El cabo primero de la Guardia Civil Diego Díaz tenía 53 años y era natural de la localidad de Antequera, municipio que ya ha decretado tres días de luto oficial por su fallecimiento. De la ciudad de los Dólmenes marchó joven hacia la capital de la provincia de Málaga, donde actualmente reside la mayor parte de su familia, aunque no estaba casado ni tenía hijos.

En 1990 accedió al cuerpo y desde hace 16 años desarrollaba su trabajo en el pequeño cuartel de la localidad sevillana de Guillena, municipio de algo más de 12.000 habitantes y cuyo Ayuntamiento también ha establecido tres días de luto oficial por un guardia civil que se consideraba un ciudadano más.

Tanto era así que rechazó residir en la propia casa cuartel, optando por una vivienda del propio municipio, con la intención de integrarse lo máximo posible en la vida del municipio. Por ello, tampoco dudó en colaborar con colegios, en los que daba charlas a los alumnos, así como con las distintas hermandades y asociaciones de la localidad.

Quienes le conocieron, como el alcalde de Guillena, Lorenzo Medina, no arrojan ni un solo mal comentario de este agente de la Guardia Civil: "Era una persona muy discreta, seria, servicial, un guardia civil de los que tanto se necesitan, de pueblo y con toda la vocación del mundo".

Precisamente fue esa vocación la que llevó a Diego Díaz a intentar salvar el pasado sábado a los ocupantes de un vehículo que se había precipitado al arroyo Galapagar de Guillena. El conductor fue rescatado, pero, en la maniobra, el cabo primero fue arroyado por la corriente, dándose este martes el desenlace fatal al encontrarse su cuerpo sin vida por parte del operativo de búsqueda.

El guardia civil era querido. Por eso muchos vecinos quisieron participar en la búsqueda y la Policía Local se volcó en los trabajos de rastreo, ya que, según Mediana, Diego "era un compañero más, fuera de rangos y protocolos". El propio regidor tuvo que ordenar a algunos agentes que desistieran por un tiempo en sus tareas, ya que algunos acumularon hasta 24 horas seguidas de trabajo continuo.

Todo ello para volver a ver con vida a un profesional de las fuerzas de seguridad del Estado que desde que llegó a Guillena tuvo un papel importante. Hasta hace algunos años, la localidad no contaba con sargento de la Guardia Civil, por lo que Diego desempeñaba es función con gran gusto y responsabilidad.

Su valía será premiada a título póstumo con la Medalla de Oro de Protección Civil, según el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, como forma de reconocer su figura, "murió en acto de servicio, pretendiendo salvar a unas personas que estaban en peligro sus vidas, y que además lo hizo a unas horas de la noche, arriesgando la suya".

También, la heroicidad de Diego ha transcendido a los líderes políticos del país. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, expresó su pésame a los familiares y compañeros: "Ha dado su vida por salvar la de otros". Igualmente, la presidenta de la Junta, Susana Díaz, se dirigió a sus seres queridos en "estos momentos tan duros", mandando su "apoyo y cariño a su madre, familia, amigos y compañeros".

De igual forma, el delegado del Gobierno en Andalucía, Antonio Sanz, destacó su "compromiso, esa manera de actuar humanitaria y defendiendo siempre la seguridad de los ciudadanos".

La capilla ardiente de Diego Díaz ya se encuentra abierta en el centro cívico de Guillena. Tras el cierre de la misma este miércoles, se celebrará una misa en la parroquia local, mientras que posteriormente los restos se trasladarán a Málaga.