El desconocimiento es el principal aliado de los muchos peligros que conlleva el sector de la estética y la peluquería. Desde la dermatitis hasta un cáncer. Los riesgos por la exposición reiterada a los productos químicos que se manipulan en este sector son, en gran medida, desconocidos hasta por los propios profesionales.

La información es el primer paso para lograr la concienciación en la prevención de riesgos, por esa razón se llevan a cabo proyectos que abanderan estos objetivos, como es el caso de Green Salon. Resultado de una investigación Erasmus+ de más de dos años, es una iniciativa que promueven seis centros de toda Europa, entre los que se encuentra el IES El Palo.

«El objetivo del proyecto es concienciar a la población sobre los riesgos laborales que se corren en este sector», señala Paloma Rodríguez, coordinadora de Green Salon. «Queremos promover que una peluquería sostenible es posible, y dar herramientas e información para cambiar los hábitos», agrega.

Desde 2012 se han detectado riesgos y se ha evidenciado la poca sostenibilidad en el sector, sector que el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo (dependiente del Ministerio de Empleo) cataloga de «situación de trabajo peligrosa». «Eso es algo que desconoce incluso el propio docente, que no achaca a su profesión los síntomas que pueda padecer. No es normal que la media de abandono en esta profesión sea a los once años», lamenta la coordinadora.

Esther López, profesora de peluquería, afirma que la seguridad estaba enfocada para el cliente, pero éste se tiñe una vez al mes, mientras que un profesional hace la coloración 20 veces al día. «El contacto con el agua puede parecer inofensivo, pero una vez se desarrolla dermatitis se pierde la barrera de protección y lo que era un producto inocuo pasa a ser tóxico», explica.

Es el menor de los males, ya que las complicaciones mutagénicas y los cánceres también son enfermedades derivadas de esta exposición. «Los problemas en la salud aparecen de manera progresiva, el profesional se va envenenando hasta que el cuerpo ya no lo tolera más. A partir de ahí se recurre a pruebas, a comprobar alergias€pero no se detecta así», continúa Paloma.

El medio ambiente es otro de los damnificados. Marta Guillén, profesora de estética, explica las grandes cantidades de residuos tóxicos que genera la peluquería, residuos que se deben reconvertir y desechar de la forma menos dañina posible. «Reutilizar el agua de los lavacabezas como aguas grises o ahorrar en energía, por ejemplo, supone para las empresas un ahorro de gastos, menos bajas laborales y la fidelización de un tipo de clientela que, víctima de alergias y procesos cancerígenos, será fiel».

El proyecto continúa creciendo y trabajando por hacer lo más visible posible una realidad evidente. «Otra de nuestras metas es lograr que se adopte algo que ya es una realidad en los países nórdicos, y es un certificado común para toda Europa, un sello que permita al cliente saber que está entrando a una peluquería o salón de belleza comprometido con el medio ambiente y con estos riesgos», cuenta Paloma.

Habrá oportunidades para ello. «En abril tenemos la oportunidad de exponer este proyecto en Bruselas y explicar qué buscamos y qué necesitamos», relata con ilusión la coordinadora.

Informar para prevenir. Esa es la idea principal del proyecto Green Salon, hacer de este oficio una profesión de garantías.

«Esta profesión es muy bonita y puede ser muy segura, pero hay que saber qué tienes delante. Es el momento de empezar a desarrollar unas nuevas generaciones de peluqueros», manifiesta Esther.