Incremento de la temperatura a nivel global, episodios de sequía prolongados y otros efectos son la seña característica del cambio climático y que tienen incidencia directa en la salud humana a través de los efectos de la radiación ultravioleta. Un asunto que reunió a investigadores de diversos países en Málaga bajo el marco «UNEP International Resource» para elaborar un documento avalado por Naciones Unidas para extenderlo a los países.

Medio ambiente, agricultura, acuicultura y salud humana. El catedrático de Ecología de la Universidad de Málaga e investigador en fotobiología de algas, Félix López Figueroa, asegura que la radiación ultravioleta incide en diversos aspectos y uno de los que más se estudia es su relación con la salud humana y el cáncer de piel. «El principal problema es que interacciona y daña moléculas relacionadas con el ADN o distintas proteínas que son capaces de absorber», sentencia. La melanina y los tejidos que protegen el gran órgano que supone la piel no son un mecanismo de defensa suficiente ante la exposición prolongada al sol que se hace durante años. «Existen dos tipos de cáncer de piel. El espinocelular y basocelular y el melanoma, que no siempre está el sol detrás, pero produce metástasis», expuso.

Australia, con 50 casos por cada 100.000 habitantes es el país con la tasa más elevada de incidencia de este tipo de tumor. Aunque se entremezclan factores como que un porcentaje elevado de la población es de origen caucásico o anglosajona, y su tez es más blanca, los datos son esperanzadores y desde 2010 hasta ahora la tasa decrece.

España tiene niveles más bajos, según asegura el investigador, pero la incidencia del melanoma está en aumento. En 2015 y durante 2014 se registraron 1.059 fallecimientos por esta causa. «La radiación ultravioleta es muy alta en los meses centrales del año en España pero no está relacionada con la capa de ozono -que se está regenerando-, sino con la latitud. El cambio climático prevé mayores periodos de sequía y más nubosidad lo cual hará que sea mayor la radiación ultravioleta. « Una piel blanca tarda 20 minutos en mostrar enrojecimiento al estar expuesta. Es una información continua que recibe la piel y daña las moléculas hasta que el sistema de reparación falla», expone. Con la exposición de brazos y caras al sol, el cuerpo adquiere la dosis de vitamina D que requiere. El resto no es necesario.

Sin embargo, el catedrático en Dermatología de la UMA y el jefe de servicio y director de la Unidad de gestión de Dermatología del Clínico, Enrique Herrera, se muestra optimista.

A pesar de que en Málaga la incidencia se ha duplicado en seis años (en 2017 era de 14 casos por cada 100.000 habitantes y en 2006 solo se contabilizaban seis por cada 100.000), las campañas a favor del uso de protección solar y revisiones han calado en la población y un diagnóstico precoz es la clave para que no vaya a más el problema. La aparición de esta patología, con mayor incidencia entre las mujeres hasta hace no mucho, se ha igualado entre ambos sexos y cada vez aparecen antes posibles lesiones cutáneas, como la queratosis, lo cual puede evolucionar en un futuro a un cáncer. «Las quemaduras solares en la infancia son el principal factor que ahora se manifiesta en mayores a partir de 60 y 70 años. Tendremos que esperar hasta dentro de 20 años para ver si esa incidencia baja, ya que la gente está ahora más concienciada».

«El pronóstico ha mejorado mucho gracias también a las campañas que se hacen. Cuando alguien nota algún cambio o ve alguna lesión acude al dermatólogo», explica Herrera.

Aunque existe una relación directa entre los rayos ultravioleta y la salud humana, y la población debe tomar conciencia de que las medidas de prevención son la mejor fórmula para no engrosas esas estadísticas, la radiación ultravioleta afecta a más sectores.

Otros factores

La calidad del agua de los océanos es uno de ellos. A pesar de cumplir con una labor depurativa de los mismos, según explica, López Figueroa, el exceso de radiación en el mar altera los sistemas de reproducción marinos y reduce la capacidad de crecimiento de los mismos. «Algunas especies que viven en el Mediterráneo han desarrollado sistemas de protección que en otras zonas no existen pero también tienen sus límites», razona. La tendencia es que el mar sea cada vez más ácido, y esos 2 o 3 grados de aumento de temperatura que se auguran provocarían cambios drásticos y la desaparición de algunas algas, corales y otras especies.

Algunos de esos cambios ya se observan como es la depuración previa al consumo humano de los conocidos como filtradores marinos (moluscos) o el aumento de las mareas rojas tanto en frecuencia como en duración. La proliferación de estas algas es neurotóxica y hacen que la fauna marina deje de respirar y muera.

La agricultura también se ve afectada por algunos de los cambios de patrones que provoca el cambio climático y el aumento de la radiación ultravioleta. Un escenario que hace que la producción vegetal disminuya ya que la radiación «daña las proteínas y les produce estrés». En España se trabaja con vides seleccionadas para estudiar la capacidad de soportar temperaturas elevadas que tienen ante las expectativas que se auguran.

El investigador y catedrático en Ecología asegura que existen tres escenarios posibles. El más negativo plantea un crecimiento de la temperatura de hasta 4 grados con respecto a principios del siglo XX, la subida del mar de un metro y medio y otras consecuencias poco halagüeñas. El intermedio, según indica López Figueroa, plantea que si los países y continentes principales como Europa, China o EEUU cumplen con los planes establecidos, la temperatura no subirá más de dos años y el panorama que se presenta para las próximas generaciones será menos desolador.

Por último, los más positivos y aquellos que creen que se cumplirá a rajatabla el acuerdo de París se reafirman en que la temperatura no crecerá más de un grado y medio. Sin embargo, nadie detalla qué medidas se deben tomar para que así sea. Una situación que, a juicio de López Figueroa pasa por cambiar a nivel global los modelos energéticos, dejar de usar combustibles fósiles y optar por alternativas a corto plazo que permitan un cambio de rumbo real y con garantías.