceso aún estaba abierto, me dijo: «César, sé que tienes problemas. Si puedo ayudarte en algo, cuenta conmigo».

¿Cómo sentó su marcha definitiva a Interviú?

Cebrián se lo tomó mal. Dijo que debía haberme vuelto loco para irme de El País a una revista pornográfica que iba a durar dos meses. Pues la revista pornográfica, como él la llamaba, ha durado muchos años y ha sido un emblema del periodismo español.

¿Cómo era el proceso para seleccionar a la chica de portada?

La selección la hacía yo con tres personas más de Interviú. Entre ellas, Asensio. Como la gran mayoría eran posados, había que contactar con la persona y llegar a un acuerdo económico. Luego, se hacían las fotos, se editaban y se publicaban.

También retrató a Brigitte Bardotte. ¿Qué había más allá del símbolo sexual?

La recuerdo muy bien (risas). Estuve trabajando con ella como dos meses enteros. Ella estaba rodando una película en Almería, donde compartíamos el hotel todo el equipo. Yo entablé una relación buena con ella. Era muy simpática. Recuerdo que la acompañaba en su coche al rodaje. Luego, nos íbamos por Almería a buscar sitios para hacer fotos. Fue una experiencia muy interesante en un momento en el que ella era un mito europeo.

Se ha pasado media vida retratando a las mujeres más bellas. ¿Sentía la envidia de los demás?

Sentía que tenía que estar en una constante lucha de defensa. Mi trabajo no se tomaba en serio. La gente me decía: «Joder, macho, qué suerte tienes. Y, encima, te pagan». No, oiga, yo estoy haciendo un trabajo como cualquier otro.

¿Le salían ayudantes?

Muchos. Claro, pensaban que hacerle fotos a una chica guapa que estaba desnuda... pues que eso era como estar de juerga. Que en algunas ocasiones, incluso, acabábamos de mala manera. Luego, estaban los que pensaban que yo hacía pornografía, que era un mal bicho. Hubo gente que dejó de hablarme.

Primarían los admiradores.

Pero no admiraban mi trabajo. No le daban un valor profesional. Me admiraban porque estaba viendo a fulanita en pelotas: «Macho, las tienes ahí delante, ¿cómo te aguantas?». Cosas así. Me costó muchísimo que me respetaran por mi trabajo.

¿La cámara ejerce de escudo?

Mira, las mujeres me respetaban porque yo les mostraba un profundo respeto. Probablemente, la cámara sea una especie de escudo. Tenías que mentalizarte mucho. Demostrarle respeto a la mujer que tienes delante, que note que tratas sacarla guapa, que estás buscando una foto elegante.

Le digo nombres de personas a las que ha retratado: John Lennon.

Un profesional estupendo. Guardo con mucho cariño los recuerdos que tengo junto a él. Tenía un coche negro, muy grande, un Rolls. En Almería hacía mucha calor y nos metíamos en el coche para estar fresquitos y escuchar música. Imagínate los tiempos. Cuando pasábamos por algunos pueblos, en el Rolls negro, con las lunas tintadas, algunas personas se santiguaban. Pensaban que era un coche de muertos.

El Che Guevara.

La foto al Che la hice siendo muy joven. Cuando él llegó a Madrid, aún no se le conocía. Íbamos con él paseando por la Gran Vía. Tomamos café. Nadie decía, «¡mira, ese es el Che!». Luego, acabó en los cuartos de una generación entera.

Felipe González.

Ya me gustaría a mí tener, hoy, a políticos como Felipe González.

¿No está glorificando un poco la política de la Transición?

No, no lo creo. España, en aquellos momentos, vivió una historia irrepetible. Hubo una clase política que dio lecciones al mundo entero. Los antagonistas se sentaron a hablar y a negociar. Llevaron adelante una tarea común. La generación que no ha vivido el paso de una dictadura a la democracia, es difícil que lo entienda. En la Transición hubo gente muy preparada, pensando en un proyecto nacional, y no en su culo, que es lo que está pasando ahora.

¿Sigue leyendo periódicos?

Todos los días. Cuatro nacionales. Los digitales. Veo tres telediarios. Ahora, la política catalana lo ocupa todo para que no se vean otras cosas. Cosas que me resultan verdaderamente bochornosas.

Ahora sientan ante los jueces a tuiteros y raperos.

Eso es una auténtica barbaridad. Estamos dando pasos atrás.

¿Siente nostalgia?

Hombre, como es lógico, siento nostalgia por algo que se derrumba, por algo que se arruina o que deje de existir. A mí me gusta que las cosas triunfen. En el caso de Interviú, me produce muchísima tristeza. Ha sido un símbolo y me apena por los compañeros que ahora se han quedado en la calle.