­Hablar con Javier Valenzuela (Granada, 1954) exige atacar dos ángulos: el de periodista curtido y el de escritor con un talento feroz. Una bicefalia que lleva a una conversación que aborda la política y la literatura casi por igual. Envuelto en la escritura de una nueva novela, replica en dos campos en los que tiene mucho que decir.

¿La crisis nos ha cambiado?

Lamentablemente, no. Empezamos diciendo que íbamos a ser más sobrios y menos consumistas. Menos egoístas y más solidarios. Ahora, cuando empieza a haber un poquito de respiro, tampoco mucho, vuelven los vicios que provocaron la crisis. Volvemos a la especulación con el ladrillo y a la flota de funcionarios.

A lo que hay que sumar un nuevo apogeo de las banderas.

El refugio primario del hombre es la tribu y la tribu ahora es la nación. Lo estamos viendo con los nacionalismos. Y no hay sólo un nacionalismo catalán, también hay un nacionalismo español. Las banderas son un refugio perfecto.

Escuchado en un bar: «Cada vez que veo banderas colgando del balcón me echo a temblar».

Estoy de acuerdo. Cuando empezó esta guerra de banderas en otoño, esteladas contra rojigualdas, yo también me eché a temblar. Porque esto empieza con banderas en los balcones y puede acabar a palos. Lo sé por mi experiencia vivida en el Líbano y en Bosnia. En España no hay armas como en Estados Unidos, pero las armas se consiguen.

¿Está fallando el actual Gobierno?

El Gobierno de Rajoy me parece el más incompetente y mediocre que ha habido en España. En lo socio-económico se limita a cumplir con los deseos del Ibex 35 sin la menor sensibilidad social. En lo territorial, se ha enrocado en una posición tan fundamentalista como la de los independentistas catalanes.

¿Ve en el actual elenco de nuestros políticos a grandes líderes?

No. Estamos ante una creciente mediocridad de la clase política española. Parece ser que ahora está compuesta de gente que no tiene ni oficio ni beneficio en otras cosas, y que se refugian en el sueldo público. No piensan salir de ahí porque no tienen donde ir.

¿Zapatero fue un líder?

Fue un líder al principio e hizo cosas muy importantes en sus inicios. La retirada de las tropas de Irak fue un acierto. Promovió los derechos sociales y la igualdad de los homosexuales y de las mujeres. Tuvo unos primeros tres años muy buenos y se convirtió en una especie de referente para la socialdemocracia en Europa. Luego, perdió el norte y cayó en la politiquería hispano-española. Los asuntillos domésticos donde prima el griterío.

¿Qué le sugiere Albert Rivera?

Un oportunista.

¿Y Pablo Iglesias?

Alguien inteligente.

Acabamos: Puigdemont.

Lo están convirtiendo en un mártir.

¿Confía en lo que viene para afrontar las adversidades?

Confío mucho en los millenials, que es la generación de mis hijas. Creo que son una generación de chicos y chicas estupendos, y que tienen muchas ganas de hacer un mundo más libre y más justo. Vienen con mucho empuje y se encuentran con el tapón de que los anteriores no les dan paso.

James Petras sostiene que la actual generación de jóvenes ha sido criada entre algodones, que no está preparada para luchar.

Me parece un disparate monumental. Una cosa de viejos. Eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor. ¿Qué no luchan? Es la generación del 15M, la que comparte pisos porque no les queda otra, la que viaja en Blabla Car.

Pongamos el foco en usted. ¿Cómo vive ahora su doble faceta de periodista y escritor?

Uno no se jubila nunca del oficio del periodismo. Un periodismo crítico y libre es más necesario que nunca. Yo lo seguiré ejerciendo mientras que tenga fuerza. Lo de ser escritor...pues mira, si practicas el periodismo escrito bien hecho, ya estás haciendo literatura. De no ficción, en este caso. Ahí están los maestros del periodismo que escribían como dioses. El gran García Márquez, por ejemplo. Personalmente, yo no entiendo el periodismo escrito sin prestarle atención a la lengua.

¿Se puede ser escritor por necesidad?

Creo que no. Tiene que haber una vocación detrás.

¿Existen ventajas para abordar una temática compleja desde la ficción de una novela y no desde un trabajo periodístico al uso?

Pienso que sí. El periodismo tiene los límites de lo que tú cuentas tiene que estar contrastado y verificado. Es difícil publicar en los periódicos cosas sobre gente poderosa. Y no me refiero a políticos. Sobre políticos puedes escribir lo que quieras. Estoy hablando de los poderosos de verdad. La novela, sobre todo la negra, te permite plasmar nombres y situaciones imaginarias. El banco en Limones Negros es un banco que se llama Bank Madrid. La novela permite blindarte así. Oiga, que usted está hablando del señor Blesa y del señor Rato. Pues no, cualquier parecido es imaginario.

¿Qué tiene Tánger que le llama tanto la atención? Sus dos últimas novelas se sitúan en esta ciudad marroquí.

Pues mira... es una ciudad que es cruce de caminos entre África y Europa. Occidente y Oriente. El Atlántico y el Mediterráneo. Como todos los cruces de camino es liberal y canalla. Es un territorio literario excelente para situar historias. Es una ciudad muy andaluza y muy española.

¿Que queda de esa Tánger como refugio de pecadores en los 50 y lo que es ahora?

El que tuvo, retuvo. Sigue siendo la ciudad más libre de Marruecos. Donde se pueden hacer y decir cosas que más para abajo no se pueden hacer.

¿Está de corrupción hasta arriba como España?

Hay corrupción propia. Marruecos tiene unos niveles preocupantes, como es público y notorio. Pero la corrupción española también ha atravesado el estrecho. Sobre todo, cuando los negocios de la construcción empezaron a sufrir aquí con la crisis. Tánger ahora está llena de grúas con el rótulo de Martínez.