«Lo que quiero es estar bien y que me pueda duchar». Juan Rodríguez Luque, con movilidad reducida, no puede desplazarse sin la ayuda de su silla de ruedas. Él, junto a su esposa, viven desde hace más de 30 años en una pequeña casa con grandes carencias: no disponen de ducha ni fregadero. A sus 73 años, llora de alegría tras ser agraciado con una de las 38 viviendas protegidas para mayores que inauguró ayer el alcalde, Francisco de la Torre, en la calle Carril del barrio de La Trinidad. «Pensaba que me iba a morir antes de que me la diesen», confesaba

El Centro de Envejecimiento Saludable, nombre que reciben estas instalaciones, cuenta con una superficie total de 1.406,76 metros cuadrados, un patio interior de 600 metros cuadrados y 38 viviendas de 37 metros cuadrados con terraza, baño adaptado, salón y una habitación. La adjudicación, según informó el alcalde Francisco de la Torre, se ha realizado por sorteo entre los solicitantes que han reunido las condiciones necesarias, cifra que supera los 700 ancianos. «Están pensadas para personas con cierta movilidad reducida y con rentas muy bajas», afirmó el alcalde durante la entrega de llaves.

Los residentes de estas nuevas viviendas de protección oficial deberán pagar 45 euros de alquiler y otros 45 de comunidad. «Vivo sin poder llegar a fin de mes», contaba a este periódico Salvador, a quien a sus 68 años su reducida pensión no le ha permitido más que alquilar un pequeño piso en Teatinos que contaba con las mismas dimensiones que lo que ahora será su salón. «Me siento como si me estuviera casando ahora», afirma mientras pasa su dedo índice sobre la impoluta encimera de su nueva cocina. El coste del proyecto supera los dos millones de euros.

Alberto Almunia vivía en pleno Centro y el aumento del precio del alquiler hizo que su situación fuese límite: conseguir una vivienda era su máxima prioridad. Él, que vivirá junto con su hermano, inició la solicitud hace dos años. «Imagínese lo feliz que estoy», declaraba el hombre de 70 años, que tendrá vecinos de otras nacionalidades. Es el caso de Penka, búlgara con casi 20 años de residencia en Málaga. «Lo he pasado muy mal», admitía Penka, que deambuló de alquiler en alquiler desde su jubilación a los 66 años. Ahora lo hace sobre el pavimento de su nueva casa mientras piensa cómo amueblarla: «No tengo nada».

Las instalaciones también cuentan con aulas para la realización de talleres destinados no sólo a los inquilinos, sino para los vecinos del barrio. «Tratamos de que tengan una vida en común activa: se van a realizar actividades deportivas y se realizarán talleres diarios», anunció De la Torre, que estuvo acompañado por los representantes de servicios sociales y deportivos de Málaga, y del Instituto Municipal de la Vivienda, revisor del proyecto, que cuenta con una ayuda del Ayuntamiento de casi cuatro millones de euros anuales para cubrir la diferencia del coste de los alquileres sociales.

El Centro de Envejecimiento Saludable culmina así un sueño de Bernardo Rosa González, miembro de la Comisión Permanente del Mayor y que presidía el hogar del jubilado 'La Ilusión' en el Puerto de la Torre. Rosa González fue el principal impulsor de estas medidas sociales. Del mismo barrio es Isabel Soler, a quien le brotaban las lágrimas al acordarse de su difunto marido. «Desde que me quedé viuda vivo con mis hijas, antes vivía de alquiler y ahora me hacía falta una vivienda», relataba.

Una espera con final feliz también para José Moreno, que llevaba quince años esperando una vivienda digna: «Cuando no alcanzo el final de mes con mi pensión, me tienen que ayudar mis hijos». A partir de ahora podrá compaginar su reducida pensión con una vida digna. Igual que Juan Rodríguez: por fin se podrá duchar en casa.