Desde hace dos años y a cualquier hora del día o de la tarde, puede verse a Juan Caparrós Sánchez inclinado sobre el parterre que acompaña el panel de cerámica de la Virgen del Carmen en el paseo marítimo del Palo, frente al colegio Safa-Icet.

Inaugurado en 2008 por el entonces hermano mayor de la Hermandad de la Virgen del Carmen del barrio, Miguel Jiménez, y por el alcalde Francisco de la Torre, si hoy es un pequeño vergel concentrado en unos pocos metros cuadrados es mérito de este carnicero de profesión, que durante muchos años ha regentado un puesto en el mercado del barrio.

«Esto estaba fatal, lleno de porquería y no había césped», recordaba hace unos días.

Como destaca, tan solo dos cicas (palmeras enanas) daban algo de dignidad a este arriate desmejorado con calvas y hierbajos, «que en verano además estaba seco», sin contar con las inevitables cacas de perro.

Juan, devoto de la Virgen del Carmen, «como mi familia y la familia de mi mujer», decidió que la situación debía cambiar y retomó su afición por la jardinería. «Siempre he sido aficionado, he trabajado mucho en unas parcelas que tenía en Jarazmín», cuenta.

De su propio bolsillo, pero también con la ayuda de los vecinos, ha ido trasformando el parterre en un fastuoso jardincito en el que se dan cita tomillos, romeros, lavandas, cáctus, chefleras... «Esto no es solo mío porque he venido muchas mañanas y me he encontrado con macetitas dejadas por las mujeres y se las he sembrado», detalla, y señala un par de ramilletes de margaritas justo delante de la cerámica.

Lo que tendrá que reponer pronto es el romero, porque, explica, muchos paseantes cogen algo de recuerdo y ya está escaseando.

El arriate está rodeado además de chinos blancos, que Juan Caparrós ha comprado en La Pelusa y transportado con su furgoneta, para así decorar, al tiempo que divide la zona verde.

En cuanto a los materiales de trabajo, en la barca de un amigo guarda unos pocos utensilios, más propios de quien se ocupa de un bonsái, por su tamaño pequeño aunque van a la perfección con el jardincito: «Tengo un pico, un escardillo de tres dedos, una palita... todo en miniatura. Hay que labrar un poquito para que la tierra respire».

En cuanto al agua, tiene la del Ayuntamiento aunque no usa mucha porque abundan los cáctus, «y solo hay que regarlos cada diez días».

El Consistorio, por cierto, no pone ninguna pega a su trabajo, al contrario: «Incluso me ayuda. Limasa: al que baldea le pido siempre que se pase por aquí un poco, porque la gente tiene la costumbre de estar mirando la Virgen, fumar y se llena todo de colillas».

Juan también tiene escoba y recogedor para dejarlo todo como los chorros del oro.

Vecino de las Cuatro Esquinas, ha dejado su trabajo de carnicero para estar más cerca de su mujer, que pasa por un bache de salud.

En cuanto al tiempo que le dedica al jardincito, depende: «Hay días que le echo tres horas y otros que media, según, y cuando llueve, dejo que crezcan las plantas y ahora que llega la primavera iré podando».

Las fotos

Minutos antes de hablar con La Opinión, un matrimonio extranjero se paraba para fotografiar la Virgen con el jardín. «Eso es una satisfacción para mí, muchas veces me piden permiso para fotografiar y yo les digo que para eso está», subraya.

En verano es cuando más disfruta al ver cómo muchos turistas y visitantes se paran para fotografiarlo. Y el día de la Virgen del Carmen, este altar callejero reluce gracias a su trabajo y a los muchos tiestos con los que rodea el arriate y que le dejan los vecinos.

Una petición tiene para el Ayuntamiento: que funcione algún día el foco instalado para iluminar a su Virgen por las noches.